Navegantes con intención de circunvalar al globo terráqueo, piratas ansiosos por hacerse ricos, combates navales entre imperios, muchas confusiones de longitudes y latitudes con nomenclaturas cambiantes, mientras Darwin recorría la isla de punta a punta a caballo y se escuchaban diferentes versiones entre vencedores y vencidos… estos misterios envuelven a nuestras islas Malvinas al igual que las neblinas que las rodean.
No se tiene la certeza sobre cuál fue la primera expedición en avistar a nuestro archipiélago. Ya en el siglo XVI se las distinguía en un mapa portugués, aunque ese mapa se ha perdido y solo persiste en una copia francesa. Allí se las denominaba islas Sanson.
Antonio Pigafetta, el cronista de la expedición de Magallanes, hace una confusa referencia a ciertos “gigantes” que encuentran en el lugar. Vale aclarar que las islas estaban desiertas y, probablemente, Pigafetta se haya referido a los Tehuelches que conoció en las costas patagónicas.
También es posible que Esteban Gómez, un capitán de la flota de Magallanes que posteriormente retornó a España desertando de dicha expedición, haya avistado las islas y de allí su presencia en los mapas.
Sir Thomas Cavendish, emulando a sir Francis Drake, intentó circunvalar al planeta, y de paso robar el oro y la plata española, tal como había hecho Sir Francis. Esta apropiación de lo ajeno convirtió a Cavendish en el pirata más rico de Inglaterra que, para colmo, mereció ser armado caballero por la reina Isabel I.
Un capitán de su flota, John Davis, al mando del “Desire”, atracó en las islas, empujado por una tormenta, donde logro sobrevivir comiendo carne y huevos de pingüinos que abundan en el lugar.
En 1594, las islas fueron visitadas por Richard Hawkins, otro pirata que había acompañado a Drake en sus correrías. Como su nave “Dainty” había sido arrojada por las corrientes contra las islas, decidió tomarlas como posesiónes de la Reina Virgen (Isabel I) llamándolas Hawkins Maideland (la Tierra de la doncella de Hawkins).
Lo más probable es que solo haya llegado hasta la isla Jason en el extremo occidental del archipiélago porque gran parte del relato de Hawkins fue redactado diez años después de lo ocurrido ya que el pirata pasó 8 años en una prisión española por apropiarse indebidamente de bienes de la corona.
En 1600, el holandés Sebaldo de Weert visitó el archipiélago al que llamó islas Sebaldes (con un dejo de nostalgia autoreferencial).
William Dampier, otro pirata británico, llamó al archipiélago Sibel de Wards cuando las visitó en 1684. Veinte años después, James Cook, durante su circunvalación se refirió al archipiélago como islas Sebaldinas, ya que las latitudes registradas por de Weert fueron las más exactas de las propuestas por todos los navegantes que dicen haberlas visto.
Fue el capitán John Strong, miembro de la marina británica que andaba pirateando por esos mares, quien les dió el nombre de Falkland Islands, en un esfuerzo por congraciarse con el Lord Mayor del Almirantazgo, Anthony Cary, quinto vizconde de Falkland (1656-1694), quien había financiado la expedición. Este caballero de origen escoses hizo una carrera destacada en la marina británica bajo los monarcas Carlos II y James II. Samuel Pepys, el cronista inglés, no tenía una alta opinión del marino quien dio a parar en la Torre de Londres acusado de peculado.
En la cárcel murió de viruela, circunstancia que no impidió que fuese enterrado en Westminster Abbey entre reyes, nobles y personajes notables.
Las islas por el Tratado de Tordesillas pertenecían a la corona española, pero en 1764, siendo Francia y España gobernada por los Borbones fueron colonizados por el marino, explorador y naturalista Louis Antoine de Bougainville quien las llamó Les Malouines, como los individuos oriundos de la ciudad de Saint Malo. El nombre se tradujo al español como Malvinas.
Al año siguiente, Sir John Byron, el abuelo del poeta (al que llamaban Jack Mal Tiempo por las zozobras que debían pasar las naves que tuvieron la desgracia de contarlo entre su tripulación), exploró las islas Saunders (hoy llamada Trinidad), John Byron encontró un puerto seguro al que llamó Egmont, el primer asentamiento británico en el archipiélago. El nombre era en honor al conde de Egmont quien entonces era First Lord del Almirantazgo. Es decir, la pleitesía y la obsecuencia era una constante entre los oficiales británicos. Lo que no sabía Byron es que los franceses ya estaban afincados en el archipiélago.
Por presión de los Borbones, tanto españoles como franceses (debido al llamado Pacto de Familia), Port Egmont debió ser cedido a España y a su vez el afincamiento de Bougainville, también entregado a los españoles quienes llamaron al puerto de San Luis, el poco auspicioso nombre de Puerto Soledad.
Como los ingleses se mostraron reticentes a abandonar Port Egmont, el comandante español don Juan Ignacio de Madariaga viajó a Buenos Aires en 1770 y retornó con una fuerza de 1500 solados que convencieron a los británicos de abandonar el lugar, aunque esta crisis por poco desemboca en una guerra entre Inglaterra y España.
