Nenette y Yupanqui

Atahualpa Yupanqui y la francesa Antonietta Paule Pepin Fitzpatrick se conocieron en Tucumán en 1942. Ella era una exquisita pianista de música clásica nacida en la isla de Saint Pierre et Miquelon, territorio francés de ultramar ubicado en la costa atlántica de Canadá. Su padre francés y su madre canadiense de origen irlandés la apodaron “Nenette”, el diminutivo de Antonietta.

En su infancia, durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Nenette se mudó a Francia con sus padres y su hermana mayor Jeanne Henriette. En 1926, Jeanne se embarcó junto a una compañía de danza rumbo a Buenos Aires. Allí conoció a quien sería su primer esposo, y se quedó a vivir en Argentina. Cuando Nenette terminó el secundario y obtuvo medallas de oro como intérprete y compositora en el Conservatorio de Caen en Normandía, Jeanne la invitó a ella y a su padre a instalarse también en Argentina. En 1928 se instalaron en el barrio de Villa Ballester (Buenos Aires). Nenette prosiguió sus estudios de piano, ya avanzados, en el Conservatorio Nacional de Música. Viajaba frecuentemente a ciudades importantes de Argentina para presentarse como concertista de piano de música clásica.

Fue una noche de 1942, bajo una luna tucumana, cuando Atahualpa Yupanqui y Nanette Pepin-Fitzpatrick se conocieron. Él actuaba en una sala, solo con su guitarra, y ella, en un teatro cercano, integrando la Orquesta Sinfónica Nacional.

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Mantuvieron un vínculo por correspondencia y tres años después de ese primer encuentro, desde Tucumán, 1945, Atahualpa le escribe: «Leo tu carta y quiero decirte que no pienso tristemente en el porvenir. Ya volveré pronto para grabar mis músicas. Y te veré, levantada y amorosa, trabajadora y buena, como sé que eres. Y besaré tus ojos, compañera de tantas horas lindas y tristes. Mi cariño, Ata.»

Al año siguiente (1946), decidieron casarse en Montevideo, ya que en Argentina no existía el divorcio (Don Ata había estado casado María Alicia Martínez). Ese mismo año tuvieron un hijo, el cuarto de él, el primero de ella, Roberto.

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Yupanqui abrazaba causa comunista y se había afiliado al Partido en el 45. Por ese entonces, comenzaron las persecuciones del peronismo… Entre el 46 y el 55 estuvo prohibido. Nadie lo podía nombrar. Si pasaban en la radio su clásico Camino del indio, por ejemplo, los locutores lo presentaban como “de autor anónimo”. Nenette comprendió que lo que venía logrando su marido, la patriada ideológica y cultural que estaba llevando a cabo con su música era revolucionaria en varios aspectos. Decidió, entonces, abandonar su carrera de pianista y trabajó para esa gran obra del folclore.

Muchas de las canciones más conocidas de Atahualpa Yupanqui son de su coautoría. Luna tucumana, El alazán, Indiecito dormido, Chacarera de las piedras, Vidalita tucumana, Zamba del otoño, El arriero, etcétera, etcétera, etcétera. Dada la tradición machista de la época, eligió un seudónimo masculino: Pablo del Cerro. Pablo por su segundo nombre (Paule) y del Cerro por su lugar más preciado (Cerro Colorado, Córdoba).

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Fue una mujer firme, segura, implacable muchas veces. Exigente consigo misma y con su marido, pero existía una simbiosis extraordinaria entre ellos.

A partir de 1961, cuando él comienza sus giras internacionales por países recónditos como Egipto, Hungría o Japón, ella se instaló en su amada Francia con su hijo. En París lo esperaba con tranquilidad en un departamento pequeño y humilde que alquilaban. En esos tiempos, la correspondencia que se enviaban siguió cargada de amor y de un compañerismo conmovedor.

Nenette falleció en 1990, un 14 de noviembre, de un paro cardíaco en la ciudad de Buenos Aires. Tenía 82 años y, como ella misma lo quiso, sus cenizas fueran echadas al mar, en San Pedro y Miquelón, su costa natal. Dos años después, partió Atahualpa Yupanqui. Fue Francia, mientras estaba de gira. Sus restos están en Cerro Colorado bajo un roble europeo.

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