“Confieso que enterrar a algunas gentes constituye un gran placer”
Antón Chéjov
El escritor ruso Antón Chéjov era médico. Como tal, no le hacía mucho caso a sus colegas, hasta que su amigo, el doctor Schurovsky, le comunicó que sus pulmones, minados por la tuberculosis, no le garantizaban larga vida. Este le recomendó un tratamiento en boga entre la aristocracia rusa de entonces: el koumiss, leche fermentada de yegua, especialidad de la zona de Ufá. Y hacia allá partió Chéjov.
El viaje prometía ser largo y tedioso (como el nombre del lugar). Fue entonces cuando decidió casarse con la actriz Olga Knipper y ambos partieron en búsqueda de la salud perdida. Algo de efecto debe haber tenido el koumiss (o quizás el beneficio provino del matrimonio) porque, tres años después, el escritor todavía continuaba trabajando y, en una carta dirigida al viejo Souvorine, decía: “Nada hay más aburrido, es decir, menos poético, que esta lucha prosaica por la existencia que destruye el goce de vivir y nos inclina a la apatía”. En 1904, su condición empeoró. Le aconsejaron ir a Alemania, al balneario Badenweiler en la Selva Negra. Aunque refunfuñaba sobre la dieta a base de cocoa que promovían en dicho lugar, su condición mejoró sensiblemente. Todo hacía pensar que Chéjov una vez más esquivaría las parcas, hasta que el 29 de junio de ese año sufrió un ataque al corazón. Una noche, durante su convalecencia, se sintió mal. Tenía nuevamente dolor en el pecho. Despertó a su esposa a las dos de la mañana y llamaron al médico. Este lo examinó detenidamente y, después de mucho meditar, le recomendó tomar champagne. Mucho más no se podía hacer. Chéjov levantó su copa y dijo: “Hace años que no tomo champagne”. Bebió y sonrió por última vez. Después de todo, su vida había sido mucho mejor que la del tío Vania. Se acostó y nunca más volvió a abrir sus ojos.
Su cuerpo fue enviado a San Petersburgo en un vagón de carga que decía “Ostras frescas”. Máximo Gorki se quejó de este hecho, que le pareció una irreverencia, aunque lo más probable es que al escritor no le hubiese molestado y quizás, de haberlas tenido a mano, habría acompañado con ostras ese último brindis con champagne.
Chéjov está enterrado en el cementerio Novodévichi de Moscú.
Texto extraído del libro Trayectos Póstumos de Omar López Mato – Disponible en la tienda online de OLMO Ediciones.