Comunista, pobre y homosexual, una combinación terrible por la que el joven Pier Paolo Pasolini, con 23 años, fue obligado a huir del norte de Italia, y refugiarse en Roma. Era 1954, y sus primeros años esa ciudad transcurrieron entre los más pobres y proletarios.
Pasolini, con sus conflictos, contradicciones y zonas opacas, representa a Italia como nadie. Lo reúne todo en una sola figura, también la parte más sucia y violenta. Fue un testigo de su época que se dedicó a denunciar la pobreza, la corrupción y las miserias. Con su cine rompió de manera rotunda los esquemas estéticos de la época.
La versión oficial cuenta que el realizador de Teorema fue asesinado tras un morboso encuentro homosexual. “Hoy en Italia se sigue diciendo que fue un homicidio casual, pero en el proceso no se hizo ninguna investigación. Fue todo un complot entre los servicios secretos, la Iglesia y los políticos. Se había creado un ambiente de que Pasolini era un hombre peligroso que hacía daño a la sociedad italiana y a la democracia”, asegura el director italiano Fernando Bruno, que ha estudiado los últimos años de vida de Pier Paolo, con la idea de realizar una película que desbarate la hipótesis que ha pasado a la historia.
Las palabras de Pasolini en la entrevista que concedió la misma tarde de su asesinato y que fue publicada una semana después de su muerte, fueron al menos premonitorias: “Todo el mundo sabe que yo pago mis experiencias personalmente. Pero también están mis libros y mis películas. A lo mejor soy yo el que se equivoca, pero sigo pensando que todos estamos en peligro”. Amigo de Moravia, de Maria Callas y de gente muy humilde, abogó siempre por la educación y la cultura y se puso del lado de los más desfavorecidos. “Añoro la revolución pura y directa de la gente oprimida cuyo único objetivo es ser libre y dueña de sí misma. Imagino que aún puede llegar un momento así en la vida de Italia y del mundo… Quiero decir a calzón quitado: yo bajo al infierno y sé cosas que no perturban la paz de los otros. Pero tened cuidado. El infierno está subiendo y las ganas y necesidad de dar un garrotazo, de agredir y de matar es fuerte y es general”.
Esa trágica noche Pasolini dejó una película terminada, pero sin estrenar, Saló, que finalmente se proyectó 20 días después de su muerte, y un libro, Petróleo, donde investigaba crímenes que señalaban al propio Estado. Esta novela póstuma se publicó en 1992 con un capítulo perdido y nunca encontrado. Se dice que en ese capítulo, el número 21, daba datos concretos sobre esos crímenes.