La estupidez en política ¿es una desventaja?

“En política, la estupidez no es una desventaja. No lo digo yo, ni lo ha dicho Alejandro Borensztein, lo dijo Napoleón que del tema sabía tanto que invadió Rusia en invierno… Algunos pensadores como Charles Simic (1938-2023) llegaron a decir que la estupidez a veces se convierte en la mayor fuerza que mueve la historia (la guerra, señores, es una trágica estupidez).

No sé si es para tanto, pero seguro que mueve las comedias desde los tiempos de Aristófanes, la literatura, las obras de teatro y las editoriales… Ya lo decía Bertolt Brecht (1898-1956): “No hay que combatir a los dictadores, hay que ridiculizarlos”. Y muchos facilitan la tarea de los escritores, sin distinciones de color político. Estos son solo unos ejemplos, una infinitésima fracción de lo único de lo que Einstein estaba seguro de su infinitud…

William H. Seward (1801-1872) estaba tan seguro de ganar las elecciones norteamericanas de 1860 que decidió hacer un viaje al exterior “para afianzar las relaciones exteriores del país”. Cuando volvió se enteró que un abogado desconocido de Illinois, un tal Abraham Lincoln (1809-1865) era el nuevo presidente de Estados Unidos.

Benito Mussolini (1883-1945) era tan soberbio e histriónico que llegó a manifestar en público que él “jamás se equivocaba”. No hace falta que enumeremos sus disparates que llegaron a costarle la vida, tanto la propia como la de sus conciudadanos.

En el debate presidencial entre Gerald Ford (1913-2006) y Jimmy Carter (1924), el primero, que ya ejercía la presidencia, afirmó que la Unión Soviética “no tenía ningún control sobre Europa Oriental”. Lo único que Carter debió hacer fue guardar silencio y dejar que Ford explicase a lo largo de su campaña qué es lo que había querido decir con semejante disparate.

El populismo latinoamericano es una fuente inagotable de estupideces y entre ellas se destacan algunas atribuidas al presidente Maduro (1962), quien además del “pajarito de Chávez”, afirmó que “debíamos multiplicarnos como Cristo multiplicó los penes”, que “las autoridades venezolanas trabajan 35 horas por día”, que los “capitalistas roban como nosotros” (un verdadero sincericidio), que tomar ciertas medidas económicas sería “un auto-suicidio” y que Bolívar había quedado “huérfano de esposa”.

En las antípodas encontramos a George Bush (1946) quien en 2004 dijo que nuestros enemigos “no dejan de pensar maneras de dañar a nuestro país… y nosotros también”. Lo dicho no lo amilanó y declaró: “Seguiré expresando lo que creo y en lo que creo…y creo que lo que creo es lo correcto”.

También afirmó sin sonrojarse que si te despiden “te quedas sin el 100% del empleo” o “hay que tener una política exterior orientada al extranjero” y “si hay un número bajo de votantes es indicativo que menos gente ha votado”. Por esta y otras frases, Norman Mailer (1923-2007) lo consagró como el presidente más estúpido de su país.

No hay que limitarse a los presidentes, el actor Arnold Schwarzenegger (1947) que llegó a gobernador de California, declaró en el debate sobre el matrimonio igualitario que este debía ser siempre “entre un hombre y una mujer”.

Conviene recordar las palabras de Karl Marx (1818-1883): “La última fase de una forma histórica es la comedia”. Así que, vermouth con papas fritas y good show.

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ESTA NOTA TAMBIÉN FUE PUBLICADA EN CLARÍN

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