Las que hoy vuelan con un olivo anunciando la paz, en un tiempo no lejano fueron la única esperanza de comunicación durante las contiendas bélicas. Las palomas mensajeras usadas desde fines del siglo XVIII hicieron su campaña más gloriosa durante la Primera Guerra Mundial, donde mostraron un tesón propio de los más aguerridos combatientes.
Cher Ami era una de las seiscientas palomas con las que contaba el ejército norteamericano. Durante la guerra en Francia realizó más de doce misiones, sobreviviendo al fuego enemigo y a los gases tóxicos que sembraba la desolación en los campos de batalla. Su misión más recordada la realizó durante la batalla de Verdum.
Resultó ser que el batallón de la División 77, llamado “The Liberty Division” por ser todos sus soldados oriundos de New York, había quedado aislado del grueso del ejército, rodeado por tropas enemigas. Para colmo de males, la propia artillería americana había comenzado a bombardear sus posiciones.
Desesperado, el Mayor Whittlesey, a cargo del batallón, decidió enviar un mensaje al alto mando a través de Cher Ami, precisando su ubicación. Cher Ami era la última paloma que les quedaba y por lo tanto su única esperanza. Apenas alzó vuelo los alemanes le dispararon, y le dieron en una pata. Los soldados americanos contuvieron el aliento. Sin embargo, Cher Ami continuó su viaje entre gases y explosivos, hasta llegar al centro de mando, donde pudieron leer el mensaje que colgaba del ligamento de la pata dañada por la bala enemiga. Pocas horas después, los ciento noventa y cuatro sobrevivientes del Liberty Division eran conducidos nuevamente a sus líneas.
El ejército francés le concedió a Cher Ami la “Croix de Guerre”, otorgada a los heridos en combate, y el general Pershing -general en jefe del ejército norteamericano en Francia- le entregó una medalla de plata.
Cher Ami continuó sus vuelos mensajeros hasta su muerte en 1919. Actualmente se la conserva embalsamada en el Museo Nacional de Historia Americana en el Instituto Smithsoriano, junto a otro héroe, “The Mocker” una paloma que cumplió cincuenta y dos misiones antes de morir en el cumplimiento de su deber.
Otras palomas mensajeras no tuvieron tanta suerte durante la misma batalla de Verdum. La heroica defensa del Fort Vaux, a cargo del comandante francés Sylvan Raynal, se convirtió en leyenda. Trescientos hombres habían quedado aislados por la ofensiva alemana. Sin alimentos, agua ni municiones, los franceses sostuvieron desesperadamente la posición. Sólo les quedaba una paloma. El 4 de junio Raynal la soltó, pero los gases le impidieron avanzar y tuvo que volver a su jaula. En un segundo intento llegó a destino. Allí murió poco después por las heridas recibidas.
El dramático mensaje redactado por Raynal decía “Todavía resistimos, pero sufrimos un ataque con gases y humos muy peligrosos. Es urgente que nos alivien. Hagan darnos enseguida una comunicación óptica desde Souville, que no contesta a nuestras llamadas. Esta es nuestra última paloma”.
Los refuerzos no pudieron avanzar y el 7 de junio Fort Vaux no tuvo otra opción más que rendirse. Tiempo después Raynal fue nombrado comandante de la Legión de Honor, al igual que ésta, su última paloma, de la que nadie recuerda el nombre.
Una placa en Fort Vaux conmemora el coraje de estas abnegadas mensajeras que instintivamente cumplieron con su deber más allá del sacrificio personal.