Miles Davis, el genio enojado

El 28 de septiembre de 1991, Miles Davis (Miles Dewey Davis III) muere a la edad de 65 años en el hospital St John de Santa Mónica, cerca de Los Ángeles. Una neumonía inició el final, un ACV lo precipitó paralizando parte de su cuerpo y un segundo derrame cerebral terminó con su vida. Está enterrado en el cementerio de Woodlawn de New York.

Su padre había muerto también de un derrame cerebral y lo mismo ocurriría después con su hermana mayor Dorothy. La muerte de Miles fue dentro de todo apacible y, quizá, una especie de bendición. De haber sobrevivido habría quedado paralizado, probablemente no hubiera podido volver a tocar, y en tales condiciones seguramente hubiera enloquecido. Miles nunca se refería a la muerte, y la odiaba como tema de conversación. Sin embargo, un mes antes, en una velada en su casa frente al Central Park de New York, habló con su amigo y biógrafo Quincy Troupe sobre cuánto extrañaba a su padre (que siempre lo apoyó y lo ayudó hasta con fiereza en su lucha contra su adicción a la heroína), a Gil Evans, a John Coltrane; con su voz rasposa y un resoplido, dijo que ya no tardaría mucho en verlos, y que él, Gil y Trane volverían a tocar juntos una música más maravillosa aún.

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Miles Davis y Gil Evans.
Miles Davis y Gil Evans.

 

Nacido en mayo de 1926 en Alton, un pueblo de Illinois sobre la orilla izquierda del río Mississipi y unos pocos kilómetros al norte de Saint Louis, este monstruo de la música de todos los tiempos tuvo una vida imposible de reseñar en algo de menor extensión que un tratado extenso.

Su espíritu único y singular solo se adaptaba al compás de su propia trompeta y a los ritmos y mandatos de su propio corazón; un espíritu difícil de sobrellevar en un país como EEUU en la época en la que le tocó vivir, especialmente si uno es, como era Miles, un negro orgulloso que insiste en cada arista de su vida en correr riesgos, hacer las cosas a su manera y defender sus convicciones.

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Miles Davis.
Miles Davis.

 

Intrépido, líder de grupo, su capacidad para reconocer el verdadero talento dio origen al nacimiento de numerosas carreras; músicos como Cannonball Adderley, John Coltrane, Ron Carter, Bill Evans, Herbie Hancock, John McLaughlin, Wayne Shorter, Joe Zawinul y muchos más tuvieron sus primeras apariciones importantes en público tocando con Miles.

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Los ámbitos musicales que Miles Davis creó fueron tan fértiles que todos los que tocaban en esa atmósfera tan innovadora y genial vieron florecer sus trayectorias musicales. Miles llegaba al estudio con apenas un esbozo de lo que había que tocar; se obligaba y obligaba a sus músicos a improvisar (“no toques lo que hay, toca lo que falta”, decía), a escucharse entre ellos y a reaccionar de modo instantáneo al curso de la música.

Miles era además un gran compositor que ha dejado obras memorables, sobresaliendo Kind of Blue, considerado por muchos como el más importante disco de jazz de todos los tiempos. Chick Corea alguna vez afirmó que “con este disco Miles creó, prácticamente, un nuevo lenguaje musical. Eso es una proeza”.

El disco se convirtió en el más vendido de la historia del jazz. Esos cinco temas (“So what”, “Freddie Freeloader”, “Blue in Green”, “All blues” y “Flamenco Sketches”) son un prodigio de precisión e inventiva. El grupo era un “Dream Team”: Miles Davis en trompeta, John Coltrane en saxo tenor, Cannonball Adderley en saxo alto, Bill Evans en piano (en un tema toca Wynton Kelly), Paul Chambers en bajo y Jimmy Cobb en la batería.

