Y digo trágico porque esa noche murieron unos 1.700 hombres, todos españoles. Para darnos cuenta de la magnitud del desastre se puede decir que esa noche murieron más españoles que en la batalla de Trafalgar o en San Vicente. Y además murieron combatiendo… contra sí mismos.
Nos ponemos en situación:
El mes anterior al desastre tuvo lugar en la bahía de Algeciras una batalla entre una escuadra de 3 navíos de línea y una fragata francesa apoyados eficazmente por las baterías de costa y cañoneras españolas contra la escuadra británica de Gibraltar del vicealmirante Saumarez compuesta por 6 navíos de línea y que se saldó con la derrota de los británicos, que perdieron uno de sus buques, el Hannibal de 74 cañones y otro quedó desmantelado, varado y a punto de perderse, el Pompee, también de 74 cañones.
Los británicos se retiraron a la cercana Gibraltar a reparar daños y prepararse para un posible desquite.
La maltrecha escuadra francesa hizo lo propio arreglando como buenamente pudo los daños en el exiguo puerto de pescadores de Algeciras. El contralmirante Linois, jefe de la escuadra francesa, había solicitado refuerzos a la escuadra española de Cádiz, que mandó una división de socorro.
Esta estaba bajo el mando del Teniente General don Juan Joaquín Moreno y estaba compuesta por 5 navíos de línea y una fragata españolas y un navío de línea y varias embarcaciones menores francesas que se encontraban en Cádiz.
Con estas fuerzas entraron en la bahía de Algeciras siempre bajo la atenta mirada de los británicos del Peñón, que lejos de amilanarse ante la llegada de refuerzos redoblaron sus esfuerzos en la puesta a punto de los navíos dañados, excepto el Pompee que debido a su penoso estado no podía estar listo para el servicio a corto plazo.
Así que su tripulación fue repartida en los demás navíos para así colmar las pérdidas de la anterior batalla. El vicealmirante Saumarez contaba en esta ocasión con el navío Superb de 74 cañones y mandado por el arrojado capitán Keats y la fragata Thames, que se habían “librado” del combate por estar comisionados en las cercanías de Cádiz. En esta ocasión y como veremos más adelante sería providencial el concurso de Keats para el resultado final del encuentro.
El arsenal del Peñón era una de las bases más importantes de la Royal Navy y por tanto estaba perfectamente equipada para suministrar todo lo que hiciera falta a la escuadra británica.
Por el mal estado en que se encontraba el Caesar se temía que no diera tiempo de repararlo, pero para evitar que la insignia de Saumarez fuera trasbordada al Audacious el capitán del Caesar, Jahleel Brenton, ordenó que todos los hombres trabajaran día y noche en las reparaciones necesarias.
Para darnos cuenta de la celeridad con que llevaron este trabajo diremos que hasta el día 8 cambiaron todos los palos, el 9 levantaron los nuevos mástiles y masteleros, el día 11 comprobaron que los franco españoles estaban a punto de zarpar con lo que redoblaron esfuerzos y el día 12, al amanecer cuando los navíos de Algeciras desplegaban velas y se ponían en movimiento, el Caesar estaba terminando de municionarse, aprovisionarse y preparándose para partir con el navío completamente cambiado de arboladura y aparejos por otros nuevos.
No hay duda que la derrota de Algeciras les debió escocer de verdad y fue un buen acicate para poder poner de nuevo una escuadra en movimiento en tiempo récord después de los daños que habían sufrido.
Una de las fragatas francesas llegadas al socorro, la Indienne fue la comisionada para el remolque del navío británico apresado Hannibal, que se encontraba en muy mal estado para navegar.
El general Moreno y Linois acordaron salir cuanto antes de la bahía con los navíos franceses de la batalla al frente y los demás buques en columnas detrás, al mismo andar que los primeros y que era lento debido a los daños de la batalla.
Al poco de zarpar se pudo ver que la Indienne era incapaz de remolcar al Hannibal, así que se decidió que para evitar grandes retrasos dicho navío quedara con la fragata en Algeciras a la espera de una mejor oportunidad de partir a Cádiz. Linois no quería privarse de “su trofeo”, aún cuando ese apresamiento había sido también gracias a los españoles.
