Alejandro Vicente López y Planes, segundo hijo del comerciante español oriundo de Santander, Domingo López, y de la porteña María Catalina Planes. Si bien algunos sostienen que nació un año más tarde, podemos afirmar que su natalicio ocurrió en Buenos Aires el 3 de mayo de 1784, gracias a su intento de autobiografía que llegó hasta la década de 1820. Esta apostilla se encuentra en el libro de Pablo Emilio Palermo, “Vicente López. Una biografía del autor del Himno Nacional Argentino”.
Realizó sus primeros estudios en el Colegio de San Francisco. Posteriormente, hizo el secundario en el entonces Real Colegio de San Carlos, actual Colegio Nacional Buenos Aires. Allí conoció a varias personas que tendrían una actuación destacada en la vida política, tanto en la década revolucionaria como-principalmente-, en la época rivadaviana. Aprendió latín, cursó filosofía y gramática, además de haberse interesado por la matemática (especialmente álgebra) y la astronomía. Pero siempre tuvo vocación por la poesía y la jurisprudencia.
A pesar de no haber terminado sus estudios en el San Carlos porque era uno de los alumnos denominados externos, aprendió por su cuenta los idiomas inglés y francés, y se dedicó al comercio al igual que su padre.
López se unió al cuerpo de milicianos creado tras la primera invasión inglesa de 1806, conocida como Reconquista. El caso de Vicente López fue muy particular: por influencia de Cornelio Saavedra, abandonó el grupo de los montañeses o cántabros y pasó a formar parte del recordado Regimiento de Patricios.
Para la conocida segunda invasión, ya con el grado de teniente, defendió la posición de Santo Domingo al mando de una veintena de hombres, en la esquina de las actuales calles Bolívar (el convento está sobre su paralela, Defensa) y Avenida Belgrano. No se trató de un lugar aislado, sino muy simbólico: en esa basílica se encuentran los restos de Manuel Belgrano, y dicha avenida tomó su nombre a partir de 1821, cuando se cumplió el primer aniversario de la muerte; mientras que la calle fue renombrada así en 1808, justamente porque la victoria sobre los ingleses en julio del año anterior, fue conocida como Defensa.
Santiago de Liniers, que era amigo de Vicente López y pasaría a ser virrey, le otorgó el grado de capitán por su gran actuación en esa llamada segunda invasión inglesa. Así las cosas, en 1808, López escribió su primera obra poética llamada “El triunfo argentino”, que para muchos, fue el preludio de la letra del himno que escribiría cinco años más tarde.
Vicente López viajó a Charcas (actual Bolivia) para realizar su anhelo de poder dedicarse a la jurisprudencia. La valía de sus acciones en las Invasiones Inglesas sirvió como carta de presentación para influenciar a las autoridades locales, y finalmente, López se pudo recibir de bachiller en leyes por la Universidad de Chuquisaca, donde también había estudiado Mariano Moreno.
Eran tiempos tumultuosos en el todavía Virreinato del Río de la Plata. En 1809, López fue señalado como posible sospechoso de los levantamientos o movimientos revolucionarios ocurridos en Chuquisaca, de los que-por ejemplo-, había participado activamente Juan José Castelli, a partir de mayo de ese año. Los realistas recuperaron su posición, pero López, que en ese momento tenía 25 años, salió indemne y volvió a Buenos Aires.
Justamente, como parte del Regimiento de Patricios, al que volvió luego de su licencia, apoyó a la Revolución de Mayo y, junto con su padre, fue uno de los que votaron en contra de Cisneros en el famoso Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810. Por sus aptitudes literarias, Saavedra y Moreno, los dos hombres más importantes de la llamada Primera Junta, invitaron a López el 2 de junio, para que sea parte del flamante periódico La Gaceta de Buenos Aires. El mismo comenzó a publicarse el 7 de ese mismo mes y, aunque hoy puede interpretarse como una razón equivocada, fue por tal hecho que desde 1938 se recuerda el día del periodista en nuestro país.
