No todos los músicos tuvieron la oportunidad de componer la música para sus exequias y algunos murieron en circunstancias bastante bizarras, como Enrique Granados, ahogado después del hundimiento del barco que lo llevaba a Inglaterra al ser torpedeado por su submarino alemán. Don Enrique fue rescatado, pero el músico español se arrojó a las aguas del Canal de la Mancha con la intención de salvar a su esposa. No tuvo suerte… Menos aún la tuvo Ernest Chausson, que murió en un estúpido accidente de bicicletas, después de llevarse por delante una pared. El compositor austríaco Anton Webern fue muerto por un soldado americano que lo confundió con un contrabandista…
Es decir, el mundo está lleno de muertes poco gloriosas, tontas y previsibles, pero quizás no haya una que reúna todas estas condiciones como la que se llevó de este mundo a Jean Baptiste Lully, el músico de cámara y creador de los ballets que tanto le gustaban a Luís XIV.
Hombre de extracción humilde fue a Francia para trabajar de sirviente, pero su talento como violinista, compositor y su habilidad para el baile le permitió acceder al puesto de Maestro de Música de Versailles a los 21 años. Gracias a su amistad con el Rey, al que asistía en la producción de las elaboradas coreografías que el monarca después ejecutaba ante la corte, llegó a ocupar el cargo de Secretario del Monarca.
Una carrera exitosa siempre se acompaña de adversarios. En este caso, los enemigos eran nada más y nada menos que Moliere y La Fontaine. Existieron no tan veladas amenazas de muerte y fue acusado ante el Rey de homosexualidad, cosa que mucho no le debe haber preocupado al Rey Sol, ya que su hermano Felipe, el duque de Orleans, era conocido por sus relaciones escandalosas con el Caballero de Lorena.
Cuando Luís XIV fue operado de una fístula anal con éxito, el músico expresó el júbilo por la recuperación del monarca con un Te Deum que se ejecutó en la Iglesia de Les Feuillants en París, conducida la orquesta por el mismo Lully.
La gangrena siguió su curso y comprometió el pie del compositor. Una vez más le aconsejaron operarse, pero Lully volvió a resistirse a ser intervenido.
La afección evolucionó y comprometió la pierna. Una vez más Lully rechazó la amputación. Su decisión lo llevó a sufrir terribles dolores y finalmente, la muerte. El tiempo de vida que le quedaba lo usó para organizar sus asuntos mundanos, que incluían una cuantiosa fortuna con 58 cofres llenos de oro, plata y piedras preciosas.
También aprovechó este lapso para arreglar sus cuentas con el Todopoderoso, confesándose. No sabemos qué opinión tenía su confesor de la obra de Lully, pero sospechamos que no la tenía en alta estima, ya que le pidió que destruyese la partitura de la ópera que estaba componiendo.
Lully, sin chistar, la tiró al fuego y logró la absolución. ¿Acaso el sacerdote encontraba a esta obra muy poco edificante? No lo podemos saber, pero si conocemos que Lully tenía una copia, razón por la cual había entregado su obra tan fácilmente a las llamas.
La ópera en cuestión se llamaba Aquiles y Polyxena, y fue terminada por Pascal Collasse. Lamentablemente fue representada una sola vez y no hay registro de su interpretación, razón por la cual hoy compartiremos con ustedes el Te Deum, la forma en que Lully agradeció a Dios la recuperación del procto tullido del Rey Sol.