10 curiosidades que tal vez no sabías de la polémica Mae West

El crack del 29 sacudió la industria cinematográfica. Fue entonces cuando el exministro repu­blicano Will Hays, presidente de la patronal del cine, aprovechó para proponer un nuevo código moral para el sector. Pretendía aumentar su control sobre la industria y, de paso, neutralizar a una díscola y subversiva pandilla que se movía a sus anchas por Hollywo­od. Pertenecían a ella figuras como Groucho Marx y Charles Chaplin . Mae West, que estaba a punto de llegar al cine, sería una de las víctimas más sonadas de Hays.

Mae West era una provocado­ra nata, tan obscena como ingeniosa, que había ganado fama en el teatro de vodevil, donde ejercía de primera actriz, guionista, directora y empresaria. Nadie como ella representaría el dilema del Hollywood de la década, que iba a debatirse entre la explotación de imágenes subidas de tono y los principios ascéticos de lo que se convertiría en la Liga Católica de la Decencia.

Mary Jane West, nacida en Brooklyn supuestamente el 17 de agosto de 1893 (nunca se confirmó del todo su edad), hizo temblar a Hollywood con su descarado humor y su punzante lenguaje.

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Estas son diez curiosidades sobre la actriz que se enfrentó a la censura de Hollywood:

1 Nace una nueva vamp

A los 14, la actriz empezó a labrarse un buen currículo como baby vamp. Sin embargo, no era una vampiresa típi­ca. El personaje que West hizo poco a po­co de sí misma reinventaba el concepto de vamp.

Sus escotes floridos, visones y diamantes eran los de cualquier mujer preocupada por seducir, y habría sido so­lo una más si no hubiese llegado el sono­ro, permitiéndole hablar. Las frases lúci­das y divertidas que ella misma escribía daban a entender, por una parte, que el sexo no debía tomarse demasiado en se­rio y, por otra, que las chicas también te­nían derecho a divertirse. Eso, en la dé­cada de 1930, era mucho decir.

2 Rompiendo las reglas

West desafiaba la tradición. Su estilo era directo y masculino. Incluso en al­guna ocasión tuvo que desmentir que fuese un hombre. Para ellos era un cole­ga, más que una potencial conquista. Pa­ra ellas, alguien que decía en voz alta co­sas que no podían decirse ni en privado. La sexualidad explícita del lenguaje de West podía sonar incluso chabacana, pe­ro ella era también la imagen de la mujer autosuficiente, que se había abierto ca­mino buscando meticulosamente el es­cándalo para obtener la máxima publicidad.

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El presidente de la patronal del cine y promotor del Código, Will Hays.

El presidente de la patronal del cine y promotor del Código, Will Hays.

3 El precio de la fama

En 1926 estrenó el musical Sex. Tras cerca de cuatrocientas funciones marcadas por la polémica y el teatro lleno, West fue con­denada a pagar 500 dólares de multa y pasar diez días en la cárcel “por co­rromper la moral de la juventud”. La experiencia no la traumatizó.

Cuando salió de la prisión de Welfare Island ame­tralló a los periodistas con frivolidades divertidas, como que llevaba puestas sus braguitas de seda para almorzar con el al­caide y su esposa.

4 De éxito en éxito

Tras el bombazo de Sex, enseguida se puso a tra­bajar en una obra aún más transgresora, The Drag, que abordaba la homosexuali­dad. Esta vez no la dejaron ni estrenar. Pero West siguió escribiendo los papeles que quería protagonizar y cosechando éxitos en Broadway. Uno de los mayores, Diamond Lil (1928), le abriría las puertas de Hollywood.

5 Aquí mando yo

La Paramount la contrató para adaptar Diamond Lil a la gran pantalla. Durante el rodaje, un joven inglés de aspecto atlético llamó la atención de West entre bambalinas. “¿Quién es ése?”, preguntó. “Es Cary Grant. Está rodando Madame Butterfly”, le contestaron. Ella, con su peculiar desparpajo, exclamó: “Por mí como si rueda Blancanieves. Si sabe hablar, me lo quedo”. No era nada habitual que las actrices pudieran esco­ger a sus parejas de reparto, pero West lo haría. Grant, casi desconocido entonces, se convirtió en el contrapunto perfecta­mente dulce a West en sus primeras cin­tas.

6 Millones de espectadores

Sin un solo desnudo, Mae West, una mujer pequeñita y con excesivas curvas para los patrones de la época, logró es­candalizar a unos pocos y estimular la li­bido y la risa de muchos más. Las películas She Done Him Wrong y I’m no Angel, fueron vistas por más de cuarenta y seis millones de es­pectadores a finales de 1933, y la actriz pa­só a ser considerada una de las más ta­quilleras del momento.

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7 Aplicar el código

West se convirtió en una vícti­ma propiciatoria de los censores y de una Legión de la Decencia en apogeo. En julio de 1934, el Sunday Tribune pu­blicó un artículo con recomendaciones para apartarse de las formas de compor­tamiento y el lenguaje de dobles senti­dos popularizados por la actriz.

Al mis­mo tiempo, las cinco grandes compañías de la industria del cine se comprometieron a aplicar más rigurosamente el Código Hays. Ello provocó que la Paramount, presionada por la censura, rescindiera el contrato a West en 1938.

8 Harta de recortes

Antes de dejar la Paramount, West rodó todavía algunas películas: Belle of the Nineties (1934); Klondike An­nie (1935); Go West Young Man (1936); y Every Day’s a Holiday (1937). Todos los títulos sufrieron las mu­tilaciones de las tijeras de Hays. Ella, con su habitual irreverencia, expresó su har­tazgo en una ocasión frente a la fotogra­fía de su censor: “Este predicador lo úni­co que ha catado es su mano derecha”.

My little Chickadee

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9 Matrimonios secretos

West intentaba cultivar fuera de la pan­talla la misma imagen de mujer indepen­diente y liberada. En 1935, un oficinista se dedicó a divulgar el certificado de matrimonio de West con el actor Frank Wallace.

Tras una larga persecución, la actriz admitió que el documento era real y que se había casado a los 17 años, pero que solo había vivido con su marido, que entonces tenía 21, durante unas semanas. Fue un tema incómodo para West, que lograría una sentencia de divorcio en 1943.

10 Míster California

Desde 1955 y hasta su muer­te compartió su vida con Paul Novak, un antiguo marino mercante musculoso y dulce, coronado Míster California y 30 años más joven que ella. Él explicaría que se ena­moró de ella a primera vista, a pesar de la diferencia de edad, y que desde entonces vivió solo para cuidarla. West murió en noviembre de 1980, mientras dormía junto a su querido Novak en el ático que compró en Los Án­geles durante su primera aventura en el cine. Sus diálogos brillantes, su caracte­rística voz, sus movimientos oscilantes y su mirada burlona se quedaron sobre la tierra, tan vivos como siempre.

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