Prejuicios de color

Carl Linneo clasificó al mundo que lo rodeaba a fin de entenderlo. En este proceso utilizó la taxonomia, donde cada ser debía tener su orden jerárquico: Phylum, genus y spes (familia, género, especie). El hombre no fue una excepción a este ordenamiento clasificatorio.
Linneo definió cuatro razas: Americanus, Asiaticus, Africanus y Europaeus. A estas razas había que sumarle las subrazas que incluían hombres salvajes, enanos, trogloditas y “vagos patagónicos de Suramérica” (sic).
Para Linneo los pieles rojas (americanus) eran irascibles, los asiáticos de piel amarilla, avaros y diabólicos, los europeos, inteligentes y estables, y por último los africanos, oscuros, descuidados y poco confiables.
Vale aclarar que Linneo fue en vida uno de los científicos más escuchados de su tiempo, aunque sus opiniones fuesen frecuentemente tendenciosas, prejuiciosos y carentes de análisis estadístico, como criterios de esa época.
Estas imprecisiones también reinaban en la medicina, donde todo se regía por los mismos prejuicios. Tan afincado estaba el espíritu de segregación que el Dr. Samuel A. Cartwright (conocido por sus trabajos sobre el cólera) describió una nueva enfermedad, a la que llamó drapetomanía. El síntoma más preocupante de esta nueva afección era la tendencia de los esclavos afroamericanos a escaparse de sus lugares de trabajo. El artículo de Cartwright fue publicado en 1851 en el New Orleans Medical and Surgical Journal y nadie hizo comentarios ni desmintió el cuadro clínico. Después de todo, la esclavitud era tan vieja como la humanidad… 

EXCESO DE LIBERTAD
En esos tiempos, también se describió una afección relacionada, la disestesia aethiopica, un cuadro que afectaba a la gente de color cuando contaba con un exceso de libertad y éste, como todos los excesos, llevaba a un desequilibrio mental en los libertos.
El hecho es que muchos médicos del sur de los Estados Unidos, formados y educados en un mundo esclavista, percibían que la gente de color tenía umbrales distintos de dolor. Esta “analgesia racial” llevó a una serie de propuestas terapéuticas extremas, como la de curar una neumonía echando sobre el esclavo cinco galones de agua hirviendo. Quien escribiera este artículo, en 1854, en el Virginia Medical and Surgical Journal, se mostraba sorprendido de que el paciente a pesar de su recuperación, no se quejase de las molestias ocasionadas por esta terapéutica.
El Memphis Medical Records coincidía con la analgesia que experimentaban los esclavos al ser castigados, sanciones que asumían con indiferencia y hasta alegría… Esta supuesta falta de sensibilidad fue utilizada por profesionales de la salud para algunos experimentos como el que condujo el Dr. J. Marion Sims, padre de la ginecología norteamericana (hay un espéculo y un fórceps que lleva su nombre), usó a diez esclavas para perfeccionar su manejo de las fístulas vaginales, una complicación muy frecuente en partos difíciles o prolongados. Tres de ellas soportaron varias cirugías sin anestesia y una, llamada Anarcha, sobrellevó 30 intervenciones. Según Sims, ninguna se quejó del dolor y fueron muy colaborativas.
Su efectiva técnica quirúrgica para el tratamiento de las fistulas le trajo a Sims fama y fortuna. Hasta la emperatriz Eugenia de Montijo fue su paciente.
Ferviente esclavista, defensor de la Confederación, actuó como espía y diplomático de los Estados del Sur en algunas naciones europeas durante la guerra civil.
Fue Sims quien construyó el primer hospital ginecológico que atendía tanto mujeres blancas como de color, debidamente separadas. Por estos méritos tiene una estatua en el Central Park de Nueva York, aunque en Alabama -donde hizo varias de sus prácticas- existe un monumento a “las madres de la ginecología”, una estatua a estas mujeres que prestaron su cuerpo a experimentos atroces.
Después de la guerra civil, según el Dr. T.O Powell de Georgia, existió un “aluvión de insania entre la gente de color”. En 1860, en los asilos de lunáticos (así se los llamaba entonces porque sostenían que los enfermos mentales contemplaban la luna) había solo una persona de color cada 10.584 individuos, mientras que diez años más tarde -finalizaba la guerra civil- este número se había duplicado. 
Según la opinión del Dr. Powell, este aumento de insanos se debía a la Drapetomania descripta por el Dr. Cartwright, ese exceso de libertad que obraba de forma tan nociva sobre la mente de los ex esclavos.
Gran parte de estos disparates y versiones tendenciosas basadas en segregación y mitos que fomentaban la supremacía blanca fueron desmentidos por James McCune Smith (1813-1865), el primer médico afroamericano en completar sus estudios universitarios. Cómo McCune asiste a la desmitificación de estos prejuicios VER artículo…

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