La redención de Beaver: de la pesca en el río a la final del Mundial

Los All Blacks jugaban en casa y ante su gente, y empezaron ganándole 41-10 a Tonga, el 9 de septiembre. Ya después de ese primer partido empezaron los problemas: Israel Dagg, talentosísimo fullback o wing, se lesionó. No estaría disponible por un par de semanas. Pero eso no sería lo único: el capitán del equipo, Richie McCaw, un jugador “fuera de clase”, que había tenido una fractura por stress en su pie derecho en febrero tratada con reposo e inmovilización durante meses, estaba dolorido y tenía inflamada la zona. Las radiografías no mostraron nada especial, pero Graham Henry, el head coach, decidió que no jugara el partido siguiente.

En el segundo partido los All Blacks arrasaron a Japón: 83-7. Jimmy Cowan, que había empezado el torneo como medio scrum titular, termina en malas condiciones y no podrá jugar el importantísimo tercer partido contra Francia. Henry decide poner contra Francia a Piri Weepu, un muy buen jugador que había sufrido una fractura en una pierna unos meses antes y había perdido mucho ritmo de competencia, por lo cual estaba en el plantel como la tercera opción de medio scrum, detrás de Andy Ellis.

Contra Francia, un gran equipo, los All Blacks juegan un partido brillante y ganan 37-17 mostrando gran superioridad. Vuelven McCaw y Dagg, que hace 2 tries, pero se lesiona el wing Richard Kahui, que había hecho 2 tries contra Tonga y 2 contra Japón. McCaw vuelve a terminar con mucho dolor y no jugaría contra Canadá. Pero lo peor estaba por venir.

En una práctica de kicks antes del partido contra Canadá, Daniel Carter, el apertura, pateador, estratega y referente máximo, una estrella del rugby mundial, siente un gran dolor en su ingle. Los estudios son lapidarios: rotura del tendón del aductor izquierdo. Carter queda definitivamente fuera del torneo, un durísimo golpe para el grupo.

Contra Canadá juega de apertura Colin Slade, un joven de gran talento pero muy pocos partidos con la 10 de los All Blacks. Sin McCaw y sin Carter ganan su partido 79-15; las diferencias con los canadienses son enormes. Nueva Zelanda está en cuartos de final y enfrentará a Argentina.

Los All Blacks afrontarán ese decisivo partido (de cuartos en adelante, el que pierde se va a su casa) sin su pareja de medios original; Weepu y Slade serán los 9 y 10 del equipo. Aaron Cruden, originalmente fuera del plantel, es llamado por la lesión de Carter, se une al grupo y va al banco de suplentes. El primer tiempo contra Los Pumas, como se esperaba, es muy duro. McCaw ha vuelto, pero no está bien y se nota. Y antes del final del primer tiempo, el nuevo diez, Colin Slade, sale lesionado con un desgarro en el aductor. Parece una maldición, los dos aperturas del equipo fuera del torneo. Y hay más: el fullback, crack y referente Mils Muliaina, que cumplía nada menos que 100 partidos con los All Blacks, sale antes del final del primer tiempo con el hombro fracturado. Cruden ocupa el lugar de Slade, Isaia Toeava entra por Muliaina. El panorama es oscuro, a pesar de que los All Blacks ganan con autoridad 33-10.

Con Carter y Slade afuera y obligado a jugar con un tercer apertura inesperado, Graham Henry enfrenta un gran problema para afrontar los dos partidos decisivos, así que decide llamar a Stephen Donald. Beaver (tal su apodo) tenía 24 test con los All Blacks (10 como titular) pero había quedado fuera del equipo unos meses antes del Mundial por flojas actuaciones; había sido tentado para jugar en Inglaterra (Bath) pero finalmente eso no se había concretado, así que se había tomado un break y se había ido de vacaciones.

