Localizan la tumba del Hombre elefante en el centro de Londres

Joseph Carey Merrick, conocido como el Hombre elefante, duerme el sueño de los justos desde el 11 de abril de 1890, el día que murió en el Royal Hospital de Londres, en el barrio de Whitechapel, su casa en los últimos cuatro años de su vida. El período de tiempo más tranquilo y feliz para quien había sido un monstruo de feria, cuya atroz vida fue inmortalizada en 1979 en una obra teatral ganadora de tres premios Tony y con la obra maestra de David Lynch de 1980, nominada a ocho Oscar.

A su muerte, a los 27 años, el cuerpo de Merrick fue diseccionado: el esqueleto, destinado a la escuela médica del hospital; el resto fue a paradero desconocido… hasta ahora, que ha sido localizado en el cementerio de la City de Londres, cerca del hospital al que accedió gracias al cirujano Frederick Treves.

La descubridora de la tumba es Joanne Vigor Mungovin, biógrafa de Merrick, que lleva años, fascinada, tras la huella del Hombre elefante. “Todo empezó de forma casual en una conferencia en la que hablamos sobre dónde podían estar los restos del cuerpo, sin el esqueleto, así que pregunté en el cementerio de la City y allí salió, enterrado el día 24 de abril, con nombre y apellidos. El viernes pasado viajé a Londres a colocar un ramo de flores en su tumba”, cuenta Joanne, perpleja, a EL MUNDO.

En una vitrina del Royal London Hospital se puede observar la urdimbre de huesos entrelazados sujetados con finos muelles e hilos transparentes, que le dan un aire de frágil marioneta, del que en su día fue un hombre sensible y maltratado. El cráneo ha perdido la nariz; en cambio, la parte izquierda de la dentadura se muestra impoluta. La parte derecha de la osamenta, desde la cabeza hasta el pie, es más grande que la parte izquierda del mismo caparazón. Lo más probable es su enfermedad fuese una mutación genética del tipo del síndrome de Proteo -o gigantismo-, que genera un crecimiento irregular y generalizado de los huesos y el tejido muscular. Su muerte se produjo por un dislocamiento cervical y la asfixia provocada por el peso de su cráneo sobre la tráquea. Joseph no pudo sobrevivir a su propio peso tras hallar, al fin, la armonía social.

Junto al esqueleto hay una elegante butaca que le hizo un compasivo tapicero para que pudiese echarse cómodo a descansar, puesto que sus malformaciones le impedían dormir tumbado. De testigos se exponen la gorra y la carátula que le protegían de las mofas y agresiones.

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Joanne Vigor Mungovin, biógrafa del

 

Joanne Vigor Mungovin, biógrafa del ‘Hombre elefante’, junto a la tumba donde reposarían sus restos no óseos

 

 

 

Merrick nació en Leicester en 1862. Quedó huérfano de madre y, a los cinco años, empezó a desarrollarse el gigantismo en su inocente cuerpo. Trabajó a destajo al estilo de Oliver Twist hasta que un pícaro despiadado, de los que también describió Dickens, lo convirtió en endriago de morbo ferial. Escapó a Londres, donde cayó en la misma suerte. Allí el doctor Treves se interesó por él y lo llevó al hospital, donde Joseph experimentó por primera vez una vida de sosiego; él mostró inteligencia y sensibilidad en las relaciones humanas. Hasta que el pícaro desalmado se lo llevó de nuevo. Esta vez a Europa, para exhibirlo como adefesio. Huyó en Bruselas y llegó agonizando a la estación de Liverpool Street, en el este de Londres, en 1886, cerca del hospital añorado.

La Policía, alertada por el bulto humano en el suelo, encontró una tarjeta del doctor Treves en el bolsillo de Merrick y contactó con el médico. Ahí empezó el corto final feliz de su triste vida. La princesa Alexandra de Gales fue a visitarle y le mandaba una felicitación cada Navidad. La mecenas Angela Burdett-Coutts lo invitaba a la ópera. En Leicester se expone la carta que Merrick escribió a la viuda Leila Maturin agredeciéndole haber sido la primera persona que le sonrió y le dio la mano.

Joanne Vigor, también de Leicester, no es la única que vela hoy en día por el Hombre elefante. La asociación Friends of Joseph Carey Merrick, de Leicester, ha localizado la tumba de la madre y de los dos hermanos de Merrick. A tenor de la biógrafa, “van saliendo todavía pequeños detalles de su vida”.

Sobre un posible reentierro que permita reunir a todos los miembros de la familia Merrick, Vigor recuerda que, “en el caso del reentierro de Ricardo III quedó establecido que nadie es propietario de restos humanos. Por lo tanto, no sé quién puede decidir el futuro del Hombre elefante“, añade. El hospital, guardián del esqueleto, aduce que lo adquirió con el consentimiento de familiares lejanos de acuerdo a lo que al parecer él deseaba: ser preservardo para la ciencia.

 

Texto extraído del sitio: https://www.elmundo.es/cultura/2019/05/10/5cd46312fdddff925f8b462e.html

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