El nazismo en el mundo

¿Por qué tanta gente inteligente y formada se dejó llevar por este hombre? ¿Por miedo? ¿Por fanatismo? ¿Por patriotismo? ¿Por despecho? ¿Cómo es que un país que tuvo genios como Bach, Beethoven, Mendelsohn, Kant, Hegel, Fichte y Schelling pudo arrastrarse tras un individuo como Hitler o un esquizofrénico declarado como Rudolf Hess o un psicópata como Goebbels? ¿Cómo es que una nación que tuvo pensadores como Wittgenstein, Weber y Heidegger se entregó a un delirio racial y a un ideario poco consistente? ¿Por qué una nación que produjo personalidades como Albert Schweitzer, Einstein, Max Planck y cientos de científicos notables se embarcó en una guerra contra el resto del mundo aludiendo a una supuesta superioridad nacional?

Entre 1901 y 1933 Alemania llevaba ganados treinta y tres premios Nobeles, Inglaterra ocho y Estados Unidos apenas seis. Tomamos el premio Nobel como un parámetro, no porque siempre hayan sido justas sus elecciones (muchos científicos de mérito no fueron premiados por la Academia sueca), sino como un parámetro para medir la excelencia académica. Más de veinte de estos científicos premiados continuaron trabajando en la Alemania de Hitler y muchos de ellos, como Johannes Stark (1874- 1957), fueron entusiastas adherentes del régimen. Cabe consignar que después de la designación del opositor al nazismo, el escritor Carl von Ossietzky (1889-1938)*, al premio Nobel de la Paz en 1935, Hitler se ofendió con la Academia sueca y prohibió que los ciudadanos alemanes aceptasen el premio.

Un país de cincuenta millones de habitantes pudo mantener en jaque a Europa y al mundo por cinco años gracias a las mentes que idearon los Panzer, los V1 y V2, los U-boote y los Messermiths, y fue capaz de compensar sus falencias estructurales con ingenio y habilidades técnicas, aunque muchos de los creadores y productores de estos adelantos estaban al tanto del trabajo esclavo y hacían experimentos con personas como si fuesen ratas de laboratorio.

Toda aberración es posible de la mente humana, por más brillante que sea, si le dan los medios y los justificativos. “Cuando Dios no mira”.

El historiador británico Ian Kershaw (1943), uno de los principales estudiosos del Tercer Reich, se pregunta si otros países habrían reaccionado en forma más honorable bajo las mismas circunstancias. Los rusos recurrieron a las purgas bolcheviques y los gulags. En cada país que pisó el nazismo surgieron fuerzas tanto o más oscuras que la SS, como los ustashas en Croacia. Cientos de belgas, rumanos, franceses y hasta ingleses formaron grupos ultra-nazis e integraron los cuadros de la SS. El fascismo italiano fue menos vehemente que el alemán en la lucha racial, pero igual de fanático en el marco político. Y no profundicemos en la violencia japonesa, país que aplicó normas de una crueldad sádica en sus prisioneros de guerra. Ian Kershaw responde su pregunta con un lacónico: “Sospecho que no”. El mal está en nuestros cromosomas. La violencia y la arbitrariedad está en nosotros. Solo hay que crear el medio adecuado para que se exprese.

El relato de los vencedores crea la falsa impresión de que las conductas de los alemanes eran excepcionalmente violentas y perversas, aunque gran parte de la clase dirigente norteamericana, inglesa y de muchas naciones en el mundo (incluida Argentina) compartía, antes de la guerra, las ideas propugnadas por el nacionalsocialismo alemán y muchos de ellos fueron grandes admiradores de sus logros y propuestas e hicieron buenos negocios con el régimen. Este es un detalle no menor, porque el éxito económico inicial del nazismo permitió la difusión de sus ideas y la adhesión de miles de incautos que creían que de esta forma Alemania se encaminaba a su destino de grandeza. Sin éxito económico, no hay éxito político. Y Hitler hizo lo que hizo porque llenó los bolsillos de muchos alemanes y dio prosperidad a un pueblo marginado por una derrota. Sin inversiones foráneas, el nazismo no hubiese subsistido.

En 1919 Henry Ford (1863-1947) publicó El judío internacional, libro del agrado del Führer, quien condecoró a su autor, no solo por adherir a la lucha racial, sino por las sustanciosas inversiones que realizó en Alemania. También fue condecorado Charles Lindbergh (1902-1974), el famoso piloto del “Espíritu de Saint Louis”, que atravesó por primera vez el océano Atlántico. Lindbergh fue un arduo defensor de la neutralidad americana para evitar la guerra entre Estados Unidos y Alemania**.

Henry Flagler (1830-1913), socio de John Rockefeller (1839-1937) y gran promotor del crecimiento de Miami Beach, hasta el comienzo de la guerra, impedía que los judíos adquiriesen tierras en esa ciudad y les negaba hospedaje en los hoteles.

