¿Cuántas veces uno transita por la calle al oeste de la ciudad y se pregunta quiénes son esos “mártires riocuartenses”? Piensa en un hecho vinculado a un culto religioso o algo por el estilo, pero nunca se imagina que detrás hay una asombrosa historia de alcance nacional.
De los tiempos en que Río Cuarto era habitado por algunas escasas familias y la Villa de la Concepción era de las zonas más representativas de la frontera, tuvieron su participación recordados nombres de la guerra entre unitarios y federales. Personajes queridos por algunos y repudiados por otros como Facundo Quiroga y Juan Manuel de Rosas por un bando, José María Paz, Juan Pascual Pringles o Juan Gualberto Echeverría por el otro.
La zona de nuestra ciudad por el año 1830, en manos de los “salvajes unitarios”, y la llegada del “Tigre de los llanos” en una cruzada por ganar territorio. La Villa sitiada durante tres días, una terrible invasión que terminó con la toma de todos los hombres como prisioneros y luego un largo viaje hasta San Luis.
Más tarde, un extraño enfrentamiento que logró la ira de don Quiroga y el fusilamiento de once hombres de nuestra ciudad, aquellos que hoy quedaron en el olvido, sólo recordados como los “mártires riocuartenses”.
LLEGA EL “TIGRE DE LOS LLANOS”
Luego de los enfrentamientos en Oncativo, entre Paz y Quiroga el general unitario le encomendó a Juan Gualberto Echeverría la persecución del caudillo federal. Echeverría le perdió el rastro y se asentó en Río Cuarto, quedando a cargo de la Frontera Sur, con el regimiento de Lanceros del Sud, las compañías de Cazadores Veteranos y las milicias fronterizas.
A comienzos de la década de 1830, en la provincia había sólo 4 fuertes: próximos a la Villa de La Concepción estaba el de La Carlota, el de Reducción y el de Santa Catalina, y más allá al este, el de San Fernando. Echeverría en nuestra ciudad tenía buen contacto con Córdoba y con Buenos Aires o Cuyo a través del camino de las postas.
La ciudad por aquellos años no tenía muchos habitantes, la guerra civil y sus consecuencias habían hecho que apenas más de 1.000 personas residiesen en nuestras tierras. Cerca de 30 manzanas conformaban la villa y tenían una fuerte presencia militar.
Luego del Pacto Federal de 1831, se le encargó a Quiroga que recuperase el terreno cuyano que se había perdido en reiteradas batallas con las fuerzas unitarias. Partió desde Pergamino el 13 de febrero del ’31, y por el camino de las pampas alcanzó el río Cuarto a fines de mes. Estaba en un muy mal estado de salud, por lo que viajó gran parte del recorrido en una carretilla (cosa que nos recuerda el paso de San Martín por los Andes, lejos de su caballo blanco).
Conociendo el avance de los hombres de Quiroga, Echeverría ordenó que se vaciaran todos los fuertes desde
La Carlota, que no quedase nada para el enemigo y que todos se dirigieran a Río Cuarto. En un ensayo llamado
“El sitio y combate de Río Cuarto”, Carlos Mayol Laferrere sostiene que Echeverría creía que Quiroga pasaría de largo la Villa de la Concepción, si estaban allí concentradas todas las fuerzas unitarias. Que el comandante de Paz consideraba algo arriesgado que le hicieran frente si se tenía en cuenta el poderío armamentillo con el que contaban.
Al parecer, Echeverría se equivocó.
Mientras Quiroga se acercaba a la Villa, desde San Luis llegaba el coronel Juan Pascual Pringles, quien se dirigía hacia Córdoba. Conociendo la situación en la que se encontraba Echeverría, le ofreció ayuda y se quedó a esperar la llegada del “Tigre de los Llanos”.