“Pasé seis semanas sin cuidarme en las comidas y engordé casi cinco kilos. Entregué todas mis entradas para los partidos de los All Blacks porque sabía que no me haría bien verlos, estaba convencido de que mi carrera como All Black había terminado.” “Estaba en el río Waikato pescando con un amigo, allí no había señal de teléfono. Regresamos a la rampa para botes y mi teléfono comenzó a volverse loco. Nunca guardé el número de Henry en mi teléfono porque realmente estaba muy decepcionado y nunca pensé que volvería a estar en sus planes, así que no recordaba su número; el teléfono siguió sonando y entonces sí reconocí un número: era el de Mils Muliaina, así que atendí: ‘¡Hola Beaver! Graham está tratando de llamarte… será mejor que lo llames’”. “Lo llamé enseguida; estábamos sacando el bote del río para ponerlo en el remolque y Graham me dijo: ‘Beaver, si me traes tres kilos de morralla quizá puedas jugar para los All Blacks este fin de semana’ ”. Así fue como Henry le pidió que se uniera al grupo. Era una emergencia… ¡antes de la semifinal del Mundial!

La semifinal era nada menos que frente a Australia. Graham Henry recurre al tercer apertura en el torneo, Aaron Cruden, un gran jugador que ha perdido terreno por una sucesión de lesiones. Weepu-Cruden será la pareja de medios. Donald va al banco de suplentes; le han dado la camiseta con el número 21, la que suele usar el apertura suplente. La camiseta le queda chica y corta, porque era originalmente para Slade, que mide 1,80m y pesa menos de 90 kg, mientras que Beaver mide 1,86m y pesaba, en esos momentos, más de 100kg.

Los All Blacks juegan un excelente partido y ganan 20-6. Luego de la lesión de Slade en el partido anterior, los All Blacks enfrentan un nuevo problema: se han quedado sin pateador. Piri Weepu termina pateando ante Canadá, asume el rol de pateador contra Argentina, lo hace bien (convierte 7 penales), queda a cargo de los kicks y contra Australia también lo hace eficientemente (4 penales).

Llega la final, y será contra Francia. Justo Francia, que ha sido el karma de Nueva Zelanda en los dos últimos mundiales en que se han enfrentado: en 1999, luego de ir ganando cómodamente, Francia se recuperó milagrosamente venciéndolos 43-31 en un partido insólito y dejándolos fuera del Mundial; en 2007, en un partido con un escandaloso arbitraje de Wayne Barnes que parecía dejar claro que el local (Francia, justamente) no podía quedar fuera antes de las semifinales, Francia venció 20-18.

En el haka, los franceses, capitanedos por Thierry Dusatour, avanzan hacia los All Blacks hasta ponérseles frente a frente, desafiantes. Los All Blacks han vencido con autoridad a Francia cuatro semanas atrás en la fase de grupos, pero este es otro partido: la final.

Nueva Zelanda afronta nuevos problemas: Piri Weepu, que ha pasado de ser el tercer medio scrum a ser líder positivo en medio de las dificultades (“tenemos a Piri” era la frase popular del momento), termina con una leve molestia muscular la práctica de kicks (Weepu no es un pateador habitual), y en el precalentamiento siente un tirón en el aductor. La molestia parece ser pasajera, pero no está a pleno. McCaw está dolorido, su pie ha vuelto a sufrir la misma fractura y han decidido ocultarlo a la prensa. Ha jugado infiltrado contra Argentina y Australia y todo le cuesta muchísimo. Henry nota que algo pasa. “¿Qué pasa con Piri?” “Nada, está todo bien”, contesta Wayne Smith, entrenador de backs. “¿Todo bien, Richie?” “¡Nunca mejor!”, contesta McCaw, que le guiña un ojo a Steve Hansen, entrenador de forwards. “Apenas sientas dolor, sales inmediatamente”, dice Henry. “Por supuesto”, contesta Richie, que jamás cumplirá esa orden.

A los 15′ del primer tiempo McCaw decide hacer “Teabag” en un line out cerca del ingoal francés, la jugada sale perfecta y el try de Tony Woodcock pone el partido 5-0. Parece que va a ser un partido favorable, pero no es así. Piri Weepu no está bien, falla la conversión y tres penales, sin duda el aductor tiene mucho que ver. Cruden hace una seña al banco, algo tiene. Los All Blacks se pierden algunos tries y dominan el juego, pero el score se mantiene. Y a los 33′ ocurre lo increíble: Cruden sale lesionado, con una posible distensión de ligamentos de su rodilla. Tres aperturas afuera en 7 partidos, en pleno Mundial. Increíble.