El resto de la escuadra se hizo a la vela la mañana del día 12 bajo la vigilancia de las pequeñas embarcaciones británicas que entraban y salían de Gibraltar e informaban a Saumarez de todos estos movimientos de los aliados.
Por lo tanto los británicos sabían perfectamente los movimientos de los franco españoles y estos a su vez de los británicos. Linois y Moreno sabían que iban a intentar algo puesto que la actividad en el arsenal de Gibraltar era incesante y que se estaban preparando.
A las dos y media de la tarde el Caesar, insignia de Saumarez, era el primer buque británico en dejar Gibraltar secundado por el resto de la escuadra.
Estas eran las instrucciones dadas por el general español a sus comandantes:
Orden de marcha en que deben embocar el Estrecho de Gibraltar, y hacer su navegación los buques de la escuadra de mi cargo.
Los tres navíos franceses del mando del contra almirante Linois marcharán a vanguardia en línea de frente. Los seis de mi frente seguirán por su popa así mismo en línea de frente, procurando cuanto sea posible situarse en los claros de los navíos de proa franceses para dejar libres sus fuegos en la forma siguiente:
San Agustín, Argonauta, Real Carlos, San Hermenegildo, San Antoine, San Fernando.
En caso de que los enemigos intenten seguir y atacar la escuadra combinada por retaguardia, además del continuo fuego que debemos hacer por popa, con el objeto principal de inutilizar los aparejos del enemigo, se formará la escuadra en el perpendicular del rumbo, ya sea con proa a la costa de España, ya sea con la proa a la de África, según indique la señal del general; y para que esta sea lo más sencilla posible, en aquel caso se pondrá sola la señal de rumbo, y al arriarla del todo se hará uniforme el movimiento que por naturaleza del local no podrá ser de mucho tiempo. Por consiguiente sea a la voz (si puede ser) o por señal de seguir la derrota, volverá a ponerse la escuadra en línea de frente como antes.
Es de suma importancia que de ningún modo se embarazen los fuegos unos a otros los navíos de esta escuadra, ni se dejen a retaguardia los tres navíos franceses.
Al ponerse a la vela dichos tres navíos franceses lo ejecutarán a un tiempo todos los de mi cargo, siguiendo por las aguas unos de otros y siempre con respecto a estrechar las distancias con los franceses hasta montar la Punta de Carnero, pues si los enemigos se ponen a la vela, y se hallan en disposición de presentar combate a nuestra escuadra, antes de que se forme ya en el estrecho en la línea de frente prefijada, podemos batirlos con ventaja. Por consiguiente el menor descuido o retardo pudiera producir muy desgraciadas consecuencias. Considero muy persuadidos de esta verdad a los comandantes de los buques que tengo el honor de mandar, y así cuento con su eficacia, y me lisonjeo que también contarán estos en que haré cuanto me inspire el deseo de las Armas del Rey, de las del Cuerpo en particular y de la Nación en general.
Línea de batalla-orden natural.
2ª escuadra
– San Fernando
– San Antonio
– San Hermenegildo
1ª escuadra
– Formidable – fragata francesa
– Real Carlos – fragata Sabina – cutter Veauler (sic)
– Indomptable
3ª escuadra
– Argonauta
– Desaix
– San Agustín
Prevención muy esencial
Un gallardete rojo inferior o cualquier señal significa que la señal que está encima se dirige sólo a los buques franceses del mando de Mr. Linois.
Navío Real Carlos en la Bahía de Algeciras 11 de julio de 1801
Como se ve se presentía que los británicos iban a intentar algo.