Sin embargo, y después de abandonar al puerto, el capitán inglés John Scott al frente del HMS Juno, volvió a tomar Puerto Egmont convertido en un importante centro de abastecimiento británico para las naves que se dirigían al Cabo de Hornos, pero en 1776, en el marco de las guerras de independencia de las colonias norteamericanas, Inglaterra prefirió abandonar este puerto para concentrarse en el enfrentamiento contra su ex colonia.
Durante las guerras de independencia en América Latina, el entonces comandante y después virrey Francisco J. de Elio también ordenó dejar Puerto Soledad, que así hizo honor a su nombre.
Mientras tanto, naves balleneras de distintas nacionalidades paraban allí para abastecerse de agua y carne vacuna (había miles de animales cimarrones), además de pingüinos y los lobos marinos para el tráfico de pieles.
En 1813 se hundió la nave “Isabella “en su camino a Australia, los 54 náufragos se refugiaron en Eagle Island (hoy conocida como Speedwell Island). Entre estos se encontraba el general irlandés Joseph Holt, un defensor de la independencia irlandesa que había sido condenado a permanecer en Oceanía.
El primero en tomar posesión del archipiélago en nombre de las Provincias Unidas fue David Jewett, quien actuaba bajo patente del corso otorgado por el gobierno porteño. De origen norteamericano, Jewett había pelado a las órdenes de la flota norteamericana contra franceses e ingleses. En 1815 arribó a Buenos Aires cuyo gobierno lo proveyó con varias naves para continuar hostigando al comercio español.
Para cuando arribó a Puerto Soledad, a bordo de su nave “Heroica”, después de atacar naves portuguesas y norteamericanas, su tripulación estaba diezmada por el escorbuto. Allí encontró a James Wendell (explorador británico en nombre de quien se bautizó un mar a orillas de la Antártida) pero poco lo pudo asistir porque éste insistía que reconocería el archipiélago como una posesión británica. Sin embargo, Jewett, que estaba bajo presión de su diezmada tripulación, izó la bandera del Río de la Plata y proclamó la posesión de las islas. Curiosamente este acto de soberanía no fue reflejado en los diarios de la época ni Jewett hizo mención en su informe al gobierno de las Provincias Unidas. El incidente solo fue reportado en un diario inglés publicado en Buenos Aires, The Salem Gazette y reproducido en el Times. Jewett y los suyos –que estaban al borde de la insubordinación– pasaron seis meses en la isla.
Jewett renunció a su cargo en la marina argentina y prestó servicios al Brasil bajo el mando de Sir Thomas Cochrane.
La gestión de Vernet y resto de la historia es conocida, motivo de disputa entre dos naciones. Curiosamente el puerto San Luis, después llamado Soledad, también fue motivo de cambio de nomenclatura porque cuando los ingleses toman posesión lo llamaron Stanley, siguiendo la obsecuente costumbre de honrar, en este caso, el entonces Secretario de Guerra en las colonias, aunque llegó a ser Primer Ministro en tres oportunidades, razón por la cual existen otros Port Stanley en demás partes del Imperio como Canadá y Hong Kong.
Justamente a este puerto arribó Charles Darwin con intención de estudiar las islas. Estas ya no eran un lugar deshabitado sino lleno ganado vacuno, especialmente toros cimarrones que proliferaron en este paraje y convertían a las islas en un lugar peligroso y, a la vez, de un interesante potencial económico por la calidad de esos cueros. Un comerciante inglés Samuel Lafone, afincado en Uruguay, logró que la reina Victoria le vendiese una parte de la isla oriental que pasó a llamarse Lafonia, base de la Falkland Island Company.
Durante la Primera Guerra Mundial albergó la flota británica que derrotó a la Imperial Alemana y durante la Segunda Guerra sirvió de cárcel para Edward Jeffrey Hamm (1915-1992), un prominente fascista ingles seguidor de Sir Oswald Mosley, fundador de la British Union of Fascists.
Cuando el Puerto Stanley fue tomado por tropas argentinas se debatió brevemente sobre el nuevo nombre de este puerto y surgió la propuesta de llamarla Gaucho Rivero, en honor al líder de un grupo de insurrectos que se había resistido a la toma del archipiélago por Inglaterra en 1833 y hasta fue apresado y exonerado por sus captores…. Pero la Academia de Historia puso en duda las verdaderas intenciones patrióticas de Rivero y los suyos, razón por la cual se prefirió llamar al antiguo puerto San Luis, Soledad y Stanley con el menos conflictivo nombre: Puerto Argentino.
Sin encargo la saga continuó y la leyenda cuenta que hubo un Rivero entre las tropas que, valientemente, pelearon en Vuelta de Obligado ypor su afán soberano entregó la vida por la patria… aunque nadie está seguro que haya sido el mismo, la leyenda alimenta la epopeya patriótica de las islas irredentas.