Eisenhower y el “peligro soviético”

Con el prestigio ganado tras planificar y comandar el exitoso desembarco en Normandía y provocar la capitulación de la Alemania nazi, el general Dwight Eisenhower, candidato del Partido Republicano, ganó las elecciones presidenciales en EEUU en noviembre de 1952, sucediendo al demócrata Harry Truman.

IKE for President! | Spot Eisenhower 1952

     Habiendo heredado la Guerra Fría en pleno auge, para Eisenhower fue prioritario defender los intereses internacionales del bloque occidental liderado por EEUU. En esa dirección, comenzó eligiendo como secretario de Estado a John Foster Dulles, un abogado con amplia experiencia diplomática y sumamente preocupado por la expansión del comunismo; lo que se dice un tipo duro. Su hermano, Allen Dulles (otro duro), fue nombrado director de la CIA (que había sido creada durante la presidencia de Truman en 1947) y lo primero que hizo fue incorporar agentes extranjeros e incorporar un servicio ultra secreto (por no decir clandestino) de información. O sea, espías por todos lados. Los hermanos Dulles fueron claves en la política exterior de Eisenhower, marcada por el anticomunismo y la búsqueda de la hegemonía de EEUU tanto dentro del bloque occidental (ser el jefe de la pandilla) como del precario equilibrio con el bloque soviético (ser el patrón del barrio).

     La intención de evitar el avance del comunismo se tradujo en una amplia política de alianzas que buscaban el fortalecimiento de la OTAN y extender la conveniencia de pertenecer al bloque occidental, firmando tratados con países de Oceanía y el sudeste asiático (“apuesten por el caballo ganador, muchachos”). EEUU veía con preocupación el triunfo de la Revolución China y las guerras de Corea e Indochina, y en ese contexto firmó un “tratado de seguridad mutua”: el ANZUS (tratado entre EEUU, Australia y Nueva Zelanda) y creó la SEATO (Organización del Tratado del Sudeste Asiático), integrada por Australia, Filipinas, Francia, Gran Bretaña, Nueva Zelanda, Pakistán y Thailandia.

     La administración Eisenhower también actuó en Europa, y también marcando el territorio: logró que Grecia y Turquía, países de ubicación geográfica estratégica, se adhirieran a la OTAN en 1952, y que la RFA (Alemania Occidental) lo hiciera en 1955.

     Para no dejar flancos al descubierto, EEUU también vigilaba lo que ocurría en América Latina, siguiendo de cerca al gobierno de Juan Perón en Argentina (que había simpatizado con los fascistas italianos pero que no simpatizaba con los comunistas) y al de Getulio Vargas en Brasil, autoritario y absolutamente anticomunista. Apoyó el derrocamiento de Jacobo Árbenz en Guatemala e intervino en la revolución boliviana de 1952, sugiriendo su preferencia por Víctor Paz Estensoro por encima de la facción de izquierda del MNR (Movimiento Nacional Revolucionario). Sólo Cuba, con la revolución castrista de 1959, escapó del control de Washington.

     En Oriente Próximo Eisenhower elaboró la “doctrina Eisenhower” (originalísimo y humilde, el título) según la cual EEUU podía “intervenir” en cualquier país amenazado por el comunismo.

     La intención de Washington de controlar esa zona quedó bien reflejada en la crisis del canal de Suez en 1956. Gamal Abdel Nasser había convertido a Egipto en un estado socialista con un único partido; se había negado a unirse al pacto antisoviético de Bagdad, reconoció oficialmente a China comunista y encima le compró armas a los soviéticos, pero después, como para no tirar más de la cuerda (ya había tirado más que lo suficiente), se definió como “independiente” en relación a los dos bandos de la Guerra Fría. Danger: un peligro para EEUU, de acuerdo a la mirada de la administración Eisenhower. La crisis estalló cuando EEUU y Gran Bretaña retiraron los préstamos previamente acordados a Egipto para la construcción de la represa de Asuán “a este tipo no le vamos a prestar guita”). Ante esta decisión, la respuesta de Nasser no se hizo esperar: nacionalizó el canal de Suez, empezó a cobrar peaje, Gran Bretaña y Francia se enojaron y pactaron una especie de acuerdo secreto con Israel (el vecino amigo de Occidente) para que atacara a Egipto, una especie de “puesta en escena” para volver a ocupar la zona luego del enfrentamiento. Eisenhower desbancó a “sus amigos franceses y británicos”: no quería que las cosas subieran tanto de temperatura como para que a los soviéticos se les ocurriera intervenir para defender a su cliente Nasser. “Mejor que ponga orden yo y que esto no se vaya de las manos”, pensó el bueno de Dwight, y mandó las tropas de la ONU (porque, digamos, las mandó la ONU, sí, pero el estofado lo cocinó Eisenhower de principio a fin). Desde entonces, la doctrina Eisenhower aseguró a los países de Oriente Próximo que EEUU los ayudaría militarmente “contra los ataques comunistas”.

     Tras el armisticio de Corea (1953), Eisenhower trató de tender lazos hacia la URSS. Trataba de aprovechar la “desestalinización” impulsada por Nikita Kruschev que, sin mucho énfasis, al menos hacía algunas ofertas para la coexistencia pacífica entre los dos grandes bloques. Se firmó un acuerdo sobre la independencia y la neutralidad de Austria en 1955 y el mismo Kruschev visitó Washington en 1959.

     Pero cuando la tensión con el bloque soviéico parecía relajarse empezaron a aflorar los problemas internos. La administración Eisenhower debió enfrentar el problema de los conflictos raciales, que si bien habían estado latentes desde hacía mucho tiempo habían hecho eclosión con el desarrollo económico del país y con la toma de conciencia sobre la importancia de la participación de los ciudadanos afroamericanos en la Segunda Guerra Mundial y en la guerra de Corea. Los estados del sur de EEUU seguían segregando a la población de raza negra, y cuando la Corte Suprema de los EEUU declaró anticonstitucional la segregación racial en las escuelas, los blancos sureños se amotinaron y Eisenhower tuvo que enviar tropas federales para normalizar el conflicto.

     Por otra parte, los dos últimos años de la presidencia de Eisenhower estuvieron marcados por una recesión económica. Para colmo, el orgullo nacional estaba un poco tocado ya que por entonces los soviéticos aventajaban a los norteamericanos en la carrera aeroespacial: el proyecto Sputnik había comenzado en 1957 y ya tenía un desarrollo importante, mientras que el Programa Mercury (primer programa espacial tripulado de EEUU) tuvo su inicio a fines de 1958 pero su desarrollo se hizo importante recién en 1961 (el Proyecto Apollo empezaría en 1967).

     Esta coyuntura hizo que el candidato del Partido Republicano, Richard Nixon, perdiera las elecciones  en 1960 ante el demócrata John F. Kennedy, quien establecería una relación diferente con la URSS, construyendo una coexistencia pacífica con Nikita Kruschev y comenzando el deshielo entre ambos bloques, aunque esa etapa también tuvo sus picos de tensión en la crisis de los misiles de Cuba en octubre de 1962.

     Pero esa es otra historia.

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