Las hermanas Brontë aprovecharon el tiempo disponible por su enfermedad (tuberculosis) para escribir poesías y ficción romántica. Aunque cada una trabajaba por su cuenta, sus trabajos estaban irremediablemente entrelazados.
Su madre era de origen irlandesa, y tuvo seis hijos en nueve años. El Sr. Brontë fue el único que sobrevivió a toda la familia.
Emily Brontë se destacó sobre sus hermanas, aun sobre Charlotte que había escrito Jane Eyre, pero Emily era particularmente reservada y nunca tuvo amigos. Su vida quedó reservada a su familia.
Su hermano Branwell, una de sus hermanas, y su madre habían muerto por tuberculosis. Las únicas supérstites fueron Charlotte, Anne (la menor) y Emily.
La muerte de todos sus hermanos había endurecido a Emily, y especialmente la desaparición de su amado hermano había sido un terrible golpe para la joven…
La enfermedad que la llevó a la tumba siguió empeorando su salud. Charlotte lo describió en sus apuntes: “Está pálida y delgada”. Éstas palabras eran el prolegómeno de lo que estaba por ocurrir.
Sin embargo, Emily continuó su vana lucha. Ni siquiera se molestaba en tomar los remedios porque sabía que de poco habrían de servir para atenuar su malestar.
“Ningún médico ponzoñoso habrá de acercarse”, decía Emily, como una forma de negar la enfermedad que la arrastraba a la tumba.
Sin embargo, Charlotte le escribió a un notable facultativo de Londres para explorar alguna posibilidad de curación. La respuesta solo confirmó su sospecha.
Subir las escaleras se convirtió en un tormento para Emily. En diciembre empeoró su condición, y a pesar de su malestar, seguía levantándose de la cama y se vestía para alimentar a sus animales. Trataba de peinarse, pero ni siquiera tenía fuerzas para eso.
Sin embargo, continuó bordando, aunque las fuerzas la abandonaban, a punto tal de verse obligada a pedir la asistencia de un médico. Cada vez le resultaba más difícil respirar y, aun así, no quiso volver a la cama. Intentó incorporarse, pero en ese mismo momento se cortó el hilo de su vida.
Fue enterrada en la parroquia donde estaba enterrada el resto de la familia.
“Ahora creemos que está en paz”, escribió Charlotte a sus conocidos.
Ya no sufriría más el frío, la tos, ni el decaimiento. Como había dicho en su momento, “Mi existencia se resumiría en dos palabras, condenación y muerte”.