López fue enviado como secretario auditor de Juan Hipólito Vieytes en la llamada Expedición Libertadora al Alto Perú, a partir de la cual se creó el famoso Ejército del Norte. El jefe de las tropas era el coronel riojano Francisco Ortiz de Ocampo, quien se negó a acatar la orden expedida por la Junta, del fusilamiento contra Liniers, antiguo compañero suyo durante las Invasiones Inglesas. Esto hizo relevar del cargo a Ocampo, y a pesar de su antigua amistad con el ex virrey, tuvo que aceptar la orden inflexible de Moreno y Castelli. Más adelante, presenció la victoria de Suipacha en noviembre de ese año, y pidió licencia para volver a Buenos Aires.
A fines de 1811, fue secretario del Primer Triunvirato y posteriormente, ofició como síndico del Cabildo de Buenos Aires. Con la llegada del Segundo Triunvirato y la popularmente conocida como “Asamblea del Año XIII”, Vicente López, que mantenía contacto con los miembros más importantes de la Logia Lautaro, fue diputado por Buenos Aires, junto con el ya mencionado Vieytes (llegó a ser secretario); y el sacerdote y político José Valentín Gómez, quien había sido su profesor de filosofía en el Real Colegio de San Carlos.
En el marco de esa Asamblea, fue que el 11 de mayo de 1813, le aprobaron la denominada “Marcha Patriótica”, que terminó siendo (con varias modificaciones hasta la letra que conocemos hoy), el Himno Nacional Argentino. Es por eso que se lo recuerda: fue sin duda, su obra máxima, a pesar de la versión que había presentado Esteban de Luca (ex compañero suyo en el San Carlos), o el mismísimo Fray Cayetano Rodríguez. Incluso, tanto De Luca como Rodríguez, en general son menos conocidos para los argentinos, que Blas Parera, el catalán que compuso la música del futuro himno escrito por Vicente López.
La experiencia positiva que había dejado el poema “El triunfo argentino”, y las cualidades literarias de Vicente, sumadas a una versión anti-española más belicista, para muchos adecuada para el momento que se quería mostrar, hizo inmortalizar la marcha que cada 11 de mayo se recuerda como Día del Himno Nacional Argentino.
Después del himno
Más allá de haber escrito el himno, Vicente López vivió 43 años más. Fue por este tiempo que se casó con Lucía Petrona Riera, una joven de 19 años. Con ella tuvo, en abril de 1815, a su único hijo: Vicente Fidel López. Fue por esto que, para no opacarlo, su padre comenzó a utilizar más adelante el apellido materno Planes. Así, a Vicente López también se lo conoce como Vicente López y Planes.
Después de la Asamblea, Vicente López estuvo ligado a los gobiernos directoriales, especialmente con Alvear y Pueyrredón. Tras la caída del primero en abril de 1815, fue juzgado y estuvo cerca de dos meses en prisión, aunque se salvó del destierro. Con Pueyrredón, fue ministro de gobierno, y formó parte del Congreso que declaró la independencia en Tucumán, cuando éste se mudó a Buenos Aires en 1817. Algunos sostienen que fue en estos momentos cuando López ingresó a la masonería, a pesar de su profesado catolicismo. Otros, en cambio, afirman que lo hizo unos años antes, al ponerse en contacto con la Logia Lautaro.
En ese congreso, votó en contra de la perpetuidad de los diputados y finalmente, la Constitución (de carácter unitario) se sancionó en abril de 1819, ya sin López presente. Esa carta magna fue rechazada y durante la llamada Anarquía del año XX en Buenos Aires, fue electo legislador. En 1825, López se incorporó al entonces Congreso General, y votó en contra, tanto de la federalización de Buenos Aires como de Bernardino Rivadavia para presidente. Sin embargo, Don Bernardino lo designó presidente del Departamento Estadístico.
