A 80 años del día que cambió el destino de Europa, todos tenemos la falsa impresión que todo salió según lo planeado meticulosamente desde meses antes del desembarco en las playas de Normandía. Sin embargo, el mismo Dwight D. Eisenhower confesó en una entrevista, pasados los 20 años de la invasión, que el éxito del Día D se debió a “la improvisación de los oficiales más jóvenes, el esfuerzo de los suboficiales para mantener a sus hombres avanzando bajo el fuego enemigo y a la entereza de los soldados que llegaron a la playa”. Estos se parapetaron para evitar las balas enemigas y atacaron, a veces sin armas ni municiones, los búnkeres que el ejército alemán había construido a lo largo de miles de kilómetros para proteger al Tercer Reich de una invasión que todos sabían que se habría de producir, pero sin saber cómo ni dónde.
Si bien la reconquista de Europa comenzó a planearse desde la desgraciada evacuación de Dunkerque desde mayo de 1940, el plan tomó cuerpo recién en 1943 cuando los rusos detuvieron el avance alemán en Stalingrado. Para aliviar el esfuerzo en el frente oriental, los aliados comenzaron a presionar con un desembarco en Italia, después con un fallido intento en Dieppe y finalmente la operación Overlord que concluyó con el Día D.
El primer gran inconveniente apareció el día previo al 6 de junio, ya que el 5 era el día originalmente planeado para iniciar la invasión. Sin embargo, el clima se interpuso y Eisenhower, ante la oposición de Montgomery, decidió postergar la operación.
Los conflictos y enfrentamientos personales entre los generales de ambos bandos sería una constante en esta guerra (como lo ha sido en la antigüedad y con más razón lo será en el futuro).
A lo largo de meses, el general Frederick Morgan y su equipo se ocuparon de los detalles de la invasión, que implicó el traslado de 1.300.000 soldados americanos y más de 9 millones de toneladas de equipos desde el otro lado del Atlántico. Esta profusión de hombres y armas cambió la fisonomía del sur de Inglaterra, no solo para alojar a las fuerzas que intervendrían ese día (venidos de todos los rincones del mundo, como Polonia, Holanda, Rhodesia y Oceanía), sino para simular mediante maquetas de madera que las fuerzas estacionadas en la isla eran muy superiores a las reales y que amenazaban distintos puntos de las defensas costeras en Europa Continental.
El encargado de organizar las defensas alemanas era el mariscal Erwin Rommel, el famoso jefe del Afrika Korps. Las defensas se extendieron desde Noruega a los Pirineos, aunque existía una fuerte sospecha que se haría en suelo francés.
Sin embargo, siguiendo la costumbre de Hitler de entrometerse en todos los asuntos de la guerra, también gustaba crear competencia entre sus subordinados porque creía que así darían lo mejor de sí para el Reich …aunque la mayoría de las veces solo creaba caos o intromisiones innecesarias.
En este caso, designó al general Gerd von Rundstedt como jefe del frente occidental. Pronto surgieron diferencias entre los dos oficiales. En primer lugar, la obra encomendada era enorme. Requería el trabajo de 250.00 trabajadores (en su mayoría mano de obra esclava constituida por prisioneros aliados) que utilizaron 800.000 toneladas de cemento a lo largo del año que tomó construir los búnkeres .
Sin embargo, los conflictos más graves surgieron por el uso de los Panzer como arma estratégica. Mientras Rommel favorecía la presencia de los tanques cerca de las orillas para hostigar a los aliados durante el desembarco, tanto Hitler como Rundstedt preferían tenerlos en la retaguardia, defendidos de los ataques aéreos. Al final, Rommel no estuvo presente el día del inicio de las hostilidades porque fue a visitar a su esposa y, cuando se enteró de la invasión, tardó más de un día en organizar el contrataque. Muy pocas divisiones de tanques actuaron ese día .
Semanas más tarde, por su participación en un complot para matar a Hitler (la célebre Operación Valquiria) se le concedió la opción de suicidarse por la enorme popularidad del “Zorro del Desierto”, como apodaban a Rommel.
