Sandro publicó 52 álbumes y vendió no menos de 8 millones de copias, entre ellas “Rosa Rosa”, su obra más difundida, que llegó a vender casi 2 millones de discos.
Filmó 12 películas y hasta recibió un Grammy Latino. Cultivó una imagen como la de Elvis Presley de quien imitaba hasta la forma de vestirse, con trajes de cuero ceñidos al cuerpo, aunque con los años desarrolló un estilo muy personal. Alrededor de su figura se tejió un aurea erótica que producía reacciones paroxísticas entre la audiencia femenina. ¿Cómo fue que este pibe de Lanús ascendió al estrellato?
Como tantos jóvenes de la década del 50, Roberto Sánchez se sintió atraído por la música del Rock and Roll y el Blues que por entonces se gestaba en USA con el estrellato de Elvis Presley, a quien comenzó a imitar muy precozmente, con escasos 12 años en un acto escolar. Poco después se vio obligado a abandonar los estudios para ayudar en el trabajo a su padre que tenía ascendencia Húngara. De allí que se lo llamara “El Gitano”.
Compró a crédito su primer guitarra y junto a su amigo Enrique Irigoytía formaron un dúo de voces y guitarras con el que comenzaron a participar en concursos de canto y en los suburbios del sur de Buenos Aires con un repertorio muy variado, que iba desde el Rock, pasando por Tango, Boleros y Folklore.
La música lo alejó de la violencia callejera del Gran Buenos Aires, aunque habiendo adoptado las camperas de cuero propias de los rockeros había ganando esa fama de “macho”, siempre con un cigarrillo en sus labios, como una especie de James Dean latino. El mismo Roberto Sánchez reconoció que de no ser por la música hubiera caído en la delincuencia.
A partir de 1960 adoptó el nombre de Sandro que lo haría famoso (curiosamente, sus padres lo quisieron anotar con ese nombre pero en ese entonces no lo autorizaron).
Su primera actuación con su nuevo nombre, tuvo lugar en un local de la calle Warnes en Lanús. Entonces formaba una banda que se llamó Los caniches de Oklahoma, con la cual grabó su primer sencillo “Comiendo rosquitas calientes en el Puente Alsina”.
En busca de un nombre con más gancho, comenzaron a llamarse Los de Fuego, y Sandro se convirtió en el solista que no solo cantaba, sino que dotaba a sus presentaciones de coreografías de lo más exuberantes, al mejor estilo de Elvis, Little Richard y Bill Haley. No era extraño verlo retorcerse y hasta ponerse de rodillas, siempre en una entrega total al público.
En 1963, antes de cumplir los 20 años grabó su primer single sin el apoyo de la banda que lo había hecho famoso. El éxito llegó con la balada romántica “Dulce”, de Alejandro Chamica.
En el 64 volvió con Los de Fuego, e hicieron la versión en español de “Hay mucha agitación”. Este éxito le permitió el acceso a la televisión presentándose en “Sábados Circulares”, de Pipo Mancera, donde su actuación no dejó dudas sobre su histrionismo y entrega. Saltaba, se movía de un lado al otro del escenario y llegaba a arrastrarse por el piso, algo que nadie había visto en el medio local. Sus actuaciones impactaban al publico más joven, poco habituado a estos excesos, que se replicaban en la audiencia: había gritos, llantos y desmayos como los que creaban las presentaciones de los Beatles.
Las autoridades del canal pretendieron censurar tales excesos pero al parecer fue el mismo Mancera quien salió a defender al grupo. De allí en más apareció con asiduidad en “Sábados Circulares”, a la vez que hacía su primera aparición en el cine con la película Convención de Vagabundos.
Bajo la dirección de Héctor Techeiro, Sandro grabó sus éxitos más resonantes que lo llevaron a ser conocido como “Sandro de América“, mientras sus discos se vendían de a miles.
Sus éxitos, sus películas, y presentaciones marcaron una época, más cuando en 1966 desde un local en la calle Pueyrredón llamado “La Cueva”, promovía la presentación de otros artistas del Rock Nacional como Lito Nebbia y Los Gatos.
Con los años Sandro fue dejando la ropa de cuero por el Smoking y desarrollando un estilo propio, más seductor y romántico, especialmente enfocado al público femenino, al que con cierto sarcasmo las llamaba “Sus Nenas”.
En 1967 ganó el Primer Premio en el Festival Buenos Aires de la canción con “Quiero llenarme de ti”, éxito que trascendió las fronteras del país y lo lanzó a una carrera internacional en EEUU, San Remo (Italia), y Viña del Mar.
Su estilo y su música de neto corte popular le valieron el mote despectivo de “grasa”, por esa sensualidad exagerada que sería su marca personal. Era una sociedad atravesada por la grieta de “mersas” y “chetos”, “grasas” y “niños bien”.
Grabó 12 películas y recibió un disco de oro en Nueva York. Fue premiado en Caracas, además de ser el primer artista latino en actuar en el Madison Square Garden.
En 1971 convocó a 60.000 espectadores para una presentación en el estadio de San Lorenzo y un año mas tarde llena el Luna Park.
Después de varios años de no presentarse en la Argentina hizo un recital en el Teatro Ópera que es transmitido por TV abierta.
Después de 15 años de trabajar junto a Oscar Anderle, se separa del cantautor y Sandro comenzó la búsqueda de un nuevo sonido y una nueva estética.
En la década del 80 su figura era mítica, apunto tal de ser premiado con un Martín Fierro y un Carlos Gardel. En ese entonces comenzaron a correr rumores sobre su salud. Cada vez le resultaba más fatigosa la conclusión de las presentaciones.Comenzaba a notarse el deterioro inducido por el cigarrillo que consumía incesantemente. Sin embargo, su prestigio no decayó y continuó creando escenas escandalosas con “Sus Nenas”, que no dudaban en arrojar ropa interior al escenario para demostrar su fervor erótico.
Su última presentación fue en el 2006 en el teatro Gran Rex, donde continuaba despertando pasiones.
A pesar de esta admiración lindante con el fanatismo no se le conocieron romances y vivió sus los últimos años de su existencia casi encerrado en su casa de Banfield.
El enfisema pulmonar secundario al tabaco fue limitando su actividad, alejándolo de los escenarios. En su presentación del “Hombre de la Rosa”, debió cantar con oxígeno conectado al micrófono.
La enfermedad lo llevó a permanecer varias semanas internado, en espera de un transplante de pulmón. Rodeado de aparatos, sensores e intubado, Sandro se definió a sí mismo como una “Chatarra Cósmica”
El 20 de noviembre del 2009, luego de ocho meses de vivir como esa “chatarra”, Sandro pudo ser transplantado en el Hospital Italiano de Mendoza.
Si bien la operación fue un éxito e inicialmente evolucionó favorablemente, un mes más tarde fue nuevamente operado por una perforación pulmonar, que se complicó con una neumonía, responsable final de la muerte del cantante de 64 años.
Su cuerpo fue velado en el Congreso donde lo despidieron mas de 50.000 personas e inhumado en el cementerio de Longchamps, junto a 100.000 personas que lo acompañaron en su último reposo a Sandro de América, quien en algún momento había dicho: “No te mueras pibe, trepate a tus sueños… (porque)no hay nada en la vida que valga la pena de pensar acaso que la muerte es buena!”