Serrat es un artista diferente a la mayoría. Recorrer su discografía es, a esta altura, innecesario. Reconocer su talento también. Su vida pública es conocida y sus canciones han acompañado y acompañan nuestra vida, desde nuestro crecimiento hasta la madurez. Muchos sabemos muchas de ellas de memoria. Pero quizá valga la pena echar una mirada sobre el pasado “más pasado”: cuando Serrat no era Serrat, ni siquiera Joan Manuel.
En su casa lo llamaban Juanito. De chico iba en tranvía a la playa de Can Tunis con sus amigos (que también lo apodaban “Cani”) a buscar almejas y berberechos. “Quizá porque mi niñez sigue jugando en tu playa y escondido tras las cañas duerme mi primer amor, llevo tu luz y tu olor por dondequiera que vaya…” dice el comienzo de Mediterráneo, una de sus más famosas canciones. A esa playa lo acompañaba su tío Gregorio, un pesimista incorregible que se sentaba en una silla plegable en la arena, miraba hacia arriba y, si veía una nube en medio del cielo, decía “ya verás, Juanito, cómo esta nube acabará jodiéndonos el día”.
Juanito jugaba al fútbol en la calle y volvía exhausto a casa ya con las luces de la noche. Su casa era un piso pequeño en la calle Manuel Cabanyes; la vida de la familia (padre, madre, su hermano mayor Carlos y él) se desarrollaba en el comedor. Su padre trabajaba en Catalana de Gas y su madre era una mujer sufrida que vivía preocupada y preocupándose por su familia, sus afectos, sus vecinos. El padre de Ángeles, Manuel, había sido fusilado por los franquistas en Belchite (municipio de Zaragoza) junto con más de treinta familiares, arrojados todos a la misma fosa. “Le llamaban Manuel, nació en España, su casa era de barro, de barro y caña…”, dice una extraordinaria y tristísima canción de su cuarto disco, su primer disco en español. La familia de Serrat era, por decirlo así, del bando perdedor de la Guerra Civil española. A su alrededor todos callaban esa tragedia, las preguntas eran inconvenientes y las verdades aparecerían más tarde.
En su primera escuela, su maestra era la hija de la lechera. Después va al Colegio de los Escolapios, donde llega a sentir una cierta vocación religiosa. “Tenía una casa sombría, que madre vistió de ternura, y una almohada que hablaba y sabía de mi ambición de ser cura…” dice en “Mi niñez”, una canción autobiográfica de belleza única. Luego cursa estudios en el Instituto Milá y Fontanals de Barcelona. Algunos veranos los pasa en el pueblo de su madre, Belchite (Zaragoza), y también en Viana (Navarra); eso lo acerca al ambiente rural. A los 12 años ingresa en el bachillerato laboral de Tarragona, donde se recibe como bachiller laboral superior, con el oficio de tornero fresador. Por entonces ya era un estudiante destacado.
A los 16 años su padre le regala su primera guitarra. Un año después ingresa en la Escuela de Peritos Agrónomos de Barcelona, y gracias a su aplicación recibe una beca para aprender a sexar pollos (algo necesario cuando se exportan pollos para crianza y hay que separar las hembras para que pongan huevos). En tiempos de esplendor de las granjas avícolas, un maestro japonés inició a Serrat en este oficio, en el que tambén se destacó y en el que trabajó durante un tiempo. Cumple con la obligada milicia y es destinado en Castillejos y después en Jaca, cerca de los Pirineos. Es allí donde comienza a leer y a interesarse por la poesía. En la milicia de Castillejos también se destaca, recibiendo como premio el Sable de Honor.
En 1962, en compañía de tres amigos forma un grupo musical, que al principio se llamó “Els Plaçons”, después “Els Pitecantropus” y después “Els Quatre Cigales”. Su repertorio no era muy variado y cantaban canciones de The Beatles. No tuvieron éxito, pero llegó un momento en que sus amigos, reconociendo que Serrat era el único de los cuatro que tenía talento, lo llevaron a Radio Barcelona, donde el locutor Salvador Escamilla lo llamó por primera vez “Joan Manuel”. Serrat comenzó a cantar solo y enseguida tuvo éxito, y con el éxito vino el primer jamón entero que entró en casa, para alegría de su padre Josep, que fue feliz por el triunfo de su hijo hasta el último de sus días, y de su madre Ángeles, que sufría por el peligro que la fama pudiera traerle a su hijo.