El otro prestigioso general que no estuvo presente ese 6 de junio fue George Patton, el único de los oficiales del alto mando americano que tenía experiencia en operaciones anfibias por su participación en Anzio. Sin embargo, el general Patton había tenido dos exabruptos con soldados colapsados por neurosis de guerra, a quienes Patton acusó de cobardes y abofeteó en público. La prensa cuestionó su actitud y Eisenhower, a quien conocía desde su juventud pero se había convertido en su superior, decidió prescindir de sus servicios en Normandía. Sin embargo, una vez cumplido el desembarco, lo puso al mando de un cuerpo del ejército que se lució en combate. Lamentablemente, Patton murió en un accidente automovilístico a poco de terminada la contienda.
Ese 6 de junio, 140.000 soldades en más de 5.000 naves desembarcaron en cinco puntos de la costa de Normandía, mientras que aviones y planeadores conducían a 15.000 paracaidistas detrás de las líneas enemigas. Pocas cosas salieron como se habían planeado. Ni los planeadores ni los paracaidistas (que incluía a los generales Maxwell Taylor y Matthew Ridgway) cayeron en el lugar señalado. Muchos murieron ametrallados en el aire, y varios planeadores se estrellaron matando a todos sus pasajeros y perdiendo el material necesario para el combate. A pesar del desorden y problemas de organización, pudieron capturar los puentes que aseguraban la salida de las playas.
Mientras tanto, se corrían distintas suertes en los lugares elegidos para desembarcar. En Sword y Juno Beach, los británicos y canadienses desembarcaron en orden, pero no pudieron tomar ese día la ciudad de Caen por el congestionamiento en los caminos que conducían a la ciudad.
En Utah Beach, las naves de desembarco (diseñadas por Andrew Higgins con su innovadora compuerta frontal) colocaron a 23.500 hombres y 1.700 vehículos en los lugares planeados. Gran parte del éxito se debió a la activa participación del general Theodore Roosevelt Jr.
Theodore era el hijo del carismático presidente “Teddy Roosevelt” y primo del entonces presidente Franklin Delano, con quien mantenía diferencias ideológicas. Sin embargo, las diferencias políticas fueron dejadas de lado y allí estaba Theodore caminando con un bastón por viejas lesiones adquiridas en la Primera Guerra Mundial que no le impidieron participar en los desembarcos en Túnez y Sicilia. Lamentablemente, murió de un ataque al corazón el 12 de julio de 1944, mereciendo en forma póstuma la Medalla de Honor del Congreso por galantería e intrepidez.
La peor parte del desembarco transcurrió en Omaha Beach, donde la resistencia de los alemanes superó toda expectativa. De los 32 anfibios, solo 24 pudieron llegar a la playa. La perseverancia del general Norman Cota –quien con su Colt en mano instó a que las tropas, especialmente sus rangers, avanzaran en medio de la lluvia de balas– permitió que el desembarco no fuese una carnicería. Cuenta la leyenda que al arengar a sus hombres dijo: “Solo dos clases de personas quedaran en esta playa: los muertos y los que van a morir”. Ese día, más de 2.000 norteamericanos murieron en las arenas de Omaha Beach.
Al final de esos duros combates, muchas fuerzas alemanas se rindieron, pero los rangers no estaban dispuestos a tomar prisioneros….
Al final, las fuerzas aliadas pudieron salir de las playas y avanzar hacia París.
Sin embargo, una batalla nunca se acaba hasta que los muertos estén enterrados, tarea siniestra y desagradable si las hay. Los encargados de llevar adelante el enterratorio fueron los prisioneros alemanes. Más de 5.000 aliados y casi 10.000 miembros de la Wehrmacht, quedaron para siempre en las playas de Normandía. De oficiales a soldados rasos, de héroes a cobardes, americanos, ingleses, canadienses …
Los civiles franceses organizaron una misa sobre las playas de Omaha para agradecer a Dios y a los soldados aliados que ese día en medio del caos, la confusión, el coraje y la desesperación comenzaba la liberación de Francia.
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Esta nota fue publicada originalmente en C5N