Los dilemas del presidente Avellaneda

Sobre el hambre y la sed de los argentinos

Nicolás Avellaneda (1837-1885) prefería ser recordado como el rector de la Universidad de Buenos Aires antes que como presidente de los argentinos. Los sinsabores en el ejercicio de la primera magistratura habían amargado su espíritu y resentido su salud. De hecho murió cinco años más tarde, antes de cumplir los cincuenta.

Su  mandato comenzó con una revolución (la de 1874) y terminó con otra (la de Carlos Tejedor en 1880). Durante su presidencia, organizó la inmigración, se extendió el telégrafo y el ferrocarril, se conquistó la Patagonia y se hizo la primera exportación de carne en el buque “Le Frigorifique” (1876). Sin embargo, también sufrió la primera huelga de nuestra historia y llevó a cabo el ajuste económico más notable del siglo XIX para honrar los compromisos de la deuda nacional. Este ajuste lo anunció en términos que no dejaban dudas.

“(…) Hay dos millones de argentinos que economizarán sobre su hambre y sobre su sed para responder en una situación suprema a los compromisos de nuestra fe pública en los mercados extranjeros (…)”. La expresión, por sí gráfica, ha quedado en la historia para el debate.

El gobierno de Avellaneda rompía con varios paradigmas políticos. Nicolás había sido criado en Bolivia, donde debió exiliarse su familia. Su padre, Marco Avellaneda, había sido el creador de la Liga del Norte, un grupo de gobernadores antirosistas que apoyaron las campañas de Lavalle y Lamadrid. Todo terminó en desastre, y Marco fue decapitado en Metán, convirtiéndose en mártir para la corriente unitario-liberal.

Avellaneda fue el más joven de los presidentes argentinos (sigue siendo el más joven en haber accedido a la primera magistratura) y el tercero con un título universitario (el primero fue Vicente López y Planes, solo para desarmar la presidencia de Rivadavia y el segundo fue Santiago Derqui, que no llegó a concluir su mandato). También fue el primero en no pertenecer al ejército “ni saber usar un arma”, como dijo Sarmiento durante su asunción.

Heredó las pesadas deudas contraídas para sostener la guerra de la Triple Alianza, el proceso de unificación nacional que implicó represión de revoluciones como la de Chacho Peñaloza y las guerras jordanistas en la Mesopotamia, epidemias como las del cólera que asolaron varias provincias y la fiebre amarilla que diezmó la población de Buenos Aires. También heredó los servicios del empréstito Baring Brothers que arrastrabamos desde 1826, cuando Rivadavia tuvo la inescrupulosa idea de contraerla a tasas ridículas que pesaron sobre nuestra economía por décadas. Además, hubo otros endeudamientos menores cuyos destinos no quedaron del todo claro.

Desde 1864, la lay de bancos libres otorgó a particulares la facultad de emitir billetes sin respaldo. Tres años más tarde y ante el desorden de tantos papelitos de colores dando vueltas por allí ya que nadie los quería, el Banco de la Provincia de Buenos Aires adoptó la convertibilidad al oro, es decir, que los billetes podían cambiarse por el precioso metal. El banco, a fin de sostener la emisión, recurrió al endeudamiento externo y entre 1863 y 1873 contrajo 13 empréstitos.

En 1873, durante el gobierno de Sarmiento, se percataron que no podían mantener la convertibilidad. Esta se suspendió y desencadenó una crisis de confianza complicada por el caos  financiero mundial debido a las guerras que azotaban a Europa y el estallido de la burbuja del ferrocarril en USA. 

Como entonces los reclamos económicos se hacían con las cañoneras y no en forma muy civilizada (como resultó la invasión francesa a México), era mejor mostrarse como un país confiable, y a eso se dedicó Avellaneda. Era mejor hambre y sed que sangre y muertos…

La actitud de Avellaneda fue, para los cultores de esa perspectiva histórica revisionista que ve la historia con perspectivas Morales del siglo XXl y no con los criterios del momento en que se tomaron esas medidas, “entreguista y de subordinación a los poderes dominantes”. Es verdad que algunas actualizaciones de la Baring Brothers eran muy  discutibles, pero las deudas eran reales y las circunstancias apremiantes.

Al final, Avellaneda pagó, no hubo tanta sed ni tanta hambre y pronto los negocios florecieron, los inmigrantes buscaron este país que albergaba a “los hombres de buena voluntad”,  el telégrafo y el ferrocarril cruzaron las pampas llevando la civilización (y con ella la especulación), y el gran negocio de las carnes argentinas prosperó gracias a los avances tecnológicos.

Avellaneda fue, en su momento, un presidente discutido, con escaso capital político propio. Tuvo que negociar cada punto, cada medida que quería tomar con la oposición. Esto incluyó hasta la repatriación de los restos de San Martín después de 30 años de espera , circunstancia que le permitió un acercamiento con Bartolomé Mitre, autor de la biografía del Libertador mientras estaba preso por la revolución de 1874 (que por poco le cuesta ser fusilado porque Mitre se encaprichó en nombrar un cadete para asumir su defensa ante una corte marcial).

A pesar de la revolución encabezada por Carlos Tejedor ( que costó miles de muertos ) , Avellaneda pudo entregar el gobierno a su comprovinciano, el general Roca quien contó con el ambiente propicio para comenzar con el despegue económico de Argentina (aunque como en toda economía que crece exageradamente, se produjo una burbuja que estalló durante el gobierno de Juárez Celman, su cuñado)

Como vemos, estos vaivenes de la economía argentina son moneda corriente, cada crisis profundiza la anterior pero ,cada tanto , aparece alguien que intenta enmendar los errores que le eran ajenos. En el caso de Avellaneda, redujo los sueldos de la administración pública en un 15%, comenzando por el propio.

En estos días se inicia un nuevo periodo histórico en el país ,con la intención de enmendar desajustes y errores de larga data , como los que debió enfrentar Avellaneda hace años . Este puso pecho a la adversidad y logró su cometido .Hoy lo vemos como un prócer pero en su tiempo fue discutido, abucheado y, como dijimos, hasta debió soportar una huelga , un acto inédito en el país ,símbolo significativo del desasosiego que se vivía ¿Nos espera lo mismo?

Los argentinos no somos muy originales, solo cada vez más exagerados

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