FIGUEROA ALCORTA

“Los presidentes argentinos no son felices. Todo el mundo

cree que somos árbitros absolutos de la suerte del país y la de

todos sus habitantes, y, en consecuencia, se nos responsabiliza

del menor suceso”.

“Con las riendas del poder en sus manos tiene el enorme

disgusto de comprobar que por más que su cargo lo proclama

oficialmente superior a todos, los recursos humanos no son

suficientes para labrar la felicidad de todos sus semejantes”.

José Figueroa Alcorta

Al despedir los restos de José Figueroa Alcorta, el Dr. Rómulo Naón expresó: ¡Ha caído el más bueno! Y hemos elegido ese concepto para englobar el análisis que hicimos sobre su persona, algo nada fácil.

No es sencillo abordar un trabajo acerca de José Figueroa Alcorta por la escasa información fidedigna que circula en torno a su nombre. Con escasas excepciones (el libro de Díaz de Molina es una de ellas) gran parte de lo escrito sobre Figueroa Alcorta ofrece una versión distorsionada tanto de su persona como de su gobierno. Las versiones que se difunden están tergiversadas o directamente inventadas, repitiendo situaciones que se dan por sentadas y que no ocurrieron de esa manera. Suele asociarse a Figueroa Alcorta con los festejos del Centenario pero su desempeño en la primera magistratura nos dejó mucho más que eso. Figueroa Alcorta es más que una fotografía en landó al lado de la Infanta Isabel.

Su presidencia no fue sencilla. Atravesada por graves y atendibles conflictos sociales a la vez que por una feroz oposición por parte del régimen imperante que no le dio tregua, esta oposición absorbió su tiempo, perjudicó su salud e impidió que muchas de sus ideas no se pudieran plasmar en la realidad. Figueroa Alcorta logró desarmar la máquina del roquismo, quebró la influencia de Roca hasta enviarlo a la vida privada. Para ello tuvo que intervenir provincias o clausurar las sesiones extraordinarias del Congreso en 1908, acto último que tuvo adhesión popular en todo el país.

Sufrió la soledad moral de soñar con un programa de gobierno “honestamente, sólo sentido por él, por nadie más que él”, según dijo su admirador Félix Basterra. Figueroa Alcorta deseaba que las instituciones sociales fueran una verdad y no una ficción al servicio de los poderosos, quería que las relaciones entre el gobierno y el pueblo fueran reales y no expedientes burocráticos. Fue quien abrió el camino para hacer realidad la modificación del sistema electoral de entonces y se orientara al sufragio libre.

Su administración llevó la economía del país a su grado más alto, las riquezas fueron bien explotadas, hubo expansión del ferrocarril y de diferentes obras públicas. Sentó precedentes por su hábito de conmutar penas de muerte tras no soportar el haber hecho cumplir una, promovió actitudes que arraigaron en nuestra sociedad: el festejo del día del animal (el primero de ellos contó con su aval y su presencia), el padrinazgo presidencial, la colocación de la primera piedra en las casas municipales para obreros. Responsable de hechos concretos como la creación del Departamento Nacional del Trabajo, del decreto que garantizó reservas de petróleo apenas descubierto éste en Comodoro Rivadavia, u otros decretos como el del 24 de mayo de 1907 que confirmó los colores de nuestra bandera o el que posibilitó la creación de un parque nacional en Nahuel Huapí. Figueroa Alcorta fue quien le encargó a Paul Groussac escribir una memoria para demostrar los derechos argentinos sobre las islas Orcadas. También dio impulso a la educación, a las bellas artes, fue un hombre que estaba a favor del voto femenino calificado y tenía la creencia en el progreso social a través del trabajo. El escritor español Vicente Blasco Ibáñez, que lo conoció, le tenía admiración “porque luego de recorrer gran parte del país, me he convencido de que su presidencia marca una de las más grandes fases del desarrollo argentino, y debe figurar en la historia como la magistratura republicana, tal vez más práctica, sanamente enérgica, útil y beneficiosa, que ha conocido este país”.

Sin embargo este no es un libro destinado a analizar sus actos de gobierno. Este es un libro dedicado a su personalidad, su manera de ser y de ver la vida. Porque es imposible desmenuzar objetivamente sus acciones de gobernante tanto al frente del poder ejecutivo, el legislativo (como vicepresidente) y su posterior desempeño en la Corte Suprema sin conocer siquiera la fina sensibilidad que rodeó la personalidad de este hombre. Solo conociéndole en lo más íntimo pueden llegar a comprenderse sus actos, valorar su pensamiento, comprender sus decisiones. Los hombres que ocupan posiciones de poder pueden modificar el curso de los hechos, el devenir de la historia.

Nos debemos estos análisis porque Figueroa Alcorta sigue siendo un desconocido en la Historia Argentina y se repiten clisés sin sentido ni fundamento acerca de él. Aquí desarrollamos un trayecto que se inicia con su personalidad, tratando de interpretar su manera de ser, los ataques que sufrió y que culminaron en su aislamiento. No podemos dejar de relatar el episodio donde permaneció como rehén en la revolución radical de 1905 por la honda huella que dejó en su personalidad. Hubo una serie de personajes que se sintieron obnubilados por Figueroa Alcorta (esto nos dice mucho de la personalidad de nuestro protagonista) algunos ignotos como Egidio Zaniboni y otros conocidos como David Peña o Almafuerte. Su relación con el pueblo, la forma en que se tomaba el trabajo de atender los pedidos que recibía, sean recomendados o no; el impacto que causó en la gente sus viajes a Córdoba y Rosario….

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