La muerte de Dirty Harry

El ex presidente estadounidense Richard Nixon, el dirigente que inició la distensión Este-Oeste y realizó la histórica apertura a China para acabar emborronando su carrera con el escándalo Watergate, que lo obligó a dimitir en 1974, murió el 22 de abril de 1994 en Nueva York. Ese día un coro de elogios diplomáticos a su figura de estadista internacional se escuchó ayer desde Moscú hasta Pekín. Nixon, que contaba 81 años de edad, sufrió el pasado lunes un derrame cerebral y entró en un coma profundo. Su esposa, Pat, murió en junio del año pasado. El entonces presidente Bill Clinton expresó su pesar por el fallecimiento de Nixon, al que consultó con frecuencia sobre asuntos internacionales, en especial sobre las relaciones con Rusia.

Tras ser derrotado por el demócrata John F. Kennedy en las elecciones de 1960, el republicano Nixon consiguió llegar a la Casa Blanca en los comicios de 1968 y se convirtió en el 370 presidente de los Estados Unidos. En 1974 tuvo que dimitir tras conspirar para encubrir las pruebas del escándalo Watergate, que comenzó con un vulgar robo de documentos de poca monta en la sede nacional del Partido Demócrata.Con Richard Nixon desaparece de Estados Unidos y del mundo una buena porción de la historia viva.

En la muerte de Richard Nixon, las principales personalidades políticas del mundo, se unieron para destacar las virtudes como estadista universal del hombre que comenzó su carrera como un duro halcón anticomunista en los años cuarenta y la terminó, hace apenas un mes, revisando sobre el terreno el tránsito de Rusia hacia la democracia y el libre mercado.

Ningún escenario internacional le fue lejano ni extraño. Desde Pekín a Oriente Próximo, Richard Nixon puso su sello político en los acontecimientos mundiales durante medio siglo. Clinton lo definió como “un hombre de Estado que quiso construir una duradera estructura de paz”.

Las autoridades chinas siguieron de cerca las últimas horas del hombre que logró desbloquear las relaciones entre Washington y Pekín. El día de su muerte, un portavoz del Ministerio de Exteriores chino expresó “todas sus condolencias” por la muerte del ex presidente. Un telegrama conjunto del entonces presidente Jiang Zemin y del primer ministro Li Peng alababa “la visión a largo plazo de un político que tuvo el coraje de abrir una nueva era en las relaciones chino-americanas”.

El entonces presidente ruso Borís Yeltsin declaró “estar consternado por la muerte de uno de los más grandes políticos del mundo”. “Su relación con Rusia no era de amor, pero era una actitud especial”, siguió la declaración de Yeltsin. El presidente ruso calificó a Nixon como un “político sabio” al que prestaba gran atención.

En Hanoi, la capital de un país que recuerda a Nixon como el hombre que ordenó algunos de los peores bombardeos sufridos en el norte del país durante la guerra de Vietnam, el único comunicado oficial sólo reflejaba un lacónico “descanse en paz”.

En Israel, el entonces primer ministro Isaac Rabin destacó que su país “perdió un amigo”, cuya presencia en la Casa Blanca fue una “garantía seguridad” para los ¡sraelíes.

Hasta el diario The Washington Post, el que más daño le hizo en toda su carrera política con la revelación del Watergate, el escándalo que le obligó a renunciar a la presidencia en 1974, reconocía ayer “el extraordinario esfuerzo de redención que hizo en las dos últimos décadas para pasar de la vergüenza a la estatura” que se le otorga en la actualidad.

Con todos sus pros y sus contras, su nombre estará por siempre asociado a una época de grandes políticos de los que hoy carece la humanidad.

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