El Pato Donald, personaje mítico de los estudios de Walt Disney, no es una figura que uno tenga presente de forma constante, pero no hay duda que una inmensa cantidad de personas que habitan sobre esta Tierra son capaces de evocarlo con la mera mención de su nombre. Tan omnipresente habrá sido, que a esta altura el Pato es algo que damos por sentado, una cosa más que simplemente es, pero durante sus casi 90 años de su existencia, vale la pena recordar, llegó a ser una de las figuras más influyentes (y hasta controversiales) del siglo XX.
Todo empezó un 9 de junio de 1934, cuando Donald tuvo su primera aparición en el corto de la serie Silly Symphonies titulado The Wise Little Hen. Aunque en este punto todavía no estaba completamente desarrollado, el Pato – diseñado por el animador Dick Lundy y basado casi exclusivamente en la voz casi incomprensible que había creado el actor Clarence Nash – resultó lo suficientemente interesante como para merecer una nueva aparición. Por eso, en agosto de ese mismo año, coincidiendo con un momento en el que Disney buscaba dar a los cortos de Mickey Mouse una nueva dimensión cómica, Donald tuvo su segundo rol en Orphan’s Benefit (1934). A partir de este punto, su personalidad – esa intolerancia a la frustración combinada con un carácter explosivo – quedó definida y empezó a perfilarse su camino al estrellato.
En los siguientes años Donald no paró de crecer y, por las oportunidades para la comedia que ofrecía, llegó a alcanzar suficiente estatus como para formar parte de nuevas aventuras, en general protagonizando junto con Mickey y con Goofy. El pico del estrellato, sin embargo, llegó a finales de la década cuando se transformó en el personaje más popular de Disney, sobrepasando incluso al mismísimo ratón. En consecuencia, a partir de 1937, con el corto Don Donald, Donald llegó a tener su propia serie fílmica que contribuiría decisivamente a desarrollar su universo al incluir personajes como Daisy, su novia, y sos sobrinos Huey, Dewey y Louie (conocidos, para los criados por el doblaje mexicano, como Hugo, Paco y Luis).
Ya en la cima, como muchos de sus compañeros en el mundo del entretenimiento, cuando Estados Unidos entró en la guerra en 1941 Donald tuvo que ponerse al servicio de la nación. Su accionar, sin embargo, se distinguió del de otras figuras por operar en diferentes frentes. Por un lado, en un sentido más transparente el Pato protagonizó toda una serie de cortos educacionales y propagandísticos sobre la vida militar, la guerra en Europa y, entre otros temas, la importancia del pago de impuestos. Además de acrecentar su popularidad entre las tropas (basta ver las fotos de los aviones de combate en los que fue pintado para darse una idea), un corto como el famosísimo Der Fuehrer’s Face (1943) resultó central en su trayectoria como personaje al hacerlo merecedor del único Oscar de su carrera.
Por otro lado, el Pato Donald también fue utilizado para luchar una batalla menos obvia: la de ganar Latinoamérica a la causa norteamericana. De más está decir que, en primer lugar, la guerra inhabilitó el mercado europeo, por lo que Walt Disney dirigió su mirada al Sur con un propósito comercial. Pero más allá de este aspecto, el gobierno de los Estados Unidos, con Roosevelt a la cabeza, se encargó de usar la popularidad del productor como una herramienta central en la llamada “política de buena vecindad”. De este modo, Disney y 18 de sus colaboradores viajaron a varios países sudamericanos entre agosto y octubre de 1941 para influir directamente y para recopilar ideas y material que sirvieran para crear historias que pudieran llegar a resultar atractivas para los habitantes de la región. Desde ya, en un perfecto maridaje entre estas dos culturas que se buscaba poner en diálogo, el embajador norteamericano por excelencia terminó siendo el Pato Donald. Como parte de esta política, en los siguientes años llegó a protagonizar 12 cortos – la mayoría concentrados en las películas Saludos Amigos (1942) y Los Tres Caballeros (1944) – en los que interactuaba con personajes llenos de sabor local como el loro brasilero José Carioca, el gallo mexicano Panchito Pistoles o personas de carne y hueso, como la actriz Aurora Miranda.
Acabada la guerra y cumplida su misión, el Pato volvió a la vida civil y hasta su retiro del cine en 1961 continuó protagonizando cortos bastante menos politizados. Notablemente, fue aparejado con las ardillas Chip y Dale – personajes con los que compartiría 18 películas – y, además de aparecer regularmente en el programa de televisión Disneylandia, fue usado en varios videos educativos (siendo el más famoso en la Argentina Donald en el país de las Matemágicas, de 1959).
En paralelo a todo esto, sin embargo, el Pato continuó tocando de cerca a otras culturas desde las páginas de sus exitosísimos comics. Su carrera en este medio era tan antigua como su trayectoria cinematográfica y, de forma similar, había saltado de las tiras basadas en Silly Symphonies a su propia historieta en 1938. En este punto, dibujado por Al Taliaferro y escrito por Bob Karp, el universo del Pato se expandió exponencialmente para incluir decenas de nuevos personajes que habilitaban aventuras insólitas. Por eso, no sorprenderá que estos comics gozaran de gran popularidad en países de Europa y Latinoamérica, al punto de llegar a despertar hasta dudas sobre la aparente inocencia de Donald. No es por nada que, frente a los millones de historietas vendidas en los quiscos de Chile, en 1971 – pleno gobierno de Salvador Allende – el chileno Ariel Dorfman y el belga Armand Mattelart eligieran analizar al Pato de forma crítica. En su hoy clásico libro Para leer al Pato Donald, calificado por John Berger como el “manual de descolonización” por excelencia, Donald fue sentado en el banquillo de los acusados y señalado como un nocivo agente del imperialismo, desatando la ira entre la sociedad chilena fanática del Pato.
Más allá de las críticas, por supuesto, Donald sobrevivió y hasta encontró un segundo aire en su versión animada. Reapareció en 1983 como parte de La Navidad de Mickey, marcando esta también la última vez en la que Nash dio voz al Pato antes de morir y ser remplazado por Tony Anselmo, quien continúa siendo su intérprete oficial en inglés. A partir de entonces, reconocido como uno de los personajes más importantes de Disney, tuvo nuevas apariciones esporádicas en series como Patoaventuras y otras producciones más modernas del estudio, pero siempre muy cuidado, procurando evitar una sobreexposición.
En definitiva, Donald llegó a protagonizar más de 200 películas y su nombre, hoy, a 88 años de su primera aparición, todavía sigue siendo reconocido y amado por personas de todo el mundo. Como más de uno se ha atrevido a señalar, quizás el secreto de su atractivo resida en que, a diferencia de Mickey – siempre asociado a los “buenos” valores de su creador – Donald, con su pereza, su vanidad, sus iras, frustraciones e imperfecciones, es un poco más parecido a lo que todos llevamos dentro.