Tras el polémico tratado de paz en plena guerra contra el Imperio del Brasil, que había firmado el ministro Manuel José García, y la situación interna que cada vez ardía más, Rivadavia renunció, y durante algo más de un mes, específicamente entre julio y agosto de 1827, Vicente López fue presidente provisional de las Provincias Unidas del Río de Plata. La medida más importante que tomó fue la disolución del Congreso, que en la práctica ya no servía por la no aceptación de la Constitución de 1826, aún más centralista (aunque republicana) que la de 1819; y disuelto nuevamente el poder central, convocó a elecciones en la provincia de Buenos Aires.
En agosto de 1828, asumió el nuevo gobernador, Manuel Dorrego, amigo de Vicente López. Fue ministro de Hacienda del ahora federal Dorrego, pero con el golpe del 1° de diciembre de 1828 que derrocó y luego fusiló a Dorrego por orden del nuevo gobernador Lavalle, se refugió con su familia en la recientemente independiente República Oriental del Uruguay.
Volvió al país durante la gobernación de Juan Manuel de Rosas. Para 1830, ya habiendo podido ejercer como abogado previamente, fue miembro del Tribunal de Justicia de la provincia de Buenos Aires, e incluso llegó a ser presidente de la Corte Provincial de Justicia. También fue legislador de la famosa Sala de Representantes durante la época rosista, pero como siempre se sentía a gusto con la jurisprudencia, renunció ni bien pudo.
Mientras tanto, Vicente López participó de las reuniones del famoso Salón Literario en la librería de Marcos Sastre, pero a diferencia de su hijo, no formó parte de la Generación del ’37, ni mucho menos de la llamada Asociación de Mayo. A pesar de la enorme correspondencia de los López que se encuentra en el Archivo General de la Nación (AGN), por las diferencias políticas, su hijo estuvo exiliado, primero en Montevideo y luego en Chile. Esto hizo que por casi 15 años no se pudieran volver a ver.
A la caída de Rosas, el nuevo hombre fuerte de la entonces Confederación Argentina, Justo José de Urquiza, no dudó en designarlo gobernador provisorio de la provincia de Buenos Aires. Así, Vicente López demostraba una vez más su capacidad para poner paños fríos en situaciones de crisis política, y además, se daba un hecho invalorable: volvió a ver a su hijo Vicente Fidel, quien compartió gobierno como ministro de Instrucción Pública del padre.
Luego de firmar el Acuerdo de San Nicolás y ante la negativa de la Legislatura porteña en las famosas “jornadas de junio” de 1852, renunció a su cargo, que hacía apenas un mes que había dejado de ser provisorio. Urquiza lo repuso luego de cerrar la legislatura, pero la presión social y política hizo que presentara su renuncia indeclinable a fines de julio. Así, López no volvió a participar en la vida pública y se mantuvo en su casa céntrica de la actual calle Perú al 500, hasta su muerte, ocurrida el 10 de octubre de 1856, a los 72 años.
A pesar de la cuestionable sumisión, primero a Rosas, y luego a Urquiza, Vicente López fue un servidor de lo que consideró la patria, o bien la República Argentina. Presenció el asesinato, tras el juicio a los Reynafé en la época rosista, por lo ocurrido con Facundo Quiroga en 1835. También aceptó los 200mil pesos de la época por parte de Urquiza, para ser gobernador de la tierra que había manejado el Restaurador a tajo y destajo, como en su momento denunció el autor del Martín Fierro, José Hernández (que también era “publicista” y ejercía la política desde el periodismo, con sus intereses particulares).
Sin embargo, no hay que pecar de anacronismos y entender cada etapa de la historia. Inclusive, fiel a su estilo, se dice que Vicente López murió recitando al poeta Horacio, además de balbucear las palabras “Patria” y “República Argentina”, en un contexto de país dividido entre el entonces Estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina.
Innumerables homenajes tiene el autor del himno: la localidad del Gran Buenos Aires y su partido homónimo, calles y avenidas en todo el país (tanto Vicente López como Vicente López y Planes, y hasta López y Planes a secas); establecimientos educativos, plazas, y un monumento en la ciudad de Buenos Aires.