Hay una anécdota en el libro “Informe dado por el brigadier de la Real Armada D. Francisco de Hoyos sobre la vida militar, politica y marinera del Excmo. Señor D. Juan Joaquin Moreno”, escrito por Francisco de Hoyos en 1849, sobre la figura del general español, que dice que cuando Moreno contactó en Algeciras con Linois y se preparaban para volver a Cádiz el general español le comentó a su homólogo francés: “Vamos, encerremos a balazos a esos buques en Gibraltar”, refiriéndose a un ataque al fondeadero británico donde se encontraban los buques de Saumarez todavía reponiéndose.
No hay que olvidar que Moreno se halló en el Gran Asedio de Gibraltar en 1780 y bombardeó en alguna ocasión a los buques allí guarnecidos. Por lo tanto no hablaba por hablar y sabía que podían tener posibilidades con la escuadra británica inactiva. El libro añade que:
No encontró eco tan generosa voz en Linois; este había cortado un ramo de olivo inmortal el día 6, que sabía muy bien que nunca se marchitaría; su ambición estaba satisfecha, y por esto es que no tuvo por conveniente acceder a la insinuación del valiente Moreno, a quien le era inútil insistir en ello, porque en aquella aborrecida época el Gabinete español no era más que un satélite de la Francia, y salvándose los buques de esta, la suerte de los españoles, que eran reputados como unos meros Ilotas*, poco les interesaba.
*(Los ilotas, eran esclavos espartanos durante la Grecia antigua).
Composición de la escuadra combinada y británica
Españoles
Bajo el mando del Teniente General don Juan Joaquín Moreno D’ Houtlier.
- Navíos de línea– Real Carlos (112), Capitán Don José de Ezquerra y Guirior.- San Hermenegildo (112), Capitán Don Manuel Emparán- San Fernando (94), Capitán Don Joaquín Molina.- Argonauta (80), Capitán Don Juan Herrera Dávila.- San Agustín (74), Capitán Don Ramón Topete.
- Fragata– Sabina (40)
Franceses
Bajo el mando del Contralmirante Charles Alexandre León Durand, Conde de Linois
- Navíos de línea– Formidable (80), Capitán Aimable Gilles Troude.- Indomptable (80)- Saint-Antoine (74), Comandante Julien Le Ray.- Desaix (74), Comandante Cristian-Pallière de Jean-Ana.
- Fragatas y buques menores– Luibre (40)- Muiron (40), Capitán Martineng.- Lugger Vautour
Británicos
Bajo el mando del Vicealmirante Sir James Saumarez.
- Navíos de línea– Caesar (80), Insignia. Capitán de bandera Jahleel Brenton- Venerable (74), Capitán Samuel Hood- Audacious (74), Capitán Shuldham Peard- Spencer (74), Capitán Henry D’ Esterre Darby- Superb (74), Capitán Richard Goodwin Keats
- Fragatas y buques menores– Thames (32), Capitán Aiskew Paffard Hollis- Polacra-sloop Calpé (14), Capitán George Heneage Laurence Dundas- Bergantín Louisa- Fragata portuguesa Carlotta, Capitán Crawfurd Duncan.
El historiador Fernández Duro en su obra sobre la historia naval de la Armada española escribió que estando en el Estrecho ambas escuadras estaban a la vista, por lo tanto Linois y Moreno sabían perfectamente que les estaban persiguiendo los británicos y no se explica que no tomaran para la noche medidas más cautelosas.
Quizás estaban demasiado confiados en su mayor número de buques o creían que tras la victoriosa batalla de Algeciras los británicos no se atreverían a nada salvo seguirlos. Se olvidaban que en alta mar no podrían ser ayudados por las baterías de costa como en la anterior ocasión.
Así que navegaban en tres columnas, siendo la primera la de los buques franceses que habían combatido en Algeciras y seguidos por los navíos españoles que tenían que recoger vela para adecuarse a la lenta velocidad que los aparejos provisionales daban a los franceses un escaso andar.
A pesar de tener esta escuadra 4 buques menores que podían ser utilizados para reconocimiento se decidió que navegaran junto con los pesados navíos. Si hubieran despachado alguna fragata para reconocer la verdadera distancia con los británicos no les hubieran cogido por sorpresa.
Una vez más se pone de manifiesto, al contrario que los británicos, la deficiente utilización de las unidades menores cuando navegaban en escuadra.
