¿Quién no se ha detenido a apreciar la desnudez de estas damas que encarnan el ideal de belleza barroca? Las Gracias, según la mitología griega, eran las tres hijas de Zeus y la Ninfa Eurínome. Se llamaban Eufrosine, cuyo nombre significa la de alegre pensamiento, Talia, la que hace florecer, y Aglaya, la resplandeciente. Las tres eran parte del séquito de Afrodita, y danzaban en los banquetes de los dioses al son de la música de Apolo.
Ya Rafael Sanzio había tratado el tema de las Gracias, pero mientras que el italiano las representa como ejemplo de castidad, Rubens convierte a las Gracias en símbolo de sensualidad y Canovas imprime en su conocida escultura un canon de armonía neoclásica donde prima la dulzura antes que el descarado erotismo. Las Gracias (o cárites) desnudas, abrazadas entre sí y cubiertas por un velo, actúan como un grupo. Las tres damas representan el ideal de belleza barroca, término portugués que significa “perla defectuosa”. Con su abundante anatomía no sólo reflejan belleza, sino también status social en un mundo donde la mayoría no tenía la posibilidad de comer todos los días. Las dos gracias que muestran su rostro reproducen los rasgos de las dos esposas del pintor. Una de ellas es Isabella Brant, su primera esposa, muerta en 1626 de cáncer de mama (véase que el pecho izquierdo está deformado) y la otra es Elena Fourment, la joven rubia, de sólo 15 años, que fue modelo e inspiradora de muchas de las obras de los últimos años del pintor. El fondo de la pintura probablemente haya sido confeccionado por dos discípulos de Rubens: Bruegel de Vejours y Franz Snyder. El rey Felipe IV de España, un gran admirador del artista, adquirió esta obra después de la muerte de Rubens (el 30 de mayo de 1640), durante la subasta de sus bienes. Esta y otras pinturas del pintor (algunas copiadas y otras adquiridas como en este caso), adornaron las salas del Alcázar de Madrid, como se ve en “Las Meninas” de Velázquez, otro ferviente admirador del artista flamenco.
Carlos III, menos galante y más conservador que su predecesor en el trono de España, puso a buen reparo esta y otras pinturas con desnudos, por considerar que eran “peligrosas para el público no educado”. Dice la leyenda que Carlos quiso quemar “Las Tres Gracias” junto a otras obras como “La Venus”, “Venus y Adonis” y “Danae recibiendo la lluvia de oro” (de Tiziano) pero Menga, el pintor de la corte, lo hizo desistir de esa idea tan disparatada. “Las Tres Gracias” estuvieron hasta la primera mitad del siglo XIX, junto a otros 33 cuadros, en la sala reservada de la Academia de San Fernando, lejos de los ojos de ese público “no educado” que podía ver en estos desnudos de mujer, las peligrosas tentaciones que inexorablemente los llevaría a la pecaminosa lujuria, la misma que tantos problemas le había acarreado a Felipe IV.
Texto extraído del libro Desnudo de Mujer de Omar López Mato (Olmo Ediciones)