We Shall Return

La comitiva, además de la familia de MacArthurm, contaba con 13 oficiales del ejército, 2 de la marina y un sargento técnico. Todos ellos debían alejarse en 4 botes que no estaban en óptimo estado de conservación. Antes de partir hacia Mindanao ordenó que una escuadra de bombarderos australianos estuviesen en esa ciudad como respaldo aéreo.

El comandante de las torpederas era el teniente John D. Bulkeley (1911-1996) quien llegaría a ser vicealmirante y fue uno de los oficiales más condecorados de la Marina estadounidense (un destructor lleva su nombre). Las naves zarparon el 12 de marzo. En el trayecto una de las torpederas vio que no tenía suficiente velocidad si es que una nave japonesa se acercaba, razón por la cual debió aliviar su carga tirando parte del combustible. Como en estas condiciones no podían llegar a Mindanao, hicieron escala en la Isla de Cuyo, razón por la cual la comitiva debió continuar en tres naves.

En el trayecto avistaron el crucero Ashigara que, afortunadamente, no los detectó. Al llegar a la isla Negros, la guardia japonesa escuchó los motores y prendieron sus reflectores para escudriñar el aire, confundiendo el ruido de las naves con el motor de aviones.

Un viaje en una de estas lanchas con mar picado no es para todos los estómagos, y el general por algo había elegido el ejército porque se la pasó vomitando y estuvo a punto de deshidratarse como su pequeño hijo. El 15 de marzo llegaron a destino. Una información nunca confirmada es que en la nave llevaban oro oculto en uno de los colchones. Una parte del Estado Mayor abordó al submarino USS Permit, mientras MacArthur tomaban un avión con destino a la ciudad de Darwin, Australia. El avión que lo debía rescatar al general y su familia, sufrió una avería y se quedó sin freno, razón por la cual tuvo un accidentado aterrizaje; al no tener frenos debió derrapar para detener a la nave. Aun así, despegó nuevamente y este B-17C llevó a 16 pasajeros a Australia donde repitió la maniobra.

Los aviones estaban tan maltrechos que MacArthur ordenó que trajesen nuevos aviones norteamericanos, pero los únicos en buenas condiciones eran de la marina. Estos debieron ser provistos de tanques adicionales para soportar los 2.600 Km. de trayecto. Debieron aterrizar en una pista marcada con antorchas.

Como no estaban en condiciones de llevar todo el equipaje de la familia MacArthur, el capitán Lewis sólo permitió que cada uno de los pasajeros llevase una valija. MacArthur insistió en llevar el colchón donde se dice que llevaba el oro. El vuelo, como no podía ser de otra forma, fue accidentado y gran parte de los viajeros debió recurrir a las balsas de emergencia. Cinco horas más tarde aterrizaban en Darwin, Australia.

Enseguida MacArthur preguntó con cuantas tropas contaba para reconquistar las Filipinas. La respuesta no se hizo esperar; “ninguna”. La promesa de volver a las islas, se vería postergada.

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