El contralmirante Linois y el general Moreno navegaban a bordo de la fragata española Sabina, algo que contemplaban las ordenanzas, ya que el buque insignia de Linois, el Formidable, estaba muy dañado y no se creyó oportuno navegar en un buque que en caso de combate no podría maniobrar como su contralmirante hubiera deseado.
El desastre según cuenta la “leyenda”
Uno de los más grandes novelistas que ha habido nunca, don Benito Pérez Galdós, en su gran obra titulada “Trafalgar”, de los Episodios Nacionales, se equivocó al difundir (quizás el primero, como en el caso de “El Escorial de los mares”) en uno de los pasajes de la novela, explicando a su manera dicho episodio, poniendo en boca del viejo Marcial que el navío británico Superb atacó alevosamente con las luces apagadas (como si esto no fuera válido en una guerra) a los dos navíos de tres puentes españoles, pasando entre medias de ambos (como representamos en la figura n° 1 del esquema que sigue) y disparando con ambas bandas haciendo creer al Hermenegildo y al Real Carlos que ambos navíos eran enemigos, pasando el buque británico más adelante y dejando a los buques españoles destrozarse mutuamente hasta el final.
Algunos historiadores y escritores posteriores, aún hoy, siguen tomando este pasaje de la obra de don Benito como cierta, no leyendo o tomando en cuenta al más autorizado historiador naval español, don Cesáreo Fernández Duro, cuya magna obra sobre nuestra historia naval es todavía un referente para cualquier investigador naval que se precie.
¿Y que nos cuenta Fernández Duro sobre este incidente?. Pues nada parecido a lo que se dice en la novela “Trafalgar”. Y no debemos olvidar que una novela es eso, sólo una novela.
Esta versión sacada de “Trafalgar” no tiene lógica a poco que se piense. Estamos hablando de unos enormes buques que en buenas condiciones de viento y mar alcanzan unos 10 o 12 nudos, y en aquella ocasión los navíos españoles, “sólo con los bolsos de las gavias” producto de tener que adecuarse al paso de los franceses, no daban más que 3 a 5 nudos escasos.
Es decir, iban muy lentos. Si el navío británico hubiera pasado realmente entre medias de ambos navíos hubiera tardado cerca de un minuto en pasar toda la eslora de ambos navíos, y eso después de disparar por ambas bandas. Y lo más gracioso es que se dice que después de esto pasara hacia adelante a proseguir su viaje, como si tuviera hasta aceleración.
En ese minuto se podrían haber dado cuenta perfectamente los tripulantes del San Hermenegildo y Real Carlos del paso de una masa entre ambos buques aunque hubiera oscuridad al tapar momentáneamente las luces de uno y otro.
Y lo que de verdad desmonta esta teoría es el hecho de que el navío francés Saint-Antonine, que terminó apresado por el Superb, no estaba a proa de los dos tres puentes españoles, sino a babor del San Hermenegildo. A proa se encontraba el Argonauta de 80 cañones y el San Fernando de 94.
Si el Superb hubiera pasado a los dos navíos de 112 cañones se hubiera encontrado en serios aprietos (ver figura n° 2 del esquema). Y si hubiera virado para pasar a proa del Saint-Antoine tanto la gente del Argonauta, ya más que alertada por las detonaciones, y del San Agustín que navegaba a proa del navío francés, se hubieran percatado de lo que pasaba.
El desastre según Fernández Duro
Duro da una versión muy parecida a la británica, que añadiremos más adelante, y que es mucho más lógica que, y perdonen la expresión, la “fantasmada” del paso entre los navíos españoles del Superb.
Algo que sería casi comprensible que nos lo hicieran creer los ingleses, como otras tantas veces intentando dejarnos lo peor posible, y que paradojicamente es más difundido por los españoles, y que todo sea dicho nos deja como incompetentes.
¿Y porqué seguimos difundiendo esta patraña cuando nuestros historiadores especialistas en historia naval o los propios británicos no le dan crédito?.
