Pasiones, desencuentros y afectos: la compleja relación de José de San Martín con sus hermanos

Cuando José Francisco San Martín llegó a Buenos Aires en 1812, ya había varios oficiales con el mismo apellido relacionados con el santo de origen francés, San Martín de Tours. Existen varios lugares en España que hacen referencia a este santo, como ser: San Martín de Rubiales, San Martín de Arroxo y San Pedro de San Martín de Neira de Rei.

La fiesta de San Martín de Tours es el 11 de noviembre, marcando el inicio de los primeros rigores del frío europeo. En esa fecha, se acostumbraba sacrificar a los cerdos que no estaban en condiciones de pasar el invierno. De allí proviene la frase “a cada chancho le llega su San Martín”, expresión recogida en el Quijote, que nada tenía que ver con nuestro héroe…

Juan de San Martín y Gregoria Matorras

El padre del Libertador, el capitán Juan de San Martín y Gómez (1728-1796), era oriundo de Cervatos de la Cueza, provincia de Palencia, antiguo reino de León. Su madre, Gregoria Matorras del Ser (1738-1813), también había nacido en Palencia. Un primo de Gregoria, Gerónimo Luis de Matorras, fue gobernador de Tucumán. Es interesante destacar que, cuando el Libertador regresó a América en 1829 (sin llegar a la convulsionada Buenos Aires, pasó varios días en Montevideo), utilizó el apellido de su madre para pasar desapercibido.

Cuando Juan de San Martín (que había comenzado su carrera como soldado y por sus méritos pudo llegar a oficial) fue comisionado al Virreinato del Río de la Plata, se casó con Gregoria, que aún estaba en España, por poder. Los únicos hijos del matrimonio nacidos en lo que sería suelo argentino fueron los dos menores, José Francisco y Justo Rufino. Los demás, salvo alguna duda sobre la primogénita, habrían nacido en la hoy llamada Calera de las Huérfanas, cerca de Carmelo, República del Uruguay, donde su padre se desempeñó como administrador de los bienes confiscados a los jesuitas en la Banda Oriental.

La excelente gestión de Juan de San Martín y Gómez como administrador lo llevó a ser nombrado teniente gobernador de Yapeyú. Después de esto, regresó a España con su familia a bordo de la fragata “Santa Balbina”. Sin embargo, su carrera militar en su tierra natal no prosperó, y por varios años tuvo que reclamar el pago de haberes impagos a las autoridades.

Los hijos de Juan y Gregoria siguieron la carrera de las armas, y su hija María Elena también se casó con un exoficial que entonces actuaba como tesorero de rentas en Barcelona.

José de San Martín en Buenos Aires

Como decíamos al inicio de este artículo, cuando San Martín llegó a Buenos Aires en 1812 no era el único militar con ese apellido, aunque ninguno de estos homónimos fuera pariente. El más conocido era Bernabé San Martín, quien se había desempeñado como oficial durante las invasiones inglesas, y para el año que arribó José Francisco, ya había sido designado comandante de armas de Entre Ríos. Mientras el futuro Libertador organizaba el ejército de los Andes, Bernabé era coronel de las milicias de caballería de la Provincia de Buenos Aires y participó de las luchas civiles en la campaña contra Santa Fe. En 1820, Bernabé se asentó en Baradero, donde administró sus propiedades y falleció en esa localidad a los 47 años.

También coetáneo de José Francisco fue el capitán Francisco Bruno San Martín, sobrino del ya mencionado Bernabé, que actuó con el grado de capitán en la batalla de Salta (1813) a las órdenes de Belgrano. Luego continuó su vida como productor agropecuario en Baradero.

Entre los miembros destacados de esta familia se encuentra Gerónima San Martín de Buchardo (ninguna relación con Hipólito, el marino que también sirvió a las órdenes del general como granadero en el combate de San Lorenzo), una ferviente patriota quien, al conocer la noticia de la victoria de Chacabuco, mandó a forjar una ventana con la inscripción: “¡Viva la patria, 1817!”. Esta ventana se exhibió frente a la casa situada entre las actuales calles Córdoba entre Florida y San Martín. Los porteños solían conocer a doña Gregoria como “la señora de la reja”.

