Virginia Hall: La espía más temida

A Virginia Hall, “la espía más peligrosa de los Aliados” según la Gestapo, la faltaba una pierna. La había perdido en un accidente de caza en Turquía mientras prestaba servicios en la embajada norteamericana de Estambul.

Para una joven egresada de la Universidad de Radcliffe con postgrado en Washington, París y Viena, esta no era una limitación, pero sí lo era para el Departamento de Estado norteamericano que pensaba que a un funcionario de ese país no le podía faltar un miembro … y así terminó la carrera diplomática de Virginia Hall que viajó a Francia y se alistó en el servicio de ambulancias apenas iniciada la Segunda Guerra Mundial.

Tras la toma de París por los nazis, Virginia huyó de Francia pedaleando con su pierna de madera hasta que logró abordar uno de los últimos ferries que se dirigía a Inglaterra. En Londres conoció a Vera Atkins (1908-2000), una espía británica de origen rumano quien la reclutó como miembro del grupo de Operaciones Especiales británico.

Virginia Hall hablaba 4 idiomas en forma fluida lo que la convertía en la espía ideal para sabotear, robar información y matar nazis a pesar de su pierna de madera.

Su nuevo nombre de guerra fue “Germaine” y nuevamente en Francia, informó a Londres de los movimientos de tropas y colocó bombas en las instalaciones nazis con tanta eficacia que Klaus Barbie (1913-1991), el “carnicero de Lyon”, imprimió carteles con su supuesto retrato prometiendo una recompensa por toda la información que condujese a la detención de esta mujer que cojeaba. A su criterio era la más peligrosa de los agentes de los Aliados en Francia.

Mientras tanto ella formó un grupo de “maquis” franceses, cuyo nombre clave era “Heckler”, para rescatar pilotos británicos abatidos en Europa a fin de llevarlos sanos y salvos a Inglaterra.

Klaus Barbie estaba obsesionado con esta mujer y organizó redadas y torturó a prisioneros a fin de dar con la esquiva espía. Un espía de la Gestapo, Abbe Ackuin, alias “Bishop”, logró infiltrarse en la resistencia y estuvo a punto de dar con Virginia Hall, pero ésta consiguió escapar cruzando los Pirineos a pie. En la frontera española fue apresada por las autoridades ya que no tenía el visado en regla. Pasó 6 semanas en una cárcel de Gerona hasta que la embajada americana en Madrid presionó al mismísimo Franco para que la liberara. Allí trabajó por unos meses en oficinas americanas, pero Virginia no se sentía útil como burócrata y pidió volver a la acción.

Esta vez los norteamericanos debieron reconocer que la discapacidad de Virginia Hall no era una limitación y pasó a formar parte de la OSS, la oficina de Servicios Estratégicos predecesora de la CIA.

Vuelta a Francia bajo la identidad de Marcelle Montagne, una viejita que ordenaba cabras, recopiló información vital sobre los movimientos de las tropas nazis en la defensa de Normandía.

Virginia organizó un grupo de resistencia con 1900 miembros, pero divididos en células de 25 para que, en caso de que alguno confesara, no cayera toda la organización sino a lo sumo los miembros de un grupo. Entre sus colaboradoras había tres mujeres: Diana Rowden (1915-1944), Violette Szabo (1921-1945) y Lilian Rolfe (1914-1945) que actuaron valientemente, pero fueron capturadas y muertas con un disparo en la nuca en un campo de concentración.

Terminada la contienda, Virginia Hall fue a París donde escribió un informe en el que identificaba a las personas que habían colaborado con la resistencia y merecían un reconocimiento.

Los gobiernos de Francia e Inglaterra la condecoraron y el presidente Harry Truman en persona quiso entregarle el galardón, pero ella prefirió un acto sencillo y que la medalla se la entregaste William J. Donovan (1883-1959), el fundador de la OSS. La única persona que participó del evento fue su madre.

Virginia Hall continuó trabajando en la CIA hasta su jubilación. Murió en 1982 a los 76 años.

En Washington hay un Museo Internacional del Espionaje que alberga una exposición permanente en honor a la espía que más temían los nazis.

Pocos reportajes concedió en vida y no le gustaba hablar de su pasado. Prefería ser discreta, casi parca, porque “mucha gente que conocí durante la guerra, murió por hablar de más”.

Una gran enseñanza…

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