“¡Bienvenido de nuevo, Beaver!” Así recibe el segunda línea Brad Thorn a Stephen Donald, el inesperadísimo reemplazo que entraba a la cancha bajándose como puede la apretadísima camiseta con el número 21.

El primer tiempo termina 5-0. A los 6′ del segundo tiempo hay un penal a unos 35m de distancia de los postes de Francia. Piri Weepu ya no puede patear. Beaver toma la pelota por instinto; no ha pateado en forma regular desde hace más de dos meses, pero sabe que no hay otro pateador en el equipo. Busca a su capitán con la mirada; McCaw ya la tenía clavada en él. Richie levanta las cejas y Beaver vuelve a sentirse pleno, vuelve a sentirse un All Black. Ya es lo suficientemente difícil clavar grandes patadas bajo presión, pero… ¿en una final de la Copa del Mundo, con Francia delante? Él era la cuarta opción, y ahora estaba en la cancha para terminar con 24 años de frustaciones. El gesto de Beaver, determinado, confiado, seguro, contagia a sus compañeros. Clava el penal lejano entre los palos: 8-0. El público festeja ese penal como nunca antes. Están con Beaver y lo apoyarán alentándolo hasta el final, como todos sus compañeros.

Inmediatamente después Dusatoir hace un try bajo los palos y Francia se pone a un punto. Es 8-7 y quedan 30 minutos. Piri Weepu no puede seguir, entra Andy Ellis en su lugar y lo que queda será una prueba extrema de carácter para un equipo que ha expuesto su defecto oculto (jugar con sólo un pateador en cancha, algo que puede ser fatal en un partido decisivo), que ha perdido dos referentes (Carter y Muliaina) y que afrontará los minutos más importantes del torneo con el tercer medio scrum, el cuarto apertura y el capitán en una pierna. El karma de Francia parece reaparecer. Los All Blacks deciden no usar el pie; no quieren propiciar contraataques de Francia (son maestros en eso) y su estructura defensiva no está perfectamente aceitada, dado que Stephen Donald no ha practicado las estructuras defensivas más que un par de veces. Además, tienen que proteger a un tipo que hace casi dos meses que no sólo no juega sino que casi ni entrena…! Los franceses huelen sangre, toman nota de que Nueva Zelanda está diezmado y allá van: enseguida apuntan sus ataques hacia Beaver. Beaver responde con buenos tackles, no comete errores, el penal le ha dado confianza. Jerome Kaino y Kieran Reid lo respaldan jugando cerca suyo. Los All Blacks juegan corto, lento, sin su incomparable y habitual ritmo arrollador. Aprietan los dientes y se ubican en el inesperado rol del equipo que aguanta un resultado.

Luego de más de treinta minutos de un juego trabado, tenso, en el que los All Blacks no toman riesgos y Francia no puede concretar sus intentos, el último minuto los encuentra en una áspera batalla de forwards hasta que un penal cometido por el francés Szarzewski en un ruck produce el estallido inolvidable de las 60.000 personas que descargan su alivio en el Eden Park de Auckland. Pelota afuera, y es el final: 8-7, el resultado más apretado hasta ahora en una final del mundo.

El escenario no podría haber sido más emocionante. Beaver tuvo la oportunidad de su redención y la aprovechó. Nadie hubiera pensado seis semanas antes que Stephen Donald sería quien convirtiera el penal decisivo en la final de la Copa del Mundo. Beaver mira su medalla de campeón y sabe que, al igual que todos sus compañeros, se la merece.

En la conferencia de prensa después del partido, los periodistas le preguntan a Graham Henry por Stephen Donald. “¿No les parece que lo ha hecho muy bien, Steve Donald?”, dice el entrenador, con orgullo. Mientras tanto, un nuevo slogan nacía en Nueva Zelanda: “déjaselo a Beaver”.

 

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