Los primeros encontronazos se desarrollaron en San Bernardo, donde habían acampado los hombres de Quiroga y donde atacó Echeverría sin éxito. Quiroga, que en realidad buscaba llegar lo más rápido posible a San Luis, pensó en tomar Río Cuarto. Decisión que tomó más fuerza cuando se enteró que el camino a Córdoba había sido ocupado por fuerzas federales, quedando Echeverría incomunicado.
El 5 de marzo de 1831 llegó Facundo Quiroga a la ciudad y encontró al ejército de Echeverría formado para la batalla en las afueras de la villa. Se iniciaron tres días de combates con un desenlace desfavorable para los unitarios.
TOMAN LA VILLA
Quiroga tomó noticia de que los hombres de Echeverría se estaban quedando sin municiones como para mantener el combate por mucho tiempo. Durante el 5 y 6 de aquél mes se mantuvieron los enfrentamientos, el comandante unitario se atrincheró en las últimas casas de la Villa que daban al campo de batalla, pero no pudo resistir por mucho.
Luego de analizar su desfavorecida posición Echeverría se escapó de la ciudad junto a sus hombres, haciendo lo mismo Pringles y los suyos. La intención era que los siguiera el ejército de Quiroga y así liberar el poblado. Pero las guerrillas del caudillo federal nuevamente triunfaron y el 7 de marzo por la mañana, ingresaron a la ciudad, tomaron la plaza e hicieron rendir a los defensores.
A cargo había quedado Mariano Argüello, quien debió soportar el último ataque del caudillo cobrando al momento la vida de algunos de sus hombres.
LOS PRISIONEROS
Se tomó como prisionero a 413 hombres de la ciudad, considerando que en ese entonces apenas había mil habitantes, esto significaba toda la población masculina. Como sucede con la mayoría de estos ataques cuando el ejército ya se apodera del sitio, los hombres de Quiroga comenzaron a saquear la ciudad, con una voracidad increíble.
Entre los hombre que se llevó consigo el ejército federal había 23 oficiales, 18 sargentos, 18 cabos, 350 soldados y 4 indios ranqueles (que se unían a la lucha de los pobladores en ocasiones), junto a algunos civiles. Quiroga abandonó la ciudad llevándose a los prisioneros hacia San Luis. Caminaron 20 kilómetros por día, por un terreno muy hostil y en condiciones precarias para llegar a la provincia vecina. Algunos atados entre sí, otros engrillados para evitar su fuga.
Cuando arribaron a San Luis algunos fueron dejados en libertado, otros continuaron la marcha hasta Mendoza, con la promesa de ser liberados cuando llegasen. Ese camino fue menos cansador, pues en momentos se los trasladó en carretas o caballos.
El 28 de marzo llegaron a Mendoza, luego de que las fuerzas de Quiroga vencieran al unitario Videla Castillo en el Rodeo de Chacón y se apoderase de las provincias cuyanas.
Allí se liberaron casi todos los prisioneros, salvo algunos oficiales y civiles con una declarada participación en las bandas unitarias.
FINALES TRÁGICOS
Mientras Quiroga se encontraba en Mendoza, un extraño suceso provocó el final trágico de los “mártires riocuartenses”. Mientras un grupo de unitarios abandonaba el país con destino a Chile y otro de federales regresaba por el mismo camino, se encontraron en la cordillera y se enfrentaron con un terrible desenlace para los compañeros de Quiroga.
Este tomó como una ofensa el ataque y mandó a fusilar a todos los prisioneros, que por ese momento sumaban 26, entre riocuartenses y otros que había tomado en su campaña.
Los once riocuartenses que fallecieron en ese momento fueron:
♦ Mariano Argüello, quien había quedado a cargo de la ciudad tras la retirada de Echeverría;
♦ Juan de Dios López;
♦ Gaspar Torres;
♦ Manuel Ortiz;
♦ Ramón Ortiz;
♦ Miguel Ordóñez;
♦ Eugenio Abaca;
♦ Juan de Dios Abaca;
♦ Manuel Abaca;
♦ Manuel Gigena;
♦ Pascual Chavarría; todos criollos de la villa o la zona.
