El imperio portugués estableció el primer asentamiento comercial europeo en India a comienzos del siglo XVI, y un siglo después ya dominaba su costa oeste. En 1661, Portugal, que por entonces estaba en permanente conflicto con España en la denominada “guerra de restauración portuguesa”, pide ayuda a Inglaterra. Esto llevó al matrimonio de la princesa Catalina de Portugal con Carlos II de Inglaterra, quien pidió como “dote” varias islas y territorios al sur de Mumbai (en la costa centro-oeste de la India) mientras que los portugueses lograron retener el territorio continental más al norte. Mientras tanto Inglaterra, después de su victoria contra la “Armada Invencible” española, daba inicio a la etapa del dominio marítimo inglés. Así, a fines del siglo XVI, el gobierno inglés se propuso llegar por vía marítima a las Indias Orientales (a las Occidentales también). Este fue el comienzo de la presencia inglesa en la India. Como primer paso, Inglaterra impuso a Portugal la apertura comercial de sus posesiones en India, terminando con su hasta entonces monopolio comercial de la zona (“ahora mandamos nosotros”)… y chau Portugal del barrio.
Los primeros contactos ingleses con la India ocurrieron a fines del siglo XVI. La fundación de la East India Company a fin de siglo, sus iniciales fracasos comerciales y su reorganización y relanzamiento en 1708 sentaron las bases de la colonización inglesa en India y del poderoso Imperio británico. Cuando los comerciantes ingleses llegaron a la India, la misma estaba dominada por el Imperio maratha (Confederación maratha), organización política fundada por el príncipe Shivaji, cuyo gobierno había logrado debilitar la hegemonía mongola.
A partir de 1680 Francia había consolidado sus posiciones en el sur de la India, pero la guerra en Europa entre Francia e Inglaterra se extendió a la India, y la supremacía naval británica terminó expulsando a los franceses en el siglo XVIII.
Pero el principal rival en la India de los ingleses no era Portugal, ni españa, ni Francia; eran los Países Bajos (Holanda, bah).
Destruido el monopolio marítimo español, comenzaba la rivalidad entre Inglaterra y los Países Bajos. A comienzos del siglo XVII, la compañía Neerlandesa de las Indias Orientales estableció muchos puertos comerciales en la costa sudoeste, sudeste y Ceylán. Las guerras anglo-holandesas del siglo XVII transformaron a Holanda en una potencia naval y comercial dominante en Asia. Así las cosas, las hostilidades entre ingleses y holandeses continuaron durante todo el siglo XVII, y recién se fueron a calmando después de la “Revolución Gloriosa” (1688), cuando el príncipe holandés Guillermo de Orange ascendió al trono inglés, lo cual trajo cierta paz entre los Países Bajos e Inglaterra.
Un acuerdo entre Ingaterra y los Países Bajos dividió el negocio: el comercio de especias más valioso del archipiélago indonesio, para los Países Bajos; la industria textil de la India, para Inglaterra. Pero resultó que la explotación textil superó en rentabilidad al comercio de las especias, y para comienzos del siglo XVIII en términos de ventas, la Compañía Británica de las Indias Orientales (East India Company) había superado en ingresos claramente a su homóloga holandesa. Durmieron los dutch, parece, y la disputa comercial entre los Países Bajos e Inglaterra terminó inclinándose a favor de los ingleses.
El Parlamento inglés crea la figura de los “comisarios reales” para mantener cierto control sobre los gobernadores de la East India Company, pero todo quedaba en casa, ya que el que controlaba era en cierto modo socio de quien debía ser controlado. Así, la East India Company tuvo el monopolio del comercio con las Indias Orientales con apoyo de la corona británica, que tenía el “derecho mercantil”, algo así como “el que te da las licencias para comerciar en India”.
Durante la segunda mitad del siglo XVII los ingleses consolidan sus zonas coloniales en Bombay (Mumbai), Madrás y Bengala, ganándose el apoyo de los gobiernos locales. Los principales productos de la India eran el algodón, el índigo (una sustancia de origen vegetal que se usa como tintura), el salitre, la pimienta, el azúcar y la seda cruda. A su vez, Inglaterra le vendía a la India productos manufactutrados (igual que hoy), mercurio y metales.
Durante el siglo XVIII Inglaterra ya ha superado al resto de sus rivales colonialistas (sobre todo a Holanda) en su dominio en India gracias a sus hábiles movimientos diplomáticos, a su buena administración en Bombay y Surat, al establecimiento de tribunales propios y a la introducción de un sistema monetario razonable.
Pero no se quedaron en eso, sino que siguieron su excursión hacia el norte. En 1757 conquistaron Bengala (luego de la batalla de Plassey), y a partir de entonces se inició una mayor expansión del dominio inglés, y para 1789 ya dominaban el sur del país.
Los ingleses fortificaron sus establecimientos industriales y comerciales, incluyendo el establecimiento de tropas y guarniciones “en salvaguarda de sus intereses”. Es como que los ingleses fueron entrando, se fueron quedando, de pronto ya estaban allí y los indios ya ni siquiera eran sus anfitriones. Contribuyó a que eso ocurriera que los rajputs (las clases patriarcales del centro y norte de la India) carecían de pensamiento político y no tenían una visión de país ni objetivo de consolidación como nación. Por lo tanto, ya en el siglo XVIII, con los ingleses “adentro”, no supieron evaluar ni valorar el alcance y las consecuencias que tendrían las presencias extranjeras en la India. Con el objetivo de conseguir ventajas inmediatas, las clases dirigentes indias pactaron primero con portugueses y franceses, luego con holandeses e ingleses, sin tener en cuenta que esos “extranjeros” buscaban en las políticas (que ellos mismos proponían) sus propias conveniencias. Así, los indios descartaron la posibilidad de construir un Estado independiente.
El sometimiento definitivo de la India se produjo entre 1815 y 1818.
Cuando se dieron cuenta, ya eran colonia.