Sofonisba Anguissola, la primera pintora del Museo del Prado

Sofonisba Anguissola nació en una familia adinerada de la baja aristocracia italiana, en la ciudad de Cremona, como la mayor de siete hermanos. En 1546, tanto Sofonisba como Elena, su primera hermana, fueron enviadas a la casa de Bernardino Campi, un destacado pintor local. Permanecieron bajo instrucción de Campi durante tres años hasta que se mudó de Cremona a Milán. Sofonisba continuó su entrenamiento con Bernardino Gatti, a través del cual supo apreciar el trabajo de Correggio. Durante este período de su vida, a través de la influencia de su padre, también recibió el aliento de Miguel Ángel, copiando un dibujo que este le envió y reenviándoselo para que lo evalúe. Mientras comenzaba a ganarse la vida, Sofonisba también le enseñó a pintar a sus hermanas Lucia, Europa y Anna Maria. Alrededor de 30 de sus pinturas de este período, incluidos muchos autorretratos y las famosas Lucia, Minerva y Europa Anguissola que juegan al ajedrez (1555), sobrevivieron hasta el siglo XXI.

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<i>Lucia, Minerva y Europa Anguissola jugando ajedrez</i>, 1555, Muzeum Narodowe (Museo Nacional), Poznan, Polonia.</p>
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Lucia, Minerva y Europa Anguissola jugando ajedrez, 1555, Muzeum Narodowe (Museo Nacional), Poznan, Polonia.

 

Su padre se encargó de publicitar el trabajo de Sofonisba, enviando a distintas personalidades sus extraordinarios autorretratos de formato pequeño, firmados por ella. Vasari visitó a la familia y dejó constancia de la preparación de Sofonisba tanto en la pintura como en el dibujo.

La reputación de Anguissola se extendió, y en 1559 fue invitada a Madrid, a la corte de Felipe II, donde, además de pintar retratos, asistió a la infanta Isabel Clara Eugenia (más tarde la archiduquesa de Austria). La mayoría de las pinturas de Anguissola de este período ya no existen, ya que se quemaron en un incendio en la corte durante el siglo XVII. Alrededor de 1571, aún en Madrid y con una dote cedida por el propio rey, se casó con un siciliano, Fabrizio de Moncada. No duró mucho su matrimonio, enviudó cerca del año 1579.

A bordo de un barco con destino a Cremona a fines del mismo año, Anguissola se encontró con el capitán, un noble genovés llamado Orazio Lomellino, y en enero de 1580 se casó con él. Desde 1584 hasta aproximadamente 1616-20, se sabe que la pareja vivió en Génova. Durante este período, fue influenciada por la obra del pintor genovés Luca Cambiaso. Su trabajo, como el de muchas pintoras femeninas anteriores al siglo XIX, se atribuyó a menudo a pintores masculinos de la época: en el caso de Anguissola, pintores tan diversos como Tiziano, Leonardo da Vinci, Giovanni Battista Moroni, Alonso Sánchez Coello y Francisco de Zurbarán. Cerca del final de su vida, el 12 de julio de 1624, fue visitada por el joven pintor flamenco Anthony van Dyck, que dibujó a la anciana pintora en su cuaderno. Sin duda, Anguissola fue una de las pintoras más destacadas del Renacimiento tardío. De exquisita inteligencia y creatividad, aclamada por Vasari, Miguel Ángel y Anton Van Dyck (sus retratos fueron emulados por Caravaggio y Rubens), la muerte la condenó al olvido y sus obras fueron desperdigadas por los pliegues de la historia. Aun hoy continúa siendo objeto de debate la autoría de La dama del armiño, pintura que se sigue adjudicando a El Greco, aunque a partir de los estudios de Carmen Bernis (primero) y María Kusche (más tarde), cada vez son más los que afirman que su autora es Sofonisba Anguissola.

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Curioso resulta que para algunos críticos estaríamos ante el mejor Greco, y el propio Cézanne creyó ver en La dama del armiño (en realidad vestía piel de lince) al “creador del arte moderno”.

Cuestión de prejuicios o no, lo cierto es que cientos de artistas mujeres, desde el siglo XV hasta la primera mitad del siglo XX, han quedado extraviadas en un agujero negro de la historia, las más de las veces a causa de atribuciones erróneas. Era el caso, hasta no hace tanto, de Sofonisba Anguissola.

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