Un hombre joven permanece de pie sobre los acantilados agitados por las olas embravecidas. El cielo esta cubierto de gruesas nubes negras que amenazan lluvia. Sostiene un sombrero en la mano y se inclina para dar su último saludo al mar. Tiene treinta y siete años y pronto morirá en un duelo a pistola con un oficial de húsares (caballería ligera) francés al servicio del Zar. Se trata del poeta ruso Alexander Pushkin (1799-1837), fundador de la moderna literatura rusa y máximo representante del romanticismo eslavo. La escena fue inmortalizada por los pintores Iván Aivazovski e Illiá Repin en el celebre cuadro “El adiós de Pushkin al mar” en 1877, cuarenta años después de la muerte del genial escritor.
Fue pionero en el uso de la lengua vernácula, creando un estilo narrativo que influyó en muchos de los escritores rusos del XIX. Era descendiente de una de las más importantes y antiguas familias nobles de Rusia, cuyo origen se remontaba al siglo XII.
La jaula de oro
“D’Anthès, que su nombre sea maldecido tres veces”, así se referían los rusos al joven oficial de húsares que mató al gran poeta nacional en el último de sus duelos. Pushkin vivía en una “jaula de oro” prisionero del Zar Nicolás I que no le permitía salir de Rusia y censuraba personalmente todos sus escritos. “El diablo me hizo nacer en Rusia con alma y talento”, llegó a decir en una ocasión. Pushkin se había ganado fama de revolucionario antizarista tras escribir la “Oda a la libertad” y formar parte de los círculos radicales que terminaron por desencadenar la rebelión de los decembristas.
El Zar estuvo atento a cada uno de los veintiún duelos en los que se batió y obligaba a Pushkin a llevar a su bella Natalia Goncharova, dicen que la mujer más bella de Rusia por entonces, a los bailes de la corte para estar cerca de ella. La belleza de la Pushkina y el carácter apasionado del escritor no ayudan a Pushkin a mantenerse lejos de los líos. Más aún cuando en uno de esos bailes la Pushkina conoció a D´Anthès, amante secreto del viejo barón Heeckeren (embajador de Holanda) para quien conquistaba jovencitas. Al enterarse de la infidelidad de su esposa con el francés afirmo que quería un duelo “lo más sangriento posible”. Estaba acostumbrado a una vida bohemia y pendenciera desde su destierro al Cáucaso, experiencia que le inspiraría una de sus obras más celebres: “El prisionero del Cáucaso”.
Una muestra de su carácter fue la declaración de principios que le hizo a la madre de su esposa cuando le pidió la mano: “Estoy dispuesto a morir por ella, aunque la idea de dejarla viuda, libre de escoger otro marido, es el infierno para mí”. Pushkin tenía serios problemas con el sometimiento a las normas sociales y despreciaba su condición de “hombre público”. En su novela en verso “Eugenio Oneguin” (1823-1831) narró Pushkin una celebre escena de un duelo que anticiparía su propio final.
¡Adiós, pues, mar! No he de olvidarme de tu
espléndida belleza, y oiré al caer la tarde tu voz,
fragor que embelesa
(Aleksander Pushkin)