Los hermanos de José de San Martín

La carrera del Padre de la Patria es conocida por todos, no así la de sus hermanos que continuaron sirviendo a la corona de España.

La primogénita, María Elena, como ya señalamos, vino a este mundo en 1771 (se discute si nació en Buenos Aires o en la Banda Oriental) y asistió a su madre en la crianza de sus hermanos. Luego, volvió a España y contrajo matrimonio con un exmilitar llamado Rafael González Álvarez de Menchaca. José Francisco mantuvo con su hermana una larga relación epistolar donde trasunta su aprecio por esta mujer a la que dejó en su testamento “una pensión de mil francos anuales, y a su fallecimiento, se continúe pagando a su hija Petronila, una de 250 hasta su muerte”. Fue al único miembro de su familia con el que tuvo esta deferencia. María Elena murió en 1853.

Manuel Tadeo, el mayor de los varones, nació en la Calera de las Huérfanas (que entonces se llamaba de Las Vacas) en octubre de 1772. De esta localidad, provenía la cal con la que se construyeron algunas viejas iglesias de Buenos Aires, de allí el nombre y la importancia histórica. Después de regresar a España con su familia, Manuel ingresó como cadete al Regimiento de Infantería de Soria, junto a su hermano Juan Fermín Rafael (con 16 y 14 años, respectivamente).

Manuel peleó contra los franceses y estuvo tres años preso de los mismos. Llegó a coronel de las Nuevas Poblaciones de Andalucía. Fue de los San Martín el que más se opuso a la incorporación de su hermano menor a las tropas criollas. De hecho, no contestó las cartas que José Francisco le enviaba desde el Nuevo Mundo. Sin embargo, cuando José Francisco presidia los destinos de Perú, fue Manuel Tadeo quien le escribió, probablemente instado por las autoridades españolas. El general no le contestó. Manuel Tadeo se retiró después de 41 años de servicios y murió un año después que el Libertador.

Juan Fermín fue destinado a las Filipinas, donde alcanzó el grado de coronel. Intervino en la represión de las distintas insurrecciones que hostigaron al bastión español. Fue el hermano que murió a más temprana edad, pero dejó descendencia, por lo que es muy probable que en algún lugar de Filipinas aún viva un pariente lejano del Libertador. En su hoja de servicio, Juan Fermín fue destacado por su “valor acreditado, aplicación sobresaliente, mucha capacidad y buena conducta”. En 1950, cuando se celebró el año del Libertador, el general Juan Domingo Perón, al conocer este detalle de la vida de San Martín, envió un busto del gran capitán a Manila.

Justo Rufino era dos años mayor a José Francisco, y se cree que también nació en Yapeyú (aunque no exista documentación concluyente). Inició su carrera como guardia de corps del rey, participando en el motín de Aranjuez que forzó la abdicación de Carlos IV. Luego, acompañó a Fernando VII a la frontera donde el entonces “Deseado”, como le decían, comenzó su dorado cautiverio en manos de Napoleón. Justo Rufino ascendió a teniente coronel peleando contra los franceses. Fue, sin dudas, el más cercano a José Francisco a quien fue a recibir cuando llegó a Francia después de su extensa campaña americana. Lamentablemente, Justo Rufino falleció en 1832, privando al general de su compañía.

En la primera mitad del siglo XIX, España atravesó años difíciles, dividida por guerras, invasiones, facciones profrancesas, liberales y monárquicos. El colapso del imperio, creó diferencias políticas insalvables que también afectaron a las familias como la de San Martín, cuyos hermanos continuaron sirviendo a la corona española. La figura tragicómica de Fernando VII, la posterior corrupta regencia y el desastroso reinado de Isabel ll, suscitaron odios y enconos entre españoles que vivían la dramática decadencia de la nación y la disolución de su imperio. En algunos de los súbditos de los Borbones prevaleció el juramento de lealtad a la corona, mientras otros se vieron liberados de esta obligación ante el caótico curso de los acontecimientos y las controvertidas actitudes de los monarcas.

En este contexto histórico vivieron los San Martín, quienes no pudieron permanecer ajenos a las controversias y disyuntiva de su época, al igual que muchísimas familias a los largo de los siglos.

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Esta nota también fue publicada en TN

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