El 1ero. de julio de 1812, el Primer Triunvirato dispuso dejar por escrito los sucesos acaecidos durante la Revolución de Mayo, a fin de “perpetuar la memoria de los héroes y sus virtudes de la época gloriosa de nuestra independencia civil”.
Dicha tarea le fue encomendada al deán Gregorio Funes quien, con una pluma que alternaba entre el periodismo, la historia y su trabajo como legisladora, fue el primer cronista de hechos patrios, cumpliendo la consigna del periodismo como primera versión de la historia.
Le cupo al Deán Funes ser el primer gran defensor de la libertad de prensa, “el derecho más caro al hombre” y también quien tamizó los acontecimientos a través de su óptica política con la intención de perpetuar la memoria de “héroes” (que no lo fueron tanto) y las “virtudes” que no siempre estaban a la altura de las circunstancias.
Doctor en Derecho Canónico, egresado de la Universidad de Córdoba, también se recibió de bachiller en Derecho Civil en la Universidad de Alcalá.
Era Gregorio Funes una de las mentes más brillantes del Río de la Plata, rector de la Universidad de Córdoba y ferviente defensor de la causa de Mayo, desde La Gazeta de Buenos Ayres, periódico que llegó a dirigir y desde donde difundió proclamas, cartas, manifiestos y una serie de artículos bajo el pseudónimo de “un ciudadano”... Y lo era en el sentido más profundo de la palabra, ya que fue el autor del reglamento de la Junta Mayor, donde establece la división de poderes.
Sin embargo, su entusiasmo le creó varios enemigos que, al terminar la existencia de la Junta Grande, lo acusaron de haber instigado al “Motín de las Trenzas”, y por tal razón lo encarcelaron en “El Fuerte”, bajo fuerte custodia.
Liberado de culpa y cargo, le fue encomendada la tarea de relatar las crónicas de la Revolución de Mayo, y redactar la “Oración patriótica”, con la que fue celebrada la victoria de Brown frente a Montevideo.
Los artículos encomendados por el Primer Triunvirato para confeccionar la crónica libertaria dieron origen al “Ensayo de Historia Civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán”, el raconto inicial de nuestro pasado. Aunque señalen a Vicente López y a Mitre como nuestros primeros historiadores, fue Funes, sin dudas, el primer cronista.
El Deán participó en el Congreso de Tucumán, aunque arribó después de la firma del Acta de la Independencia.
Tuvo una participación destacada en la redacción de la Constitución de 1819, donde impuso la concepción política de una monarquía constitucional, idea que defendió desde las páginas de El Redactor y un folleto ad hoc llamado La Razón y la Ley.
El rechazo a esta Constitución creó un clima convulsionado que llevó a la prisión a varios de los artífices de esta fallida carta Magna. El Deán Funes fue, una vez más, encarcelado.
Sin embargo, esta contrariedad no mermó su pasión periodística ejercida desde El Argos, El Centinela y La abeja argentina.
Tampoco la prisión atenuó su fervor patriótico ni su voluntad de legislar a la nación, ya que en 1826 participó en la redacción de la nueva Constitución, de efímera vigencia.
En 1823 había sido designado “agente de negocios de Colombia” gracias al contacto directo que mantuvo con Bolívar y Sucre.
Mientras se paseaba por el Jardín Argentino o Vauxall (sito entre las calles Córdoba y Talcahuano) recibió la infausta noticia del fusilamiento de su amigo Manuel Dorrego. El impacto de esta novedad le indujo una descompensación clínica que lo llevó a la muerte el 10 de enero de 1829, a los 79 años.
“No hubo vida más larga y colmada”, dijo Domingo Sarmiento del Deán, con quien estaba vinculado por lazos de sangre y por compartir una visión del país en ciernes. Calumniado y perseguido, Funes jamás abandonó sus principios ajenos a guerras fratricidas y a la fragmentación de las provincias, unidas por un pasado común exaltado en las crónicas de los eventos que nos forjaron como Nación.