El 12 de noviembre de 1989, fallece Dolores Ibárruri, ‘la Pasionaria’. Una neumonía se cobra la vida de la mítica dirigente comunista a pocos días de cumplir los 94 años.
Todo había empezado el 9 de diciembre de 1895, en Gallarta (Vizcaya) – España. Aquel día la pequeña Isidora, verdadero nombre de la que hoy conocemos como Dolores, octava de once hermanos, venía al mundo en el seno de una familia minera vasca, católica y tradicional. La relativa prosperidad permitió al matrimonio Ibárruri, enviar a la niña Dolores a la escuela hasta los 15 años. Aquella adolescente que soñaba con ser maestra acabó estudiando en una academia de corte y confección, lo que le permitió encontrar su primer empleo. Dolores pasó a engrosar el proletariado femenino de la época. Su condición de mujer trabajadora enriquecería su sensibilidad igualitaria y despertaría su conciencia política en pro de la defensa de los obreros frente a un sistema capitalista que les oprimía por las buenas o por las malas.
Durante la Transición, volvió a España el 13 de mayo de 1977. En la imagen, Adlolfo Suárez saluda a ‘La Pasionaria’ rodeados de reporteros
Después contraería matrimonio con un minero, Julián Ruiz, militante del partido socialista, concibió una numerosa prole con él (aunque el matrimonio fue un fracaso) e inició sus devaneos políticos.
Un buen día Dolores Ibárruri, madre de seis hijos, unas trillizas entre ellos, tuvo que tomar una decisión que marcaría su vida para siempre. Dolores, que contaba entonces 22 años, se vio llamada a más altos logros, e inició su periplo político. Su hasta entonces limitado mundo se abrió a nuevos horizontes. Lejos de identificarse con el prototipo de la mujer de su época, se negó a verse relegada al cuidado de su prole, la cocina y los fogones. Decidió que ella no se quedaría ‘ni con la pata quebrada ni en casa’. Resuelta, le comunicó a su marido su decisión: ‘Ya no habrá más hijos’, y a partir de ese momento su familia pasó a ser el proletariado del mundo.
En 1918, año de intensa movilización obrera en España, publicaría su primer artículo en las páginas de El minero vizcaíno. Era Semana Santa, por lo que Dolores decidió firmarlo con el pseudónimo de Pasionaria. Este hecho fortuito marcaría su biografía: sus innatas dotes para la oratoria y la pasión con que defendía sus ideas le valdrían a partir de ese momento el sobrenombre de ‘La Pasionaria’.
Tres años después, en 1921, fue una de las primeras en ingresar en el recién fundado Partido Comunista . Aquella joven madre, luchadora y sobre todo apasionada, poseía una conciencia política que la encumbró con celeridad en las filas de su partido.
En 1931, participa activamente en la campaña comunista para las elecciones de abril. Dolores se presenta en solitario y se estrena como oradora, inaugurando una manera de hacer política que la lanza al estrellato. ‘La Pasionaria’, demuestra ser un auténtico animal político. El PC vislumbra ya a la líder mediática que se esconde tras la fachada de aquella mujer de gesto adusto, siempre vestida de negro que corona su cabeza con un sobrio moño. En 1932, cuando la Internacional Comunista decide relevar a la dirección del PCE, Dolores accede a ésta como el miembro de más edad del nuevo comité ejecutivo. Cuenta 37 años. Todo se conjuga para que nazca la leyenda. La Pasionaria empieza a rodearse de un halo mítico y viaja a Moscú. Es la mamá del Partido Comunista español.
Su salto a la fama definitivo lo dará en octubre de 1934 durante la revolución de Asturias. Rememorando sus orígenes, organiza con eficiencia la evacuación de los huérfanos y apoya sin trabas a los mineros en huelga. Su papel en los acontecimientos adquiere eco internacional. Luego vino la Guerra Civil, y como todos los españoles se ve obligada a tomar partido, que en su caso no ofrece dudas. Su grito de batalla, ‘No pasarán’, se convirtió en lema de toda una generación.
Fue durante la contienda cuando se fraguó definitivamente el mito. Su presencia constante en el frente y la fuerza de sus arengas, en directo o radiofónicas, la transformaron en un icono comunista internacional, prácticamente al nivel de Lenin o Stalin.
Sus eslóganes durante la contienda han pasado a engrosar el ideario histórico español. Así durante un discurso en París, adonde acudió para desbloquear el envío de armas a la República, afirmaría: ‘El pueblo español prefiere morir de pie a vivir de rodillas’. O en Madrid, intentando animar a las mujeres de la ciudad sitiada: ‘Más vale ser viudas de héroes que mujeres cobardes’
Tras la guerra llegó el exilio. La pérdida de su hijo Rubén, oficial del ejército soviético en Stalingrado, la arrastró a un aislamiento voluntario.
Pero, pese a su bajo estado anímico, su buena imagen entre los dirigentes soviéticos la mantendría siempre entre los dirigentes del PC. El “padrecito” Stalin, la admiraba por su capacidad oratoria. Finalmente en 1960 fue nombrada presidenta del Partido, cargo que ocupó hasta su muerte, acaecida 29 años después. La mítica Pasionaria expiraba a la par que caía el Muro de Berlín. Dos símbolos llegaban a su final.
Fue enterrada en el madrileño cementerio de La Almudena. Días después, el 16 de noviembre, miles de personas la despedían . El poeta Rafael Alberti le recitaba un poema y el secretario general del PCE, Julio Anguita, leía su adiós a la presidenta del partido: ‘Duerme compañera, reposa camarada, descansa presidenta. Sueña dulcemente madre Dolores’. Acto seguido la multitud, puño en alto, entonaba enfervorizada La Internacional.
Pese a los años transcurridos, La Pasionaria continúa siendo un personaje controvertido. La mañana del 10 de febrero del 2019, las tumbas de la Pasionaria y del fundador del PSOE, Pablo Iglesias, fueron profanadas y cubiertas de pintura blanca. La nieta de la que fuera presidenta del PCE, Lola Ruiz-Ibárruri, denunciaba el deplorable suceso a la prensa.