Serrat pasa a ser el número trece en el movimiento “Els Setze Jutges” (Los dieciséis jueces), un grupo de cantantes que defendían su derecho a cantar en catalán, hecho que estaba vetado por el franquismo. Enseguida llegaron más y más jamones, que compartía con sus viejos amigos. Serrat representaba una rebeldía ética, tenaz, comprometida, que sin embargo transmitía la dicha por vivir, a la vez que comenzó a representar esa catalanidad racional aceptada por todos. Serrat nunca fue sumiso ni se acomodó al estereotipo del artista que quiere surgir a toda costa haciendo cualquier cosa para “llegar”. Sus tres primeros discos fueron en catalán, desoyendo los consejos de amigos y discográficas.
En 1965, mientras seguía estudiando guitarra y música, termina los estudios de Perito Agrónomo, graduándose con premio extraordinario. Decide matricularse en la Facultad de Ciencias Biológicas, carrera en la que llegó a hacer tres materias.
En 1968 fue elegido para representar a España en el festival de Eurovisión. Cantaría una canción (“La la la”) que no era de su autoría, pero puso como condición cantarla en catalán, cosa a la que se negaron los organizadores del festival. El festival era el más famoso de la época y sería visto por toda Europa, y en definitiva él era un joven que recién daba sus primeros pasos en el mundo de la música. Sin embargo, Serrat no dio el brazo a torcer. Conclusión: Serrat fuera de Eurovisión. Mucho no le importó; a fines de 1968 decide él comenzar a cantar más en español y en 1969 se lanza su primer disco cantado en español.
Su primera visita a la Argentina fue en octubre de 1969; su primera actuación fue en televisión, en Canal 9. Las autoridades del canal eran reticentes a presentarlo: Serrat vestía siempre de negro, tenía el pelo largo, patillas enormes, lunares demasiado notables en la cara, dentadura imperfecta, no sonreía y contestaba lo que pensaba sin tener el menor interés en parecer agradable ni caer simpático. Cantó una canción en catalán y nadie entendía nada; después cantó en español y a la tercera canción ya tenía al público en el bolsillo. Volvió a presentarse en Canal 13 en el programa “Sábados circulares” conducido por Nicolás Mancera, que buscó ser incisivo en la entrevista previa a su actuación. Serrat fue claro, contundente y dialécticamente tan superior que el mismo Mancera (que tenía oficio y pergaminos de sobra) pasó a ser su mayor fan.
De ahí en adelante no hay mucho para agregar; todos lo conocemos y su carrera y su talento están a la vista. Serrat tiene al presente unos quince discos en catalán y unos treinta en español (las cifras pueden no ser exactas), de los cuales muchos son verdaderas joyas de una calidad poética absolutamente única y una composición musical muchas veces asombrosa. Todos los que disfrutamos de su música y su poesía conocemos sus canciones de memoria. Las canciones de Serrat son historias de un desarrollo armonioso y perfecto, llenas de sensibilidad y con una mirada que va más allá de lo visible.
Serrat ha hecho canciones de amor, como casi todos los cantautores conocidos. Todas de extraordinaria calidad, con detalles originales y bellos: Poco antes de que den las diez, Tu nombre me sabe a hierba, Poema de amor, Penélope, Los debutantes, Lucía, Porque la quería, Sinceramente tuyo y muchas más. Pero lejos (más bien, lejísimos) está de haberse quedado ahí. Serrat ha hecho canciones sobre cosas y temas sobre los que nadie o casi nadie ha escrito: ha escrito sobre una paloma (La paloma), un titiritero (El titiritero), su abuelo (Manuel), el otoño (Balada de otoño), la suegra (Señora, Querida), un pajarito (Como un gorrión), un perro (Malasangre), un enano (Romance de Curro El Palmo), la mujer (La mujer que yo quiero), un maniquí (De cartón piedra), el mar Mediterráneo (Mediterráneo, Plany al mar), un cementerio (Pueblo blanco), un cine de barrio (Los fantasmas del Roxy), una calesita (El carrusel del Furo), un burdel (La Casita Blanca), un barquito de papel (Barquito de papel), la madre (Soneto a mamá), el embarazo (De parto), los ejecutivos (A usted), los piratas (Una de piratas), los poderosos (Algo personal).
