Los orígenes de la evolución táctica en el fútbol

 En la primera mitad del siglo XIX la popularidad del fútbol ya era indiscutible, pero las reglas del juego eran diferentes en cada escuela y en cada lugar. Todavía se podían usar las manos y, más allá de las diferencias, en todos lados los alumnos mayores corrían con la pelota y el resto de los alumnos corría detrás de ellos por si la pelota se caía o quedaba picando; los oponentes, mientras tanto, trataban de detenerlos de cualquier manera. El juego se basaba en la gambeta en velocidad. El pase, la cooperación y la defensa eran consideradas cuestiones inferiores, incluso signos de debilidad; ir al ataque con la cabeza mirando al piso era más valorado que pensar.

    Las diferencias en las reglas frustraban los intentos por incorporar el fútbol a la vida universitaria hasta que en 1848, en las habitaciones de Cambridge, se reunieron representantes de la universidad anfitriona y de las universidades de Harrow, Eton, Rugby, Winchester y Schrewsbury. De esas reuniones surgió por fin un consenso en varias reglas en lo que fue llamado “Reglamento de Cambridge” (también conocido como “Código Cambridge”). En él se limitó el uso de las manos, pero en muchos lugares no aceptaron esa regla. En 1857, el llamado “Código Sheffield” (por entonces, una especie de reglamento paralelo que también tenía mucha aceptación) incorporó los corners y los saques laterales. Las diferencias seguían, pero eran menos.

Ilustración que representa un partido de fútbol.

     El 26 de octubre de 1863, comienzan una serie de reuniones en el marco de una asociación (que en breve se llamaría la Football Association) como un intento de unificar de una vez por todas las reglas para que el fútbol pudiera jugarse de la misma manera en todo el imperio británico. Las primeras reuniones fueron infructuosas, pero siempre quedaba una luz de acercamiento para seguir adelante. Finalmente, después de cinco encuentros, en la Freemason’s Tavern de Londres, el 8 de diciembre a las 7 de la tarde, se unificaron las reglas y se prohibió definitivamente llevar la pelota con la mano. En ese momento se establecen las bases del fútbol tal como lo conocemos y se proclama ahora sí oficialmente la primera asociación de fútbol: la English Football Association, también conocida como Football Association (FA).

     La siguiente disputa en la FA fue la discusión sobre lo que se conocía como el “hachazo”: decidir si estaría permitido patear a los rivales en las canillas. “Si lo prohibimos, se eliminarán el coraje y la valentía de este juego” –decían algunos– “…y hasta podrían derrotarnos los franceses”, completaban. Quienes sostenían esa postura renunciaron a la Asociación cuando finalmente se decidió no permitir el hachazo como recurso.

     Quedó definitivamente aceptado que habría 11 jugadores por equipo (cosa que se había decidido en Cambridge 15 años antes pero que no todos habían aceptado), y en la regla 6 apareció por primera vez el offside: “cuando un jugador patea la pelota, cualquier compañero que esté más cerca de la línea de gol rival estará fuera de juego”. Con esto quedaba claro que los pases debían efectuarse hacia atrás o hacia el costado (como en el rugby, pero con el pie) y se reafirmaba la gambeta y la carga hacia adelante como recurso principal del ataque, ya que los ingleses pensaban por entonces que cualquier cosa que no fuera avanzar en forma directa era demasiado sutil y, por lo tanto, carente de hombría.

     En 1866 se introdujo un cambio en la regla del offside: ahora sí se autorizaba un pase hacia adelante siempre y cuando en el momento del pase hubiera al menos tres jugadores rivales entre el autor del pase y el arco rival (o sea, un jugador más que en la regla actual). De todas maneras la gambeta seguía siendo el recurso táctico más importante, por lejos. “Un jugador de clase nunca dejará de ver la pelota, a la vez que estará atento a cualquier hueco que se produzca en el equipo rival o a cualquier punto débil de su defensa”, se decía. Las tácticas eran más que rudimentarias: los equipos se dedicaban simplemente a correr detrás de la pelota y los jugadores “en apoyo” debían seguir de cerca al portador de la pelota “para ayudarlo”. En resumen, era un juego en el que una pandilla atacaba en malón y otra pandilla trataba de detener a la horda portadora de la pelota.