Según Fernández Duro el Superb se acercó a las once de la noche sin ser visto a unos 300 metros de la aleta de estribor del Real Carlos y disparando una andanada por su costado de babor.
Duro explica que cuando el Superb disparó al Real Carlos algunos de los proyectiles alcanzaron también al San Hermenegildo (ver figura n° 1 del esquema que sigue) y este, mucho más rápido al reaccionar que el Real Carlos creyendo que le atacaban por estribor empezó a disparar.
La gente del Real Carlos pensaría que el navío que les atacó por estribor había pasado a babor y dispararon también. Produciéndose entonces el terrible equívoco de fatales consecuencias.
Del Real Carlos brotaron varios incendios, así que el Superb viendo que había conseguido lo que le mandaba su almirante, es decir entorpecer al marcha y mantenerse entre la escuadra enemiga y la costa, orzó a babor y se dirigió, pasando por la popa del San Hermenegildo, a combatir contra el Saint-Antoine, al que apresaría tras combatirle media hora (ver figura n° 2).
Pero en ningún modo se adelantó a los buques españoles y franceses. Keats no era un loco, podía hacer frente a un navío más poderoso gracias al óptimo adiestramiento tanto en maniobra como en tiro de su tripulación, pero varios navíos al mismo tiempo era algo imposible de llevar a cabo sin exponerse demasiado.
Además como subalterno estaba obligado a obedecer las órdenes de su superior que eran bastante explícitas al respecto. Si se hubiera metido entre la escuadra enemiga hubiera sido además de un riesgo innecesario una clara desobediencia.
El desastre según la versión de Aller-Hierro
Según José Ignacio González Aller-Hierro, que se basa en los documentos de Mazarredo, y en teoría debería ser la versión más cercana a lo que pasó en realidad, el San Hermenegildo era el navío más a estribor de la línea de retaguardia, en vez del Real Carlos que aparece en las otras versiones.
Según este el Superb se encontraba a 1.000 metros por popa del Hermenegildo, navegando rumbo sur suroeste con viento bonacible del este. El navío de Keats disparó una andanada con su batería de estribor a la aleta de babor del San Hermenegildo (ver esquema que sigue a continuación).
Mazarredo en parte rendido el 4 de agosto de 1801 explica así el suceso:
Orzar sobre este (el San Hermenegildo) sobre babor para corresponderle con la batería; orzar lo mismo el Real Carlos; ver éste que iba a abordar al Saint-Antoine que no orzaba y volver a arribar; no ver o no observar el San Hermenegildo esta arribada del Real Carlos y, siguiendo orzando, abordarle, cayéndose los palos de trinquete de ambos, e incendiado al Real Carlos el fuego que venía haciendo el San Hermenegildo, siguiéndose que la voz de ¡fuego!, dicha, tal vez, con otro sentido, en el Real Carlos, hiciese romper el de sus baterías y se causasen y aumentasen mutuamente el incendio los dos navíos, que no es cierto continuasen combatiéndose largo tiempo, sino que se reconocieron muy luego, y sin remedio para salvarse, abordados y enganchados uno a otro, con los destrozos de los desarbolos, hasta que devorándose por las llamas o rompiéndose estos mismos destrozos que los enganchaban, quedaron algo separados, haciéndose sucesivas las explosiones, primero la del San Hermenegildo.
Del resto del combate no se difiere a lo ya comentado anteriormente. En este caso se explica, quizás acallando los rumores que debían correr por Cádiz, que los dos navíos no se estuvieron combatiendo entre ellos hasta la explosión final de ambos buques, sino que se reconocieron antes, pero ya tarde para poner remedio, incluso se llegaron a desenganchar sólo para explotar por separado.
El desastre según los británicos
En contra de lo que se pudiera pensar los historiadores británicos no se hacen eco del “famoso” paso entre el Hermenegildo y el Real Carlos que muchos escritores españoles han adjudicado desde siempre como principal motivo de que los dos navíos españoles se combatieran entre ellos hasta el final.