Ha escrito una especie de elegía propia antes de morir (Cuando me vaya), ha establecido sus preocupaciones para cuando ya no esté (Si la muerte pisa mi huerto), ha trazado sus propias bienaventuranzas (Bienaventurados), ha escrito sobre su identidad (A quien corresponda), sobre su niñez (Mi niñez), sobre los niños (Esos locos bajitos), sobre las niñas bien (Muchacha típica), sobre los hijos (Qué va a ser de ti), sobre la vejez (Llegar a viejo), sobre la fiesta de San Juan (Fiesta), sobre la historia de una joven vasca a quien le mataron al novio (Edurne), sobre el Quijote (Vencidos), sobre personajes entrañables (Tío Alberto). Ha escrito sobre la amistad (La aristocracia del barrio, Decir amigo, Amigo mío, Las malas compañías), los recuerdos (En nuestra casa), la búsqueda de uno mismo (Vagabundear, Para vivir), la superstición (Toca madera), las frases hechas y los dichos populares (Cada loco con su tema), las fábulas (La rana y el príncipe), la hipocresía (Yo me manejo bien con todo el mundo, Lecciones de urbanidad). Y eso entre las más conocidas, y sin contar por supuesto las canciones en catalán ni los poemas de Antonio Machado, Miguel Hernández, Mario Benedetti y otros a quienes les ha puesto música pero que no han nacido de su pluma. Porque si agregamos estos discos, Serrat también le ha cantado (en este caso sin ser el autor de las canciones) a la guitarra (Guitarra del mesón), a Jesucristo (La Saeta), al pasado español (Del pasado efímero), a las moscas (Las moscas), a personajes de la sociedad (Llanto y coplas), a un olmo (A un olmo seco), al mismo Antonio Machado (En Colliure), a la pobreza y el trabajo duro (Niño yuntero), a la primera infancia (Nanas de la cebolla), a la libertad (Para la libertad), a la boca (La boca), a la primavera (Romancillo de mayo), a los vampiros (Historia de vampiros), a los árboles (De un árbol a otro), a la alegría (Defender la alegría).
El fraseo de Serrat es único: tiene canciones con rimas esdrújulas (Muchacha típica, A usted, etc), lo que no sólo no es habitual sino difícil; es enemigo de las rimas sencillas con palabras agudas acentuadas ortográficamente; utiliza en sus letras palabras inauditas para una canción (funámbulo, titiritero, talego, tahúres, energúmeno, sórdidos, sinvergüenzas, sicarios, umbrío, horóscopo, nómina, etc); tiene más frases memorables que la mayoría de los literatos o filósofos que solemos leer (imposible señalarlas en este espacio); ha llegado a escribir frases con cinco o seis verbos casi seguidos con una elegancia incomparable: “uno de mi calle me ha dicho que tiene un amigo que dice conocer un tipo que un día fue feliz…” y en la frase siguiente de la canción pone un verbo más (¡seis en total!) y es perfecto. Extraordinario.
La voz de Serrat también es única. Nunca tuvo un gran caudal de voz; impacta con su decir, con su entonación, con su convicción, el tipo realmente siente lo que dice. Su vibrato es exclusivo, inigualable, extiende su cuello y echa apenas su cabeza hacia atrás en los agudos (no muy agudos, eh), lo flexiona hacia adelante como comprimiendo su garganta en los graves. Su expresión está en sus cejas, sus comisuras, un ligero ladear de su cabeza, un frunce de labios, un mover de sus dedos, que se mueven más que su manos. Le alcanza y sobra con eso.
No vale la pena reseñar todo lo que ha hecho en su enorme trayectoria artística. Todos lo conocemos de sobra, sus canciones siempre están cerca y son inolvidables.