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En discos anteriores, Davis había grabado algún tema siguiendo la música modal que él había descubierto al escuchar al pianista Ahmad Jamal. Aquí quiso que lo modal estuviera presente en todo el disco, y para eso era fundamental la presencia de Bill Evans. Otra de las influencias fue el Ballet Africaine, la compañía nacional de baile de Guinea. Mientras todos alababan el disco, Davis pensó que había fracasado. “En Kind of Blue no conseguí lo que me proponía. Fallé en mi intento de incorporar al sonido final el sonido exacto del finger piano africano. Cuando lo expreso todos me miran como si estuviera loco”, dijo Davis en su autobiografía (un gran libro, escrita con la colaboración de Quincy Troupe).

La misma semana en que apareció Kind of Blue se produjo uno de los incidentes de mayor fama. En la puerta de Birdland, en Nueva York, Miles despidió a una mujer blanca con un beso y la ayudó a subir a un taxi. Mientras estaba prendiendo un cigarrillo, un policía se acercó de mala manera y le ordenó que despejara la zona. Davis sólo se limitó a decirle su nombre y a mostrarle con el índice y con cierto desdén la enorme marquesina del lugar que anunciaba sus presentaciones. La discusión fue levantando el tono y lo que sucedió a continuación fue confuso. El policía cayó al piso, los testigos se fueron acercando, otro policía llegó desde atrás y golpeó con su machete la cabeza del músico. La sangre tiñó su elegante traje claro y Miles Davis fue detenido por resistencia a la autoridad y agresión. La foto a la mañana siguiente estaba en la primera plana de los principales diarios. Ni siquiera en el momento de mayor éxito, Miles Davis encontraba la tranquilidad deseada.

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1 - Recorte del diario donde se referían al hecho.2 - Miles saliendo de la comisaría.

 

1 – Recorte del diario donde se referían al hecho. 2 – Miles saliendo de la comisaría.

 

Hoy es un hecho admitido que EEUU es un país multicultural y multirracial que cobija a toda clase de confesiones e instituciones raciales, étnicas, culturales y religiosas. Eso no era tan así en la época en que a Miles le tocó vivir; sin embargo, la música de Miles ya reflejaba toda esta diversidad antes de que se acuñara siquiera el término “multicultural”. Escuchaba todos los géneros musicales y de todos aprendía. Sus gustos musicales, mucho más que eclécticos, reflejaban los cambios musicales que se iban produciendo en todo el mundo. Innovaba constantemente, pasó por el bebop dejando su marca indeleble, el cool jazz, el free jazz, el jazz fusion, el pop, versionando en su trompeta mágica temas “normales” que transformó en obras de arte mayor, y en sus últimas grabaciones hasta incluía algo de rap. Era un intrépido y no temía al fracaso porque decía que los fracasos le enseñaban tanto como los éxitos. Provocó constantemente cimbronazos en el mundo de la música gracias a su inconformismo y su búsqueda permanente de nuevos lenguajes y horizontes.

Era un genio de la trompeta, la tocaba desde una perspectiva melódica, lírica y rítmica a la vez. Le sacaba a su trompeta un sonido cercano al de una voz humana y misteriosa; desde una mirada técnica, el gran baterista Max Roach (baterista que Miles apreciaba muchísimo) decía: “siempre estaba ese cuarto tono típico de Miles, su sentido del tiempo; por eso resultaba tan profundo, y él se ejercitaba en eso”. En su modo de tocar se detectaba siempre una cierta ansiedad, una intensidad y un malhumor estremecedores, algo imprevisible que mantenía en vilo a quienes lo escuchaban.

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Miles Davis.
Miles Davis.

 

 

Miles Davis fue la fuerza dominante del jazz durante al menos treinta y cinco años. Escuchaba, tocaba y buscaba su propia perspectiva; su mirada estaba siempre enfocada en el presente y en el futuro, nunca en el pasado. Sostenía que la música debía cambiar (como el mundo) para mantener su trascendencia. Nunca se quedó quieto, nunca se amansó, nunca buscó su espacio de confort; estaba renaciendo constantemente. Como todo artista superior, en cada cambio iba dejando detrás un estilo o modo de trabajo para encarar otro; así ganaba nuevos adeptos y perdía otros, ganaba nuevos elogios y nuevos detractores. Y nada de eso le importaba.