Según William James a las 8:40 horas de la tarde, ya anocheciendo, Saumarez que navegaba el primero de su escuadra ordenó al Superb adelantarse y alcanzar a los franco españoles para tratar de entorpecer su marcha.
Concretamente, el Almirante británico le ordenó:
“Adelantarse, atacar la retaguardia enemiga y mantenerse entre ellos y la costa española”.
Este punto es muy importante, ya que el comandante del Superb había recibido una orden de su superior lo que no le dejaba a su arbitrio otras posibilidades, como bien pudiera ser pasar entre ambos navíos españoles tal y como dice la versión controvertida que nos referíamos.
Keats dio toda la vela posible y con su navío intacto, ya que no había participado en la batalla de Algeciras, no tuvo problemas en adelantarse tres millas a las 11 de la noche, ya noche cerrada y muy oscura. Hay que comentar que el capitán Keats tenía una excelente reputación de ser uno de los mejores marinos de la Royal Navy y la tripulación de su navío Superb estaba perfectamente disciplinada y adiestrada.
A las 11:20 horas Keats observó las luces del Real Carlos, a babor de este navegaba el San Hermenegildo y también a babor de este último el francés Saint-Antoine.
El Superb se situó a unos 300 metros por la aleta de estribor del Real Carlos y disparó una andanada al navío español que le rindió el mastelero de velacho y provocó algún incendio a bordo.
Acto seguido y viendo que el navío español derivaba a babor, el Superb se desplazó por la popa del Hermenegildo en dirección al Saint-Antoine. Esto ocurría a las 11:50 rindiendo al navío francés tras 30 minutos de furioso cañoneo, quedando después a la espera de los buques de Saumarez, que se iban incorporando a la acción.
Este es el parte oficial de Keats contando lo que indicamos anteriormente y que debería bastar para desterrar la “leyenda”:
Superb, off of Trafalgar, july 13. I have the honour to inform you, that in consequence of your direction to make sail up to, and engage the sternmost of the enemy’s ships, at half-past eleven I found myself a-breast the sternmost of a spanish three-decked ship (el Real Carlos), which having brought-in-one with two other ship nearly line a-breast, I opened my fire upon her at a distance, not more than three cables. This evidently produced a good effect, as well in this ship, as the others a-breast of her; which soon began firing on each other, and at times on the Superb. In about a quarter of an hour I perceived her to be on fire, and I procedeed on the ship next at hand, which proved to be the San Antonio of 74 guns and 750 men, under french colours, and wearing a broad pendant; which, after some action (the chief being wounded), struck her colours. I learnt that in the confusion of the action, the Hermenegildo mistaking the Real Carlos for an enemy, ran on board her, and shared her melancholy fate. Services of this nature cannot be expected to be performed without some loss.
Este parte está sacado del libro: The Naval Battles of Great Britain. Autor Charles Ekins y vienen varios gráficos que ponemos a continuación explicando los hechos referidos.
Aunque difieren en algo a los ya expuestos, nos muestra la posición del navío Superb antes, durante y después del enfrentamiento, sin que se señale ningún paso entre los dos navíos españoles:
Quince minutos después de medianoche el Real Carlos, ya casi encima del Hermenegildo y que combatía creyendo enemigo al navío que se le venía encima, explotó. El fuego se propagó rápidamente al San Hermenegildo que otros quince minutos después explotaría también.
¿Usaron los británicos la bala roja?
En el libro “Informe dado por el brigadier de la Real Armada D. Francisco de Hoyos …” que mencionábamos anteriormente, hay unas notas realizadas por el nieto de Juan Joaquín Moreno, que como familiar del mismo tenía información privilegiada sobre las acciones en las que se vio envuelto este.
En el episodio que nos ocupa este artículo afirma que su abuelo siempre sostuvo que los ingleses fueron los verdaderos causantes del incendio de los navíos.
Para ello se basaba en el aviso que recibió, antes de su salida de Cádiz en busca de la escuadra francesa en Algeciras, del comandante general del Campo de Gibraltar, Adrián Jacome y Ricardos, que sabía por confidentes que tenía en la plaza británica, que la escuadra inglesa, muy dolida por su derrota en Algeciras, se preparaba para incendiar a la escuadra combinada por todos los medios posibles con mixtos y bala roja.
