Leonardo da Vinci murió el 2 de mayo de 1519 a los 67 años de edad en el castillo de Clos-Lucé, en Amboise, Francia.
Trescientos años más tarde, Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780-1867) inmortalizaba en un lienzo los momentos finales del artista asistido por el rey Francisco I de Francia, su ferviente admirador.
La historia de esta sentida despedida comienza años antes, en 1498, cuando el rey francés Luis XII conquista la ciudad de Milán y queda cautivado por la “La Última Cena”, mural pintado en el monasterio de Santa Maria delle Grazie. La fascinación fue tal que el rey planeó llevarse la obra a París, tarea que resultó imposible.
Desde entonces Leonardo quedó relacionado con la monarquía francesa que lo asistió a resolver los problemas legales que el artista tenía con sus hermanos por la herencia de su padre.
El 1515, ascendió al trono de Francia Francisco I, emparentado con Lorenzo de Medici a la sazón mecenas de Leonardo. El artista y el joven monarca se conocieron personalmente a fines de ese año. La impensada muerte de Lorenzo había dejado al artista sin patronazgo, oportunidad que Francisco aprovechó para llevar a Leonardo a su corte, junto a sus dos discípulos Melzi y Salai. Entonces Francisco vivía en Loire, más precisamente en el castillo de Amboise, y quería a Leonardo cerca, razón por la cual le cedió el castillo de Clos-Lucé (a menos de 500 metros de distancia de su residencia), además de un salario anual de 1000 ducados –que era el salario más alto para los funcionarios de la corte–.
Frecuentemente, Francisco visitaba a Leonardo con quien mantenía extensas charlas y a quien confiaba tareas de arquitectura e ingeniería, además de organizar fastuosos festejos como el llamado “Festival del Paraíso”.
Sin embargo, la salud del artista estaba resentida, una serie de accidentes vasculares le habían ocasionado una hemiplejia derecha (Leonardo era zurdo), pero está minusvalía no detuvo las múltiples tareas que llevaba adelante. El secretario del cardenal Luigi d’Aragona, Antonio de Beatis, hizo una larga y detallada descripción de las actividades de Leonardo como describir los cuadros en los que estaba trabajando (entre ellos la célebre dama Belle Ferroniere, probablemente la amante de Francisco que le habría contagiado una enfermedad venérea).
Diez meses antes de su muerte, Leonardo dejó de escribir su diario en esa misteriosa disposición especular y unos días antes del fatal 2 de mayo 1519 escribió su testamento, un signo de que ya se esperaba el desenlace.
Según Giorgio Vasari, su primer biógrafo, Leonardo se aferró a la religión y recibió los santos sacramentos. Francisco lo visitaba frecuentemente y estaba al tanto de la evolución de su enfermedad. Sabía que poco le quedaba de vida y aquel día de mayo se acercó al lecho del maestro que trató de incorporase para recibir a su majestad.
Según Vasari, Leonardo expresó su pesar ante Dios por no haber podido completar su tarea artística. El rey lo abrazó y apoyó su cabeza contra su hombro tal como lo retrató Ingres. Para Vasari, Leonardo murió en brazos del rey, aunque según las crónicas de ese día Francisco celebraba el nacimiento de su segundo hijo en Saint Germain, lo que haría imposible su presencia en castillo de Clos-Lucé. Sin embargo, una obra de arte como esta puede desafiar las crónicas más precisas.
Como habíamos dicho, Leonardo dejó un testamento dando precisiones sobre el destino de sus bienes (que habrían de terminar en manos de sus discípulos y sirvientes) y la disposición de sus restos mortales.
Sus diarios fueron a parar a manos de Francesco Melzi, quien trató de ordenar los 20.000 documentos acumulados aunque estos terminaron dispersos por Europa y recién fueron reunidos por Bill Gates.
Sus cuadros fueron a manos de Salai. Después de su muerte fueron heredados por su esposa e hijas pero terminaron en manos del estado francés (durante su reinado, Napoleón tenía “La Gioconda” en sus aposentos de Fontainebleau).
El cuerpo de Leonardo fue enterrado en la capilla real de San Florentino, pero fue destruida durante las guerras hugonotes (1562-1598). Desde entonces los restos del artista se hallan extraviado aunque en algunas excavaciones en el castillo de Ambroise se encontraron restos humanos que se piensan podrían pertenecer al gran maestro.
“Nunca la pintura fue más honrada por un artista”, sostuvo Giorgio Vasari, un ferviente admirador del artista más conocido de la historia.
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