Thomas Watson (1874-1956)***, el presidente de la empresa IBM, apoyó a Hitler, y sus tarjetas perforadas permitieron la identificación de los prisioneros en los campos de concentración. Joseph Kennedy (1888-1969), el padre del futuro presidente y embajador americano en Londres, era un admirador de Hitler.

Los norteamericanos cuentan con una larga historia de movimientos eugenésicos y experimentación con humanos (como el experimento Tuskegee que usó personas de color para ver la evolución natural de la sífilis cuando ya existía la penicilina), amén de las bombas atómicas que cayeron sobre Japón, las bombas de fósforo que arrojaron sobre Alemania**** y las de napalm sobre Vietnam. También ellos fomentaron la discriminación racial y aceptaron la esclavitud hasta mediados del siglo XIX. Se suele decir que Hitler se levantó de su palco sin saludar al atleta de color Jesse Owens (1913-1980) cuando ganó sus cuatro medallas olímpicas en 1936. Pero Owens era un ídolo al que los alemanes paraban en la calle para pedirle autógrafos. Sin embargo, el presidente de Estados Unidos no lo recibió en su despacho cuando retornó de las Olimpiadas y Owens volvió a viajar en la parte destinada a la gente de color en el transporte público. Los miles de soldados de color que pelearon para Estados Unidos durante la Segunda Guerra lo hicieron como personal de mantenimiento, intendencia y maestranza. Si hubiesen peleado por su patria deberían contar con los mismos derechos. Por tal razón tenían trabajos subalternos.

No se quedaron atrás los soviéticos con las enormes purgas del estalinismo, las hambrunas en Ucrania y los pogroms antisemitas. Nada le recriminaron a Hitler cuando se aliaron con Alemania para atacar a Polonia. Muy por el contrario, gustosamente se repartieron el botín (fueron los rusos quienes asesinaron a miles de oficiales e intelectuales polacos en los bosques de Katlyn.

Al mismo tiempo que Himmler organizaba Dachau, los soviéticos realizaban purgas entre sus profesionales enviando a heladas vacaciones siberianas a cualquiera que expresase alguna duda sobres las bondades del marxismo o siquiera fuese sospechado de pensar esas dudas. El terrorismo de Estado comenzó inmediatamente después de la Revolución de Octubre. Joseph Stalin (1878-1953) solo generalizó el mecanismo represor instalado por Lenin (1870-1924). El archipiélago Gulag fue el precursor de los campos de concentración. Según algunas estimaciones, Stalin eliminó a veinte millones de enemigos políticos, pero la supuesta “corrección política” de la izquierda ha minimizado este genocidio, al igual que el perpetrado por la revolución cultural de Mao*****. Es lo que Jean-François Revel (1924-2006) llamó con ironía “la cláusula del totalitarismo más favorecido”.

El discutido historiador alemán Ernst Nolte (nacido en 1923) escribió un artículo llamado “El pasado que se niega a pasar”, donde postula que no podemos solamente recordar las barbaridades de los vencidos y olvidar los excesos de los vencedores (sin que lo dicho deba ser tomado como una apología de la barbarie nazi).

Matar a una persona convierte a un individuo en asesino, pero si ese individuo ordena la muerte de millones, es un estadista o un conquistador. Las conquistas de Napoleón ocasionaron más muertes (proporcionalmente a la población de entonces) que el nazismo, pero para muchos sigue siendo un genio militar y no un asesino de masas… El relato construye héroes y criminales… En algún momento deberemos quitar ese “aire heroico” a los conquistadores.

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*Fundador del movimiento “Nunca más guerra”. Denunció el rearme alemán y fue acusado de revelar secretos militares en sus artículos, por eso sufrió cinco años de prisión. Murió de tuberculosis a los 48 años.

**Una vez declarada la guerra, Lindbergh peleó para Estados Unidos en el océano Pacifico contra Japón, asistiendo con sus consejos a los pilotos americanos.

*** Watson invirtió más de un millón de dólares para desarrollar la fábrica de IBM en las afueras de Berlín. Con sus máquinas se hizo el censo que permitió detectar a los descendientes de judíos y gitanos. Originalmente se estimaban 600.000 judíos en Alemania, pero este censo permitió llegar a los 2.000.000 de individuos que fueron víctimas de la discriminación. En los campos de concentración se registraba a los prisioneros con un sistema de tarjetas provistas por una subsidiaria de IBM.

****Operación Gomorra mató a 45.000 civiles en Hamburgo, la noche del 24 de julio de 1943; la misma cantidad de muertos en Londres por todos los bombardeos a lo largo de toda la guerra.

*****A lo largo del gobierno de Mao, 50 millones de personas sufrieron prisión. Entre 1959 y 1961 se produjeron más de 20 millones de muertes a causa del hambre y entre en 1966 y 1967 se calcula que el gobierno mató a otro millón de personas por cuestiones ideológicas, aunque estas cifras no puedan confirmarse.

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Esto extraído del libro

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