Atentado contra Mussolini . Este titular fue de lo más habitual en 1926. Y es que aquel año el dictador italiano sufrió hasta tres intentos de asesinato. Los métodos empleados fueron variados -disparos, bombas…- y los agresores de lo más variopinto: una irlandesa desequilibrada, un joven de 15 años…
El 7 de abril de 1926 Violeta Gibson disparaba contra el Duce en Roma con consecuencias leves: la bala atravesaba la nariz del dictador que ya en su domicilio se pronunciaba: “Tranquilícense ustedes. Todo esto no ha sido más que una amable broma y un tiro de pistola”. Gibson fue arrestada al instante, salvándola así de un más que probable linchamiento y conducida a la cárcel. Poco a poco se iban conociendo más datos de la supuesta agresora: era irlandesa, tenía 50 años y un año atrás había intentado suicidarse. Todo parecía indicar que se trataba de una persona desequilibrada.
Los diarios de medio mundo se hicieron eco del suceso mientras Gibson era ingresada en un sanatorio. Un año más tarde, la agresora volvía a casa después que un tribunal la declarara irresponsable por enfermedad mental.
Este fue el segundo atentado que sufría el dictador. El primero -que no se llegó a materializar- fue urdido por Tito Zaniboni y programado para noviembre de 1925. Escondido en el hotel Dragoni, Zaniboni esperaba al Duce fusil en ristre . No salió bien: el ataque fue abortado y el agresor detenido. Pero a Mussolini aún le aguardaban más sustos…
Bombas, tiros…El 11 de septiembre de 1926 el fundador del fascismo salía ileso de un nuevo intento de agresión: un joven anarquista lanzó una bomba de mano que topó con el coche del Duce pero que explosionó en el suelo. Repuesto del sobresalto, Mussolini siguió con sus quehaceres como si nada y el agresor fue detenido. Gino Lucetti -así se llamaba el joven aunque las primeras informaciones le atribuyeron otro nombre- era marmolista.
El siguiente ataque que sufrió el dictador tuvo consecuencias trágicas… pero no para él. El 31 de octubre de aquel fatídico año disparaban a Mussolini en un acto en Bolonia, pero la bala no le alcanzaba. El agresor, un chico de tan solo 15 años era linchado in situ: en el cadáver hallaron signos de estrangulación y 14 puñaladas. Días más tarde la policía encontraba un cuaderno que parecía demostrar que el atentado podría haber sido premeditado. Zamboni, que así se llamaba el agresor linchado, era enterrado poco después.
Como le sucedería a su magnicida, la muerte de Benito Mussolini, dos décadas después, también fue pública.