Grandes sacrificios poco reconocidos. Ese sería el resumen de la exploración de las regiones polares que estuvo protagonizada por referentes como Cook, Scott, Franklin o Shackelton. Aunque estos exploradores tengan ahora sus respectivas estatuas en Reino Unido, la realidad es que todas estas expediciones estuvieron llenas de grandes héroes en su mayoría desconocidos. Los éxitos nunca fueron suyos y en las derrotas fueron los que más perdieron. No obtuvieron ni fama ni gloria, mucho menos riquezas, no fueron enterrados en lugares monumentales y su memoria, en general, se ha perdido. Es más, muchos de estos hombres reposan para siempre bajo los hielos del Ártico y el Antártico.
Con la publicación de La vida en los confines de la Tierra, se espera hacerles justicia de la mejor forma posible: rescatando su memoria, recordando su legado y, al tiempo, las aventuras que llevaron a cabo.
El explorador que dio nombre al lugar donde murió
Willem Barents pensaba en 1596 que podría llegar al estrecho de Ka redoblando la punta norte de la isla Nueva Zembla, en el ártico ruso. Sin embargo, el hielo empezó a rodear el barco haciendo presión. Una vez que consiguieron librarse del obstáculo, el vehículo estaba totalmente deteriorado, por lo que se vieron obligados a buscar refugio en la costa de Nueva Zembla, donde Barrents finalmente murió. La región, el mar y aquella isla están bautizadas con el nombre de este incansable holandés.
Uno años más tarde, en 1610, Henry Hudson fue enviado por parte de comerciantes británicos a la búsqueda de una ruta marítima por el noroeste. Cuando Hudson atravesó el estrecho y entró por la bahía que hoy lleva su nombre, creyó que se encontraba en la ruta Catay. Seis años más tarde, William Baffin llegaría a la costa occidental de Groenlandia antes de darse la vuelta debido a los témpanos de hielo. A pesar de que no fue consciente de ello, cuando pasó el Lancaster había llegado al mar de Beaufort, desde donde no habría tenido problemas en encontrar el mar de Bering. Esta hazaña no tuvo premio, salvo que logró añadir su nombre a los mapas y grandes espacios del Ártico.
William Edward Parry, primera búsqueda del Polo norte
El siglo XV fue una época en la que el conocimiento geográfico avanzó a pasos agigantados, ya que en apenas unos años se exploraron y cartografiaron grandes extensiones que antes eran totalmente desconocidas. Sin embargo, hasta inicios del siglo XIX apenas se tenía información sobre las extensiones heladas que cubren los dos extremos de la Tierra. Esto no tardaría en interesar a los comerciantes que buscaban rutas para unir Europa con Asia, y una opción era penetrar por el llamado paso del Noroeste.
William Edward Parry iba a llegar al rescate. Algunas naciones llevaban un tiempo buscando una ruta alternativa al estrecho de Magallanes con desastrosos resultados. Sin embargo, un oficial de la Marina británica, experimentado y audaz que se llamaba William Edward Parry, se puso a la cabeza de una expedición a las islas Spitsbergen en 1827 con la intención manifiesta de alcanzar el polo norte en trineo.
Llegó hasta los 82° 45’N por encima del casquete polar, un récord de latitud que no se superaría hasta 1876, cuando el capitán George Nares atravesó el estrecho de Smith con los barcos Alert y Discovery, recorrió en trineos tirados por hombres la costa occidental de Groenlandia y luego, saliendo de la isla de Ellesmere, partió hacia el polo norte logrando alcanzar los 83° 20’N. Aquello se convirtió en el pistoletazo de salida para cambiar de objetivo. Ahora se trataba de alcanzar el polo.
Fridtfoj Nansen, premio Nobel de la Paz
Nansen fue un explorador y científico de su época. Además de ser uno de los pioneros en las rutas hacia los polos, consiguió confirmar de forma práctica su teoría sobre las corrientes y la deriva de los hielos flotantes, sin contar con que logró sobrevivir tres años en su gran aventura -junto a su compañero Hjalmar Johansen- gracias a su inteligencia, valor y notables capacidades. Sus aportaciones, aprendidas de los inuits, serían incorporadas a partir de entonces a todas las expediciones. Todo ello le convierte en un gran explorador, un genuino representante de esa clase de personas que, desde los orígenes de nuestra especie, han luchado por arrancar tinieblas de superstición a los mitos y la ignorancia.