EL FINAL DE ECHEVERRÍA
Luego de que abandonó Río Cuarto, Juan Gualberto Echeverría se separó de Pringles y se dirigió a las sierras, para la zona de Piedra Blanca. Pensaba reorganizar su regimiento, esperar a aquellos que habían quedado separados y volver al ataque.
Intentó irse contra las estancias sobre el río Tercero, que los federales utilizaban como asentamiento en muchas oportunidades y donde conseguían varios recursos. Atacó, en el paso de Ferreira, un lugar estratégico entre Buenos Aires y Córdoba, pero pronto emprendió la retirada.
Por la noche, volvió a atacar una y otra vez, con buenos resultados en un comienzo, pero ante el poder de su adversario se alejó de regreso a la ciudad de Río Cuarto, con la intención de cortar las comunicaciones entre Cuyo y Santa Fe.
Los federales se acercaban nuevamente a la villa y Echeverría decidió escapar una vez más. Se dirigió hacia La
Carlota, con el objetivo de despedirse de su familia y luego exiliarse en Uruguay. Sin embargo, no había recorrido mucho terreno cuando fue alcanzado por los federales, quienes los condenaron a un fusilamiento por la espalda el 28 de junio de 1831.
EL CONFLICTO ENTRE ROJOS Y AZULES
Luego de que Manuel Dorrego fuera derrocado por un grupo de antiguos combatientes de la guerra con Brasil, liderados por Juan Lavalle, se dio inicio a un nuevo período de conflictos civiles en Buenos Aires y el interior del país.
En Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas se hizo cargo de la gobernación y en el interior, más precisamente en Córdoba, José María Paz derrocó a Juan Bautista Bustos y se quedó con el poder en la provincia. Se formó la liga unitaria que se oponía a las ideas que se manejaban en el territorio de Rosas, lo que desembocó en el Pacto Federal de 1831. Este convenio celebrado entre Buenos Aires, Corrientes y Santa Fe, contemplaba una defensa entre sí ante cualquiera que los agrediese, además de establecer un ordenamiento del país bajo valores federales (“Breve historia de os argentinos”, Félix Luna).
Este pacto, opuesto a la liga unitaria de Paz en el interior, no acordó ninguna política económica. Algunos de los representantes de estas tres provincias hablaban de un plan que protegiera a las industrias locales de las importaciones extranjeras, en especial las británicas, a través de tarifas de aduana altas. No obstante, la propuesta no tuvo aceptación.
ENCONTRONAZOS COMO ANTECEDENTES
Un año antes del combate que se desarrolló en la Villa de la Concepción entre las fuerzas de Facundo Quiroga y la resistencia de los atrincherados Gualberto Echeverría y Pascual Pringles, en Oncativo se midieron José María Paz y el “Tigre de los Llanos”. En los campos de Laguna Larga se repitió la historia que había acontecido en febrero de 1829, cuando Paz había derrotado a Quiroga en La Tablada. En esa oportunidad, el caudillo federal había actuado a pedido del ex gobernador de Córdoba, Bustos, pero no había obtenido los resultados pretendidos.
Quiroga buscó amparo en el gobernador de Buenos Aires, Rosas, quien le entregó un ejército de reos para luchar en el interior del país.
ANEDOCTARIO
Terrible suerte fue la de Juan Pascual Pringles. Luego de que llegara a la Villa de la Concepción, como paso en otro viaje, y se viera atrapado en un combate del que no era parte, se dio a la fuga hacia su provincia, San Luis.
El coronel fue alcanzado por las fuerzas federales en su retirada. No contaba con caballo y, tras intentar sin éxito su huida en las ancas de un oficial que estaba con él, cayó en manos del enemigo.
Se negó a entregar su arma y un soldado disparó en su pecho, causándole la muerte.
Luis Schlossberg. 2009. Diario Puntal, Río Cuarto, 18.05.09:22-23.