En el 1302 el Papa Bonifacio VIII expidió la bula Unam sanctam donde declaraba que era “absolutamente necesario para la salvación de cada criatura quedar sujeto al Pontificio”. Dicho en otras palabras, reyes, nobles y campesinos debían someterse al poder del Vaticano.
No era esta la primera interferencia de este pontífice con el poder terrenal de los monarcas ya que en 1296 en su encíclica Clericis laicos prohibía el cobro de impuestos al clero sin el consentimiento papal. El tema fue resistido por varios monarcas y especialmente por Felipe IV de Francia (llamado “El Hermoso”, aunque no debe confundirse con el esposo de Juana La Loca, también Felipe, también hermoso, pero de Flandes y que vivió casi dos siglos más tarde), pero Bonifacio VIII insistió con su posición sobre el poder terrenal de la Iglesia en el Ausculta Fili (Escucha hijo) donde reprueba lo actuado por el Felipe IV, quien era nieto de San Luis de Francia (noveno monarca en llevar ese nombre).
Benedetto Gaetani dell’Aquila (1235-1303) ascendió al trono de San Pedro con el nombre de Bonifacio VIII y era miembro de una noble familia romana con ancestre en la curia. Su tío abuelo había sido el papa Alejandro IV. Gracias a sus conexiones familiares tuvo una prospera carrera clerical. Por su formación legal fue designado a cargo distintas embajadas en las que siempre, de una forma u otra, se debatía, el poder terrenal de la Iglesia y su superioridad ante la nobleza. Con Carlos de Anjou discutió su nombramiento como rey de Nápoles y Sicilia, y el pago de diezmos que le correspondían al Vaticano.
Viajó a Escocia que vivía entonces las guerras de independencia y posteriormente viajó a Francia donde trató el tema de la octava cruzada organizada por Luis IX.
Cuando el Papa Celestino V, conocido como el hermano Pedro, un monje eremita fundador de una rama de los benedictinos, abdicó para retirarse a una vida “más humilde y pura”, Bonifacio VIII lo sucedió como Pontífice. Era la primera vez en la historia del Vaticano que se daba esta circunstancia (solo otros dos Papas renunciaron a su puesto , uno fue Gregorio XII en 1415 después del cisma de Occidente y el otro fue Benedicto XVI en 2013).
Para evitar que Celestino V se arrepintiese de su abdicación, Bonifacio lo hizo apresar y éste murió diez meses más tarde (algunas fuentes sostienen que Bonifacio dio la orden de ultimarlo, aunque no existan pruebas sobre esta acusación).
La muerte de Clemente V fue otra razón para agravar el enfrentamiento entre Felipe IV y Bonifacio VIII. En un momento, para evitar tantas rispideces, Bonifacio accedió a beatificar al abuelo de Felipe, Luis IX de Francia, pero esta medida resultó insuficiente. El Papa insistía en su posición, el dominio de la Iglesia no solo era espiritual sino terrenal y se oponía al pago de impuestos del clero a la monarquía de Francia.
Felipe, podrá haber sido hermoso, pero era duro e inflexible. “Parece una estatua”, decían sus enemigos. No solo expulsó a los judíos de Francia sino exterminó a los caballeros templarios que se habían convertido en un estado dentro de su reino.
La pelea con el Vaticano no solo era con los franceses. Alberto I de Alemania tampoco estaba dispuesto a aceptar estas imposiciones. En este contexto, Dante Alighieri, que además de escribir poemas, era político y diplomático, público De Monarchia, texto en el que se oponía a la supremacía papal.
Bonifacio tenía una notoria habilidad para hacerse de enemigos y pronto entró en conflicto con la poderosa familia Colonna. El cardenal Jacobo Colonna había desheredado a sus hermanos, quienes recurrieron a la intermediación del Papa para zanjar está disputa. Éste ordenó la restitución de los bienes a los hermanos del cardenal pero como Jacobo se resistió a cumplir con dicha orden, Bonifacio lo excomulgó.
Colonna rápidamente encontró un aliado en Felipe IV (después de todo ambos estaban excomulgados). El rey de Francia quemó la bula papal donde declaraba su supremacía y convocó por primera vez a los Estados Generales en Francia (varios cleros, a pesar de la prohibición papal, asistieron). Con este apoyo expreso del pueblo francés , Felipe formó un ejército que incluía las fuerza del cardenal Colonna y avanzaron sobre Roma. El 8 de septiembre, Bonifacio quien continuó excomulgando a todos los que se opusieran, fue capturado en su palacio de Anagni.
El canciller francés y el cardenal Colonna le exigieron que renunciara al trono de San Pedro, pero Bonifacio dijo desafiante “prefiero la muerte”. Fue entonces que Colonna le pegó una cachetada que pasó a la historia como “schiaffo di Anagni”.
Por tres días el Papa estuvo recluido. En ese tiempo, los insultos y las amenazas de sus captores le hicieron comprender que sus intenciones de dominar a Europa se habían reducido a la nada … El Papa fue dejado en libertad pero el daño ya estaba hecho. Volvió a Roma en un estado calamitoso, algunos afirmaron que hasta había enloquecido y el 11 de octubre de 1303 murió de fiebre después de haber recibido los sacramentos…pero la muerte no lo liberó de las venganzas .
Felipe IV insistió que fue juzgado póstumamente y a tal fin presionó al nuevo Papa Clemente V (quien también acompañó al rey francés en su cruzada contra los templarios). Como primera medida, el nuevo Papá volvió a aceptar en el seno de la Iglesia a todos los excomulgados por Bonifacio, que eran legión.
Sin embargo, el juicio al Papa muerto era una cuestión delicada ya que ponía en duda la infalibilidad del pontífice, aunque ya existía el antecedente del Concilio Cadavérico que había desenterrado, juzgado y “ejecutado” (es una forma de decir porque ya estaba muerto) al Papa Formoso I en enero de 897.
Entre las acusaciones contra Bonifacio se alegaron varias herejías y la acusación de mantener relaciones contra natura, los mismos cargos que más tarde Felipe y Clemente elevarían contra los templarios. El Concilio de Vienne fue convocado en 1311 pero por varias disidencias entre los 300 obispos presentes, no se pudo llegar a una condena contra el ex Papa. El que sí lo condenó por la eternidad fue Dante Alighieri, quien lo ubica en el octavo circulo del infierno por simonía (venta de santas reliquias, sacramentos o cargos eclesiásticos –una costumbre frecuente en la Iglesia medieval y renacentista) y por haber destruido la ciudad de Palestina, ocasionando 6000 muertes en su guerra contra los Colonna.
No era para menos la inquina del poeta contra el Papa, porque Bonifacio había favorecido a los opositores políticos de Alighieri quienes lo condenaron a muerte en ausencia, confiscaron sus bienes y lo obligaron a vivir en el exilio el resto de sus días, alejado de su querida Florencia. Buenas razones para vengarse del Papa ubicándolo en el último círculo del Averno.
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