Paris, 1918
Mientras en las trincheras de Francia se peleaba una guerra casi palmo a palmo, y el mundo se ponía de un lado o del otro de los adversarios. Argentina mantenía su neutralidad. La iniciativa era del presidente Yrigoyen, quien la mantuvo a rajatabla, aunque varios buques argentinos fueron hundidos por naves alemanas. No todos estaban de acuerdo con tal neutralidad, Marcelo T. de Alvear, a la sazón embajador en París, quiso mostrar de que lado estaba su corazón y se abocó a la creación de un hospital de guerra en París. El gobierno francés aceptó complacido el generoso ofrecimiento y, como una prueba de confianza en su capacidad, dejó a nuestros compatriotas la tarea de organizarlo y dirigirlo. El comité directivo se constituyó inmediatamente de la siguiente manera: Presidente, José Santamarina; vice, Otto Bemberg; secretario, Ernesto de La Cárcova; tesorero, E. Martínez de Hoz; vocales, los doctores Enrique Finochietto, Lorenzo Moss, Juan Antonio Fernández y Guillermo Haur. El establecimiento fue inaugurado el 25 de mayo de 1017 bajo el nombre de “Hopital Argentin, Auxiliaire 108“, y ocupaba un edificio de seis pisos en la calle Jules Claretie. La generosidad de la colonia argentina se hizo cargo de todos los gastos desde el día de su apertura.
El personal médico -salvo la actuación temporaria de un cirujano francés- estaba formado por argentinos, caso único entre los hospitales extranjeros abiertos durante la guerra, en los cuales siempre hubo la dirección o la colaboración francesa. El hospital tenía una capacidad de 150 camas, distribuidas en cinco salas, instalación completa de Rayos X, sala de operaciones y farmacia. Había 25 enfermeras y dos esterilizadoras. La enfermera jefa, Mile Suzanne Picard, tenía una meritoria foja de servicios: Medalla de Marruecos en las campañas de 19010 y 19011, Cruz de Guerra por su actuación de dos años en el frente francés y era Legionaria de la Royal Red Cross.
La acción de los médicos argentinos no se limitó al servicio del hospital. El profesor y doctor Pedro Chutro era un cirujano de enorme prestigio, habiendo tenido a su cargo importantes servicios quirúrgicos. Fue además oficial de la Legión de Honor.
El doctor Amadeo Mendaro fue jefe de clínica del profesor Leguen y era interno de cirugía del profesor Delbet. Otro distinguido profesional argentino era el doctor Rafael Cisneros, ayudante del profesor Demarest y cirujano de los Hospitales Broussai. El doctor Enrique Beretervide actuó como interno en la clínica infantil del profesor Hutinel y como médico agregado del Hospital 50. El doctor Horacio Martínez Leanes fue externo del servicio de Ginecologia del profesor Faure e hizo plástica facial con el profesor Sibeleau, ganando por su labor la medaille d´honeur des epidemies. Vale acotar que durante la Primera Guerra se inició la cirugía plástica y reparadora por las horribles secuelas de las heridas que ahora podían ser atenuadas con el bisturí. Un argentino estuvo en esos primeros momentos.
A estas luminarias se agregó el joven talento de Enrique Finochietto de solo 38 años, pero una larga experiencia que había iniciado pocos años antes cuando se formó en Europa y practicó su especialidad en el Hospital Rawson junto a sus hermanos Miguel Ángel y Ricardo. Enrique llegó en 1918, pero se quedó después del armisticio para atender a los muchos convalecientes que se alojaban en el Hospital Argentino.
Como vemos, la acción de los médicos argentinos fue múltiple y desinteresada y patriótica, pues ellos ofrecieron el pedazo de patria que hay en cada argentino, defendiendo la afinidad entre dos naciones hermanas por vínculos de fraternidad e ideológicos como los que vinculan a Francia y Argentina.