     Esta forma de jugar era predominante en el sur de Inglaterra, pero en el norte la cosa no era tan así. Sheffield era el polo principal de desarrollo del juego, y su club de fútbol (concebido para que sus jugadores de cricket mantuvieran su estado físico fuera de la temporada) había sido creador del “Código Sheffield”, que competía con el de Cambridge (que era el reglamento oficial de la Football Association), más al sur. En Sheffield jugaban inicialmente sin offside hasta que en 1865 aceptaron la famosa regla 6 (la del offside), pero la modificaron a su manera: estipulaba que debía haber un solo jugador rival antes de la línea de gol (y no tres) entre el jugador que pasa la pelota y un compañero atacante. Por un tiempo convivieron ambos códigos, pero la regla del offside “oficial” de la FA estipulaba que eran tres los rivales que debían estar entre el delantero y la línea de gol rival, y esa era la regla predominante.

   En 1866 Sheffield jugó de visitante contra un equipo de Londres con el Código Cambridge, perdiendo 2-0; la revancha, en casa, se jugó con el Código Sheffield y la ganó 3-1.

    En la década siguiente (los ’70) se aceptó definitivamente la posición del arquero y se aceptó que usara las manos, y recién en 1909 comenzaría a usar una camiseta diferente a la de sus compañeros.

     En 1875 los equipos de Sheffield empezaron a hacer despejes largos desde el fondo y sus jugadores inauguraron los cabezazos. El público inicialmente se burló de ese recurso: de utilizar correctamente el recurso de la gambeta, decían, no sería necesario elevar la pelota sobre el pie de un defensor. Sheffield, que seguía siendo “el diferente”, recién ingresaría a la Football Association en 1878.

     La acción táctica del pase podría ubicar su inicio en 1872, en un encuentro entre Inglaterra y Escocia (representado por el club Queen’s Park) disputado en Glasgow. Ese partido mostró dos disposiciones tácticas diferentes: Inglaterra utilizó un esquema de 1-2-7; Escocia, en cambio, presentó un 2-2-6. Los jugadores escoceses eran más livianos y buscaban pasar la pelota para evitar confrontar físicamente en forma directa con los jugadores ingleses, más pesados. Inglaterra, que tenía más jugadores para elegir y cuyo fútbol tenía más desarrollo, no pudo vencer a Escocia: el partido terminó 0-0 y se destacó “el mejor juego de conjunto” escocés.

  El juego de pases de Escocia había sido superior, posiblemente debido a que en Escocia se jugaba desde el principio con una versión diferente de offside (otra más, y van…): este sólo se cobraba en las últimas 10 yardas del campo y debía haber dos jugadores defensores (y no tres) entre quien recibía el pase y la línea de gol. Escocia terminó aceptando la regla inglesa del offside cuando se unió a la FA, y para entonces el pase ya se estaba imponiendo: la pelota estaba para ser pateada, no sólo para llevarla y gambetear. Finalmente, Escocia fundó su propia Asociación en 1873.

     El juego escocés era más completo ya que se pasaba mucho más la pelota, lo que llevaba a que sus equipos estuvieran mejor organizados de manera natural. En Inglaterra seguía predominando la gambeta; los puristas ingleses del juego se sentían intrigados por el “juego de combinación” de los escoceses y consideraban el pase como una buena opción, pero que de ninguna manera podría superar a la gambeta.

     La demografía de Escocia –la mayoría de la población vivía en una especie de “cinturón central” entre Glasgow y Edimburgo– favoreció que un solo estilo (el de pases y combinaciones) se impusiera. En Inglaterra, con poblaciones mucho más dispersas, cada región tenía su propia idea sobre cómo jugar al fútbol y lo hacía a su manera.

     La propagación del juego de pases desde Escocia “hacia el sur” puede ser atribuida a Henry Renny-Tailyour y John Blackburn, dos tenientes del ejército que jugaban para el Royal Engineers de Escocia, considerado por los críticos ingleses como “el primer equipo que introdujo el estilo del juego combinado”. Consideraban ese tipo de juego como de “tácticas futbolísticas militares”, y el primero en sufrirlas fue Sheffield, rival habitual dada su ubicación geográfica, que solía vencerlos en el pasado reciente pero que comenzó a sufrir derrotas importantes y frecuentes contra sus vecinos del norte.

