Las discrepancias son parte de la historia de la humanidad. Quizás podríamos afirmar que discrepar es una parte esencial de las relaciones humanas. Y cuando estas diferencias no se pueden reconciliar, comienzan los enfrentamientos que suelen iniciarse con un comentario despectivo o un insulto.
La forma y el lenguaje en el que se expresa ese disenso muchas veces revela las características del comentarista y la naturaleza del vínculo con el interlocutor. Son esos pequeños grandes detalles que hacen a la historia.
Durante la Segunda Guerra Mundial entre los aliados existieron diferencias, conflictos y enfrentamientos que se plasmaron en expresiones que no siempre eran “políticamente correctas”.
Winston Churchill era un maestro en el manejo del idioma y muy ingenioso en sus expresiones. Que dijese que, si Hitler invadía al infierno, él encontraría la forma de hacer referencias favorables al demonio… no nos sorprende, pero que dijese que Charles de Gaulle sería como Stalin de contar con doscientas divisiones, no parece un comentario benevolente hacia un aliado (lo de las divisiones venía al caso por aquella famosa pregunta del líder soviéticos: “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”). El mismo Churchill decía que los americanos “siempre han intentado hacer lo correcto, después de haber probado todo lo demás”.
Menos aún se guardaba sus ideas sobre Stalin. “En Rusia un hombre es llamado reaccionario si se queja cuando le roban su propiedad y matan a su familia”.
También de él se hicieron comentarios hirientes. Clement Attlee decía que Winston era 50% genio, y 50% un idiota que se comportaba como un niño. Quizás era una venganza por el comentario que el padre de Churchill, Randolph, había hecho sobre Attlee al llamarlo “vieja y pequeña marioneta” o como el mismo Winston había dicho de él: “Es un hombre modesto que tiene muchas razones para serlo”.
Obviamente, del otro lado del Atlántico las relaciones entre los distintos actores políticos, no eran más cordiales. Del presidente Roosevelt decían que era un camaleón, que dependía mucho de su esposa Eleanor y que hasta podía convertirse en caníbal para ganar un voto.
Un senador republicano sostenía que Roosevelt era “el hombre que había hecho más creaciones desde el Génesis, aunque no había terminado ninguna”. El general George Patton no le tenía ninguna simpatía. Pero éste no era gentil ni con el presidente, ni con sus camaradas. Del mariscal Montgomery –el oficial de mayor graduación entre los británicos– decía que era “una ventosidad” porque no tomaba riesgos y al general norteamericano Omar Bradley le recriminaba que era un hombre “de gran mediocridad”.
Eisenhower también gozó de los comentarios malignos de Patton (se conocían desde que habían sido tenientes persiguiendo a Pancho Villa en México). “No sabe ni de hombres ni de guerras” …“nunca ejerció su misión de comandante” y que era “un tonto atado de pies y manos por los británicos”. Afirmaba que vacilaba y no era realista, además de burlarse de algunas expresiones idiomáticas que habían adoptado de los ingleses como decir “gasolina” en lugar de “nafta”. Este tipo de comentarios le trajo problemas con sus superiores y subordinados. Uno de ellos, el general Walter Bedell Smith, opinaba que la boca de Patton no obedecía las órdenes de su cerebro… no es raro entender de porque Patton murió en misteriosas circunstancias al terminar la guerra.
Eisenhower era un militar más políticamente correcto que Patton –no en vano llegó a ser presidente– pero coincidían en criticar a Montgomery diciendo que era solo un hombre pequeño, “tan pequeño por dentro como por fuera”.
Estaba tan cansado de sus intentos para atraer toda la atención sobre los logros ingleses, desmereciendo a lo hecho por los norteamericanos que Eisenhower dejó de hablarle “a un hombre que no puede decir la verdad”.
De todas formas, “Monty” siguió hostigando al general norteamericano, especialmente después de la sorpresa en las Ardenas, cuando el contrataque alemán costó miles de vidas de soldados norteamericanos porque (según Montgomery) Eisenhower no había seguido sus consejos.
Quizás la definición más devastadora que hicieran de Montgomery provino, cuándo no, de Winston Churchill: “En la derrota es invencible y en la victoria insoportable”.
Y aún así, con insultos e ironías, ganaron la guerra…