El libro que cuenta las aventuras de este mercader veneciano nacido en Korcula, Dalmacia, siempre fue visto como fantasioso e inverosímil. De hecho, el texto, que no fue escrito por Marko Pilí (tal el nombre original del aventurero) se llamó Il Milione –el Millón– por creerlo exagerado, mendaz y contener un millón de mentiras.
Este libro fue escrito por un compañero de prisión, Rustichello de Pisa, basado en las historias que Marco Polo le contaba durante su reclusión, después de haber sido capturado por los genoveses. Este Rustichello o Rusticiano escribió las aventuras de su compañero de infortunio en francés, lengua en la que ya había escrito las aventuras del rey Arturo a pedido del rey Eduardo I de Inglaterra durante su pasaje por Italia en camino a Jerusalén durante la Octava Cruzada. Marco Polo desconocía el francés, razón por la cual difícilmente haya podido corregir el original.
Marco acompañó a su padre Niccolò Polo y su tío Maffeo Polo en su viaje a Constantinopla donde tenían actividades comerciales. Es posible que hayan sido los primeros europeos invitados a la corte de Kublai Kan, pero lo curioso es que no existe ningún documento de los mongoles o los chinos que acredite su presencia o las funciones destacadas que dice haberle asignado.
Niccoló y Maffeo afirmaban que el Khan les había entregado una carta para el Papa en la que le solicitaba que enviara misioneros para predicar el cristianismo entre los mongoles.
No existe copia de esta carta pero, según el texto, pudieron entregársela personalmente a quien sería Gregorio X. No hay constancia que cien sacerdotes los hubiesen acompañado (al parecer hubo dos curas, pero no quisieron aventurarse más allá de Constantinopla)
En la corte del nieto de Gengis Khan, Marco se desempeñó como funcionario y recorrió el extenso territorio recaudando impuestos.
Tras 16 años de permanencia en las zonas remotas, Marco Polo volvió a Europa escoltando a la princesa Kokacín para que ella se casase con un príncipe de Persia. El viaje resultó ser tan desastroso, que cuando llegaron a destino el prometido de la princesa había muerto, razón por la que Kokacín se casó con el hijo de quien había sido destinado a ser su consorte.
Al final, Marco pudo volver a su casa en 1295 con un aspecto tan cambiado que sus propios parientes no lo reconocieron. Inquieto como siempre, Marco participó en las guerras entre Venecia y Génova. Fue capturado y en prisión pasó las horas contando sus aventuras a Rustichello. El libro fue un éxito, pero todos creían que eran puras exageraciones y entre ellas la que más llamaba la atención es que existiesen “sociedades bárbaras” más avanzadas que la europea.
¿Acaso Marco Polo vio todo lo que describió en Il Milione? En el texto una y otra vez repite que contó “historias de hombres dignos de su confianza”, lo que ya se presta a algunas dudas y exageraciones. De hecho, solo hay 18 afirmaciones en primera persona.
Marco Polo: ¿un cuentista?
Curiosamente en su relato no alude a lugares chinos y cuando lo hace es en persa. Tampoco habla de la Gran Muralla, ni del té, ni de la costumbre de envolver los pies de las niñas. Lo que algunos sostienen es que Marco Polo no salió de los alrededores de Constantinopla donde pudo conocer y mantener charlas con viajeros que si habían estado en el lejano oriente y reconstruyó sus historias en el texto que después dictó en prisión.
Vale aclarar que no existe el manuscrito original por lo que las versiones que conocemos también se prestaron a variaciones. De hecho, hay inexactitudes en las fechas de acontecimientos históricos.
Se dice que Marco Polo introdujo la pasta y el helado en Venecia, cosa que también es, por lo menos, imprecisa, porque los árabes ya comían pasta en el siglo IX y los macarrones son mencionados en un texto genovés de 1279, es decir casi 25 años antes que Polo volviese de su extenso periplo.
En cuanto al helado, los romanos solían guardar nieve para refrigerar sus jugos y la primera vez que un texto menciona a las cremas heladas fue en el siglo XVII.
Después de su prisión, Marco Polo se estableció como un exitoso comerciante en Venecia, se casó y tuvo tres hijas. Cuentan que en su lecho de muerte le preguntaron si todo lo que había descripto era real. Era la oportunidad para confesar sus mentiras y exageraciones y morir con la conciencia en paz, pero Marco Polo, con su último aliento, respondió: “No escribí ni la mitad de lo que vi, porque sabía que no me creerían”
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