Juan Joaquin Moreno, siempre según estas notas, creyó a pies puntillas el aviso dado y previno a sus comandantes para ello, algo que luego no sirvió de nada pero que como vemos no deja en buen lugar a los ingleses.
Recordemos que la bala roja usada en alta mar era considerado como una práctica inhumana, lo que no quitó para que las potencias de entonces la utilizaran. Los británicos ya lo habían hecho en la anterior guerra en el Asedio de Gibraltar, donde, además, los españoles habían llegado a utilizar lanchas cañoneras provistas con hornillo para bala roja. Pero como digo, en alta mar era otra cosa, por la imposibilidad de las tripulaciones de ponerse a salvo en la costa.
El general español se reafirmó en esta teoría al interrogar a los pocos supervivientes del desastre. En concreto el capitán de fragata Francisco Vizcarrondo, salvado en el chinchorro del Hermenegildo y de otros salvados en la falúa del Real Carlos, corroboraron las sospechas del uso de la bala roja por los ingleses.
El patrón de esta última falúa, que no pudo alcanzarla y que dos días después apareció agarrado a los restos del trinquete en las playas de Tánger, también corroboró esta hipótesis.
¿Porqué luego se tapó todo esto?. Más interrogantes en un asunto ya de por sí misterioso.
Después de la tragedia
Lo que pasó después ya es más conocido. De los cerca de 2.000 hombres que componían las dos tripulaciones sólo se salvaron dos oficiales y 36 hombres, que fueron recogidos por el Superb, y otros 262 hombres pertenecientes al San Hermenegildo que lograron ser rescatados por el francés Saint-Antoine, entre ellos al segundo del navío que por la muerte prematura del comandante se tuvo que hacer cargo del buque.
Otros 40 hombres, con el guardamarina Fernández Flores en la falúa del Real Carlos y otros 8 hombres en un bote pequeño. Total: 349 supervivientes. Es decir, murieron esa noche aproximadamente unos 1.700 hombres.
Como dijimos al principio del artículo esta fue una cifra muy alta y que sobrepasaba con creces las pérdidas normales de una batalla naval. Lamentablemente, la explosión de un navío de guerra, buques siempre abarrotados de personas y de peligrosa pólvora, llevaba siempre pareja una enorme cifra de muertos. Y la historia está llena de estos casos, tanto en la Armada española como en la francesa o la británica.
La escuadra combinada combatió en su huida con los buques británicos, dejando al Venerable desarbolado, con 18 muertos y 87 heridos. El Superb de Keats no sufrió ninguna baja mortal, aunque sí 15 heridos graves.
La fragata Sabina tuvo un muerto y cinco heridos, seguramente producto de la explosión de los navíos que debieron arrojar algún escombro a la fragata, que navegaba cerca.
Del resto de bajas francesas no se sabe mucho salvo las cifras que Troude dio del Formidable, con 20 bajas mortales y un número indeterminado de heridos que Troude decidió omitir. El mismo día 13 entraría en Cádiz la escuadra combinada, apesadumbrados por la terrible pérdida de hombres.
Del viejo Saint-Antoine tampoco se tenían cifras de bajas, pero tuvieron que ser considerables, ya no sólo por la lucha cerrada que mantuvo con el Superb, sino después de rendirse el Caesar y el Venerable, los primeros navíos de Saumarez que se incorporaban, creyeron que el navío francés no se había rendido y le descerrajaron sendas andanadas antes de darse cuenta del error.
Por cierto James explica que el error de enumerar al Saint-Antoine como navío español cuando ya era francés, fue debido al informe de Keats a Saumarez en el cual se refiere siempre con el nombre español del buque, San Antonio (1) .
Los autores posteriores creyeron que era entonces español y en muchas obras figura así. Este navío fue llevado a Porsmouth sólo para terminar siendo un pontón. Saumarez (2), afortunadamente para su carrera, se había desquitado de la derrota que sufrió en Algeciras.