     El juego de pases empezó a implementarse también en los colegios; el reverendo Spencer Walker en el Lancing College, en el extremo sur de la isla, fue el primero en utilizarlo. Walker se impuso la tarea de “convertir una mera turba en un equipo ordenado”. Lo primero que hizo fue agrupar a los delanteros alrededor de un “delantero principal” al que debían rodear permanentemente, siendo opciones de pase. Por entonces parecía cada vez más obvio que el juego de pases era el futuro del fútbol.

    Hacia 1883 el juego amateur dejaba paso al fútbol profesional, reconocido oficialmente y legalizado por la FA en 1885.

     Por entonces el juego de pases era lo habitual y el juego de las “zancadas hacia adelante” (así llamaban a las gambetas ahora) era “antiguo”; el juego áspero, las atropelladas y los encontronazos dieron lugar al pase preciso y rápido; la atención sobre el trato de pelota pasó a predominar sobre “el deseo degradado de golpear al oponente”. Cómo cambiaban los tiempos… de hecho, todos los equipos que salían campeones jugaban a los pases, ya no había discusión sobre eso.

     La siguiente polémica que se instaló en Inglaterra fue alrededor del concepto que decía que “la estrategia nunca podrá reemplazar a 11 buenos pares de piernas hábiles”. Pero sí que pudo, ya que el 2-2-6 escocés (ya adoptado por los ingleses) empezó a cambiar: uno de los dos centrodelanteros retrocedía en el campo a una posición menos ofensiva hasta convertirse en un mediocampista central; eso transformaba el esquema en un 2-3-5, esquema conocido como “la pirámide invertida” o “la pirámide invertida de Cambridge”, ya que el primer equipo en utilizar el 2-3-5, hacia fines de la década del ’70, fue el de la universidad de Cambridge. Enseguida adoptó el mismo sistema el Nottingham Forest, cuyo capitán Sam Widdoswson había sido el inventor de las canilleras.

    Este esquema innovador inglés, el 2-3-5, resaltaba la importancia del mediocampista central, que pasaba a ser un jugador polifuncional y comenzaba a ser considerado por entonces el jugador más importante del equipo.

     Como siempre pasa, en todos lados y en todas las épocas, aparecieron las críticas. Y el sistema 2-3-5 no fue la excepción. A comienzos de los ’80, el sistema 2-3-5 fue criticado por “mantener dos hombres detrás de las 20 yardas, cerca de su propio arco”. La sola idea de pensar en defender era considerada escandalosa e improcedente, y atacar con “sólo” 8 hombres era vergonzoso, decían los conservadores (disfrazados de puristas) de siempre.

     Pero el sistema 2-3-5 se impuso: hacia mediados de los ’80 ya era el sistema habitual en Inglaterra, y su seleccionado lo usó contra Escocia por primera vez en 1884. Escocia comenzó a usar el sistema de la pirámide invertida en 1887, siendo criticado por jugar “imitando una táctica originalmente inglesa”.

    La pirámide invertida fue el sistema táctico predominante por bastante tiempo. Si bien en 1920 ya se había suprimido el offside en los saques laterales y se había introducido el concepto de “offside pasivo” no sancionable si el jugador adelantado no intervenía en la jugada, la regla del offside (que estipulaba que debía haber tres rivales entre el delantero y la línea de gol rival para habilitar al delantero) seguía creando problemas.  

   Billy McCracken, un jugador nacido en Belfast que jugaba como defensor para el Newcastle y que tenía una inteligencia superior al resto de los futbolistas de la época, se dio cuenta de cómo inactivar a los delanteros rivales: se le ocurrió que si para que el atacante adversario cayera en fuera de juego bastaba con que se quedara un solo defensa atrasado, lo único que tenía que hacer él era dar siempre unos pasos hacia adelante. Una idea tan brillante como sencilla, pero que a nadie se le había ocurrido.

   Así que en los partidos del Newcastle, ante los ataques del equipo rival, McCracken le avisaba a su compañero de defensa y se adelantaba unos pasos: lo que hoy día sería “tirar el fuera de juego”, o “jugar a la ley del offside”. Y les salía tan bien que ganaron tres campeonatos con ese recurso innovador.

    McCracken desesperaba a los atacantes rivales, que continuamente quedaban fuera de juego cayendo en “la trampa del offside”. En el peor de los casos, si la jugada del Newcastle salía mal, el delantero aún tenía que encarar a un defensa antes del arquero. Era una maniobra perfecta, los adversarios no encontraban la manera de resolverla y el público rival se molestaba. Y así fue como los conjuntos rivales decidieron copiarlo; pocos años después de la simple pero genial idea de McCracken, todo Inglaterra jugaba igual.