Él mismo se definía como un “negro íntegro”, una especie de modelo de orgullo negro. Miles solía decir que no estaba dispuesto “a aguantar puñetas de nadie”; al estilo Malcolm X o Muhammad Ali… Los “negros íntegros” no tenían tan buenos modales como los “hermanos sonrientes” (Louis Armstrong o Duke Ellington, por ejemplo); solían tener problemas con los blancos y con las otras personas “de color” que no compartieran su postura áspera y hasta radical. No entraban en juegos de poder y sostenían que el poder siempre buscaba someterlos; presentaban batalla cada vez que se consideraban desafiados. Miles poseía muchos de esos rasgos, sin duda. Su natural resistencia a la “autoridad blanca” le trajo problemas, cárcel y episodios de violencia en varias oportunidades.

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A pesar de ello, irónicamente, la intensa oscuridad del tono de su piel despertaba en él una mezcla de resentimiento e inseguridad; prefería las mujeres de piel levemente tostada a las de tez más oscura, como la suya (“paso de las mujeres más negras que yo”, decía). El hecho de que Miles fuera una de las primeras superestrellas negras del mundo del espectáculo añade un nuevo matiz de ironía a la inseguridad que le producía el tono de su piel.

Sexista, de trato áspero, malhumorado, no le costaba llegar a la violencia verbal o física cuando él lo consideraba necesario. Su exterior arrogante, irritable, quisquilloso e incluso hostil, ocultaba a la vista del público a una persona de interesante sentido del humor, compasiva y divertida, aspectos de su personalidad al que solo sus cercanos accedían.

Su vida pasó por todos los excesos: la heroína casi lo mata, y la ayuda de su padre (lo encerró en una cabaña al lado de su casa hasta desintoxicarlo, aguantando su ira y su violencia) logró sacarlo a flote.

Miles Davis luchaba contra la incomprensión, las adicciones y el racismo. En las giras con su grupo había momentos en que la pasaban muy mal. La policía los perseguía, buscaba drogas. No encontraron nada (habitualmente por la habilidad de los músicos para esconder las sustancias). Los policías no se conformaban y comenzaban a indagar de mala manera a Davis, quien siempre fue famoso por su intemperancia. Miles solía perder la paciencia ante el hostigamiento, y una vez se bajó los pantalones y les mostró su trasero a los policías. A los gritos les pidió que revisaran sus partes íntimas para ver si descubrían droga escondida, pero que lo hicieran rápido porque quería seguir tocando. Los problemas con la ley continuaron durante mucho tiempo.

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Entre 1975 y 1980, Miles dejó de tocar para profundizar y al final abandonar su brutal adicción a la cocaína. Al culminar ese período, de manera autodidacta y casi terapéutica, para terminar de limpiar su cuerpo y su mente de la ingesta de drogas que mantuvo durante casi cuatro décadas, tomó el pincel y se dedicó a plasmar sus pensamientos en el lienzo. Lo que empezó como un hobbie se convirtió en una verdadera pasión para el músico. Tomó clases en New York con Jo Gelbard, con quien desarrolló una muy buena y sincera relación; de hecho, ella lo acompañó en sus últimos días.

La rutina de Miles incluía pintar durante la mañana durante más o menos cinco horas, luego practicar con su instrumento un par de horas, boxear y finalmente componer y a grabar. “Pintar para mí es terapéutico. Mantiene mi mente ocupada con algo mientras no estoy tocando”.

Muy pocas de sus pinturas se exhibieron durante su vida y fue sólo después de su muerte que las más de cien obras realizadas por Miles comenzaron a recorrer galerías y museos del mundo por derecho propio. En su último concierto europeo en París en 1991, tocó teniendo como fondo una de sus pinturas de gran tamaño.

“Quizás a mi manera yo cambié la música. Pero no es que sea un genio, sino que no pude hacer otra cosa”.

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Recomendamos escuchar este tema a todo volumen, en un lugar oscuro y tranquilo…

 

 

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