Tomás Manuel de Anchorena nació en Buenos Aires, el 29 de noviembre de 1783. Era hijo de don Juan Estaban de Anchorena, y de doña Romana Josefa López de Anaya.
Cursó sus primeros estudios en el Real Colegio de San Carlos, y completó su formación en la Universidad de San Francisco Javier, de Charcas donde obtuvo su título de doctor en teología y abogado, el 20 de agosto de 1807.
Era en 1810 Regidor de esta ciudad, cuando solicitó del Cabildo la aceptación de una declaración patriótica para que el cuerpo ejerciera el acto de soberanía popular que habría de concretarse poco después. Como no consintiera el Cabildo obtuvo que su iniciativa quedara consignada en actas.
Provocóle su actitud la inmediata animosidad del Virrey Cisneros. El general Ruíz Huidobro, por especial encargo del representante del Rey entrevistó al doctor Anchorena y le comunicó que su mandante poseía cierta noticia que los hombres de su casa y otros convecinos preparaban una asonada que suponía no se llevaría a cabo, dados los sentimientos de orden y de honradez que caracterizaban a los denunciados. Los hechos inmediatos son conocidos.
En las vísperas de mayo, el doctor Anchorena y el señor Manuel Ocampo fueron designados para pedir a Cisneros que resignara su cargo, con las subsiguientes artimañas de éste para seguir en el poder hasta su definitivo alejamiento.
La actuación decidida del doctor Anchorena en la emergencia no terminó ahí. Se opuso terminantemente a que, a moción de uno de los capitulares, el Cabildo reconociera al Consejo de Regencia que se había instalado en España. No tuvo éxito su gestión, pues según se recordará, el cuerpo redactó, en ausencia suya, el acta de reconocimiento. Esta determinación adoptada a sus espaldas, le provocó una situación molesta con la Junta.
Confinado en el Salto, tomó su defensa el doctor Juan José Paso; y de los resultados del proceso instaurado da buena fe esta declaración de la misma Junta, dada a publicidad en 1ero de diciembre de 1810: “El Regidor doctor Tomás Manuel de Anchorena ha llenado todos los deberes de su empleo con el celo de un verdadero patriota, y en consecuencia, se le restituye a su empleo, reponiéndolo con todos los honores, buena opinión y fama a que justamente es acreedor, y se le reserva su derecho contra los demás capitulares por los daños y perjuicios que le han ocasionado”.
El doctor de Anchorena se negó a volver sobre el enojoso asunto, y ello enalteció aún más su figura en el concepto de sus conciudadanos.
Anchorena se retiró entonces, temporalmente, a la vida privada. Más tarde se fue a Potosí por un tiempo; allí tenía organizado un intercambio comercial. El general Belgrano habíase hecho cargo, por esa misma época, del Ejército del Norte, y para la organización de sus fuerzas contó -conocíase bien al doctor Anchorena- con la colaboración de ex proscripto.
Así fue. El mismo general Belgrano, en comunicación dirigida al superior gobierno con fecha 31 de octubre de 1812, expresaba que hallándose enteramente recargado con la precisión correspondiente, había solicitado al doctor Tomás Manuel de Anchorena que lo ayudara con sus conocimientos y con sus servicios como secretario. “A pesar de sus intereses y particulares atenciones -agregaba el creador de la bandera- su patriotismo le ha decidido y se ha prestado a este servicio. No me parece preciso recomendar a V. E. sus conocimientos y virtudes, pues es notorio el concepto que merece, y por lo tanto espero su superior aprobación, como también que V. E. se digne a expedirle el título correspondiente de tal secretario con los privilegios que tuviera a bien”.
El doctor Anchorena cumplió fielmente, fue amigo y consejero del general; ayudó con ingentes sumas de dinero para los gastos el ejército; su palabra fue orientadora en hecho bélicos como la batalla de Salta, en que impidió el choque de fuerzas comunes; su actitud fue apoyo después de la derrota -Vilcapugio y Ayohuma-; su fidelidad volvió a surgir en la defensa del general, a quien iba a procesarse militarmente por aquellos contrastes.
Otro paréntesis abre después en su combativa existencia, pero por corto lapso. Convocados los pueblos para designar a los diputados que habrían de constituir el Congreso de Tucumán, el doctor Anchorena resultó electo por la provincia de Buenos Aires. presentó sus poderes a la Asamblea del 17 de mayo de 1816, y planteó inmediatamente diversas cuestiones atinentes a la organización de la misma. Declarada a poco la Independencia, suscitándose después las discrepancias sobre la forma de gobierno. Y el diputado Anchorena, en la sesión del 6 de agosto, se opone con energía al establecimiento del gobierno monárquico y da su voto por una Federación de Provincias; sostiene que los poderes conferidos a sus colegas los autorizan a determinar el lugar donde podrán continuar las sesiones del Congreso, y proceder a fijar la suerte del Estado, la división y deslinde de los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, etc.
En 1820, el doctor Anchorena fue elegido diputado a la legislatura de Buenos Aires. después del fusilamiento de Dorrego en 1828, dominada la revolución y restablecido el orden, regresó para colaborar en el Ministerio de Gobierno y de Relaciones Exteriores durante la primera administración de Rosas. En el desempeño de estas funciones firmó el Pacto Federal, el 4 de enero de 1831, aceptado por todas las provincias.
Su mal estado de salud y desgracias de familia le obligaron a presentar su renuncia en 1832, acaso por disentir en su fuero íntimo con la asunción de las “facultades extraordinarias”, según la opinión de Manuel Bilbao.
Al año siguiente el doctor Anchorena participó en la Junta de Teólogos Canonistas y Juristas encargada de dictaminar sobre materias eclesiásticas relacionadas con el ejercicio del derecho de patronato. El voto del doctor Anchorena publicado en el Memorial Ajustado, es el de un verdadero católico de muy sana doctrina.
Elegido en 1844, gobernador de la provincia de Buenos Aires, renunció al puesto; mantúvose después alejado de toda actividad. Una larga enfermedad terminó con sus días, el 29 de abril de 1847, a los 64 años de edad. El gobierno de Rosas decretó altos honores fúnebres, y La Gaceta Mercantil, del día siguiente publicó una extensa nota necrológica salida de la pluma de don Pedro de Angelis.