     Durante mucho tiempo se pensó en cómo solucionar esa estratagema defensiva; después de años de deliberación, en 1925 se decidió modificar la regla del offside, que por fin pasó a ser como la conocemos hoy: “un jugador se halla en fuera de juego si se encuentra más cerca de la línea opuesta que el balón y el penúltimo adversario”. Es decir que ahora, en lugar de tres, debía haber dos rivales entre el delantero y la línea de gol para no caer en offside. El objetivo era claro: tratar de que la estrategia de los defensores de “jugar al offside” resultara mucho más arriesgada para quienes decidieran utilizarla, ya que desde ese momento un error del defensor podía dejar al delantero solo frente al arquero.

     A partir de entonces y a consecuencia de este cambio se desarrolló un nuevo sistema táctico: la “WM”. Este esquema agregaba otro defensor para tratar de contrarrestar la superioridad numérica en el ataque bajo estas nuevas condiciones.

     La transición hacia la formación WM ayudó a los equipos a lidiar con los tres atacantes interiores del sistema 2-3-5, ya que la versión más clásica de la WM consistía en cuatro líneas o unidades, con una defensa de tres jugadores, delante de ellos dos mediocampistas centrales (hoy sería algo así como “el doble 5”), delante de ellos dos mediocampistas más, los “entrealas” (hoy serían los “interiores”) y más adelante una línea de ataque de tres, generando así un esquema 3-2-2-3, con la flexibilidad de los cuatro mediocampistas de desdoblarse tanto para atacar como para defender.

     Como puede apreciarse, hasta principios del siglo XX la evolución táctica del fútbol se desarrolló como respuesta a los cambios reglamentarios.

  Desde allí en adelante, en cambio, la evolución táctica sería exclusivamente por motivos estratégicos, buscando optimizar el uso de los espacios, aprovechar las fortalezas propias y explotar las debilidades del rival.

     Por eso es que podría decirse, en conclusión, que la evolución táctica del fútbol reconoce dos períodos: el primero, relacionado directamente con los cambios en las reglas del juego; el segundo, relacionado con innovaciones puramente estratégicas. En el primer caso, se trata de modificaciones tácticas reactivas; en el segundo caso, modificaciones proactivas.

     Si bien no es el tema de estas líneas, es apropiado mencional que con el tiempo fueron apareciendo esquemas cada vez más precavidos: los defensores pasaron a ser cuatro en vez de tres, quedando tres mediocampistas y tres delanteros (4-3-3). Si había que hacer un planteo ofensivo se utilizaba un cuarto delantero “flotante” sin obligaciones defensivas (4-2-4). Si el mediocampo quedaba algo despoblado, un delantero se retrasaba: así apareció el “enganche”, el jugador creativo por excelencia, emblema del esquema 4-3-1-2. En ese contexto estratégico, estos cuatro mediocampistas mencionados fueron modificando su disposición a lo largo del tiempo y de acuerdo a las intenciones de cada entrenador: podían estar en línea, en cuadrado o en rombo, todas variantes más ofensivas o más defensivas del esquema 4-4-2.

   Y ya hacia fines del siglo XX aparecieron otras variantes: con tres defensores y los marcadores de punta jugando como pistones, se poblaba el medio cambio de manera diferente de acuerdo a que el equipo tuviera posesión de la pelota (3-5-2) o que tuviera que defenderse y cerrarle espacios al rival (5-3-2).

     Otras variantes, muy dinámicas y ofensivas, generan movimientos en bloque y polifuncionales, como el sistema 3-3-1-3, que termina siendo un dibujo inicial pero que reconoce muchísima rotación y requiere de gran concentración.

     Todo muy lindo, pero después resulta que aparecen equipos cuya estructura es justamente desestructurarse, como Brasil en 1970, que ganó el Mundial de manera lujosa jugando con “cinco números 10” en cancha, o como Holanda de 1974, en el que todos hacían todo y la rotación  permanente era indescifrable para los rivales.     

     Pero todas estas variantes (y muchas más), desarrolladas a partir de la segunda mitad del siglo XX, que son muchas y que son de todo tipo y muy interesantes… son otra historia.

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