El principal responsable de la escuadra, el teniente general Juan José Moreno debió haber sido más precavido en su formación inicial, ya que la colocación de los buques en tres líneas paralelas dejaba muchos huecos peligrosos y no dispuso más precauciones necesarias para evitar o, al menos minimizar, los efectos de un más que previsible ataque británico.
Aunque los navíos franceses hubieran estado más expuestos, lo recomendable hubiera sido la navegación en línea, que por otra parte era la que seguía Saumarez.
Por eso la responsabilidad final de lo sucedido se debe a este almirante, aunque luego hubiera otros puntos importantes que ayudaron a desencadenar la tragedia y a los que aquel no pudo tener responsabilidad al ser causa de la mala fortuna.
Los comandantes del Real Carlos y el Hermenegildo poco pudieron hacer, al seguir el plan dispuesto por su comandante en jefe, y el responsable del segundo murió al principio de la acción por los disparos del navío británico de Keats.
Su segundo, Vizcarrondo, tomó inmediatamente el mando pero no supo estar a la altura, quizás por falta de experiencia o por el caos reinante, y no sólo fue incapaz de evitar que su navío abordara al Real Carlos sino que este oficial abandonó el buque siendo todavía su comandante efectivo.
El comandante del Real Carlos, Ezquerra, por el contrario, mandó al guardamarina Flores para que fuera a Cádiz y explicara lo sucedido, así como a su criado para dar la noticia a su familia, quedándose él y toda la oficialidad del navío intentando apagar el fuego que le comunicó el Hermenegildo.
Al final consiguieron separarse, como menciona Mazarredo en su informe, pero ya era tarde y no se pudo evitar una de las mayores tragedias navales de España.
Notas
(1).– El Saint-Antoine había sido obligatoriamente cedido por España a Francia como parte de un abuso programa de cesión de varios navíos para ayudar a colmar a estos las importantes pérdidas de navíos frente a los británicos. La escuadra de Linois precisamente iba a Cádiz a hacerse cargo de varios de estos buques cedidos. De todos modos el Saint-Antoine estaba mandado en esta ocasión y tripulado por franceses y navegaba bajo bandera francesa, por lo que se le considera totalmente francés. Es posible que Keats, al apresar el navío, leyera el nombre de San Antonio de la popa del buque, donde figuraría todavía con su nombre español. Curiosamente tras la rendición de este navío, y estando sus tripulantes encerrados en la bodega, los españoles rescatados de la voladura del Hermenegildo y Real Carlos (262 hombres) y quizás dolidos y soliviantados por los recientes acontecimientos, trataron de convencer a los franceses para sublevarse contra la dotación británica de presa y hacerse con el navío, aprovechando la cercanía a Cádiz. Los oficiales franceses se negaron alegando que habían sido capturados en lucha limpia, y para evitar una acción de los españoles por su cuenta dieron aviso a los oficiales de presa británicos que mandaron encerrar a los españoles en la bodega, bajo guardia de los propios franceses.
(2).- El vicealmirante sir James Saumarez, junto con los capitanes, oficiales, y tripulaciones de los buques bajo sus órdenes, recibieron el agradecimiento del Parlamento. El propio Saumarez fue nombrado Caballero de Bath, con una pensión de 1.200 libras anuales. Se ascendió al primer teniente del Caesar, Philip Dumaresq, a comandante. Los primeros tenientes del Superb y el Venerable, los dos navíos que llevaron la parte más recia de la acción, Samuel Jackson y James Lillicrap, también fueron ascendidos. Es curioso como se ignoró a Keats en las recompensas, cuando había logrado con su buque destruir dos primera clases (aunque de manera indirecta) y apresar uno de tercera clase. Algún historiador británico ha señalado que ciertas formas de celos de Saumarez a Keats pudo ser la causa principal de esto.
TEXTO EXTRAÍDO DEL SITIO: https://www.todoababor.es/historia/tragica-perdida-navios-san-hermenegildo-real-carlos/