La muerte del Rey de los Cisnes – Segunda parte

En el artículo “La muerte del Rey de los Cisnes – Primera parte” contábamos sobre los posibles diagnósticos psiquiátricos del rey Luis II de Baviera (en alemán: Ludwig Otto Frederik Wilhelm), también conocido como el rey loco o el rey de los cisnes, admirado por muchos y denostado por otros; especialmente la clase dirigente que se asombraba por su estrafalario ritmo de vida –incluida la relación con Wagner–, sus gastos exorbitantes –especialmente en castillos fantásticos que inspiraron a Walt Disney– y su vocación pacifista –que se oponía a las políticas beligerantes del canciller Bismarck y el gobierno prusiano–.

El Dr. von Gudden fue comisionado para declarar insano al rey y cuidarlo en el palacio de Linderhof. Una comitiva encabezada por este psiquiatra se encargó de trasmitirle al rey la noticia de su remoción y le dijeron que al menos por un año sería relevado de sus funciones. En realidad, le estaban mintiendo y Ludwig se dio cuenta. “En ese tiempo es fácil despachar a un hombre”, dijo el rey. Von Gudden no le contestó.

A las cuatro de la mañana, a pesar de la lluvia, la comisión se dirigió al castillo de Berg, que había sido convertido en un pequeño hospital psiquiátrico para atender al rey.

Las puertas solo podían ser abiertas desde afuera de la habitación y se habían hecho algunos agujeros disimulados en las paredes para espiar al regio paciente. Ludwig revisó las habitaciones y se fue a dormir.

Von Gudden se mostró satisfecho con la conducta del monarca que parecía bastante tranquilo aunque temía por sus ideas suicidas.

El rey se levantó a medianoche e insistió en vestirse pero sus guardianes se lo impidieron. El doctor pretendía que su paciente volviese a un ritmo de vida normal y no andar a deshoras. También buscaba que estuviese siempre acompañado para evitar sus hábitos solitarios y tendencias melancólicas.

Una mañana el rey solicitó salir a dar un paseo y pidió que el Dr. von Gudden lo acompañase. Aunque sus colaboradores le advirtieron al psiquiatra que no les parecía una buena idea, éste desechó las críticas, los llamó pesimistas e insistió en el buen animo del monarca que se mostraba colaborativo. A la luz de los posteriores acontecimientos, esta era una pose del rey, quien había averiguado cuántos policías lo custodiaban y hablaba con otros médicos para sacarles información.

Ludwig parecía tener una predilección por el Dr. Müller, a quien le confesó que desconfiaba de los demás profesionales que en algún momento “podrían hallar una razón para matarlo”.

Una vez que la lluvia amainó, Ludwig y von Gudden salieron a caminar. Eran las 6.45 pm. Pronto se adentraron en el bosque por un sendero y se los perdió de vista.

Como a las 8.30 no habían vuelto, los colaboradores salieron a buscarlos a pesar de la lluvia y la oscuridad.

Cerca de la orilla del lago encontraron los paraguas y sombreros. Flotando sobre el lago Starnberg vieron un objeto negro, era el saco de Ludwig . A pocos metros encontraron los cuerpos flotando del rey y el doctor.

Desesperados, los asistentes se adentraron en las aguas a buscar los cuerpos sin vida. Mientras que el del rey no tenía heridas, el de von Gudden mostraba golpes y laceraciones.

Nadie presenció lo que aconteció en esos momentos y por tal razón se especula que Ludwig se adentró en las aguas con ideas suicidas que el doctor intentó contener. El rey lo golpeó dejándolo inconsciente y haciendo que se ahogue para después poner fin a sus días.

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Otras versiones apuntan a un asesinato por cuestiones políticas, ya que se especulaba con que seguidores del rey podrían hacer una revuelta armada para rescatar al monarca de su cautiverio. Todo podía ser posible en la vida de este rey aquejado por “locura” que no necesariamente implicaba insania, ni la necesidad de destituirlo.

Los estudios postmortem no echan luz sobre la causa locura sin poder confirmar con certeza el compromiso sifilítico.

En el caso de von Gudden se aclara que murió ahogado, pero en el del rey nada dice…

El cuerpo del monarca fue embalsamado y enterrado en la catedral de San Miguel.

Puede ser que, Ludwig haya querido cumplir con una profecía de Nostradamus que su padre le había murmurado al oído en su lecho de muerte. “Cuando el viernes santo cae el día de San José, Pascuas en el día de San Marcos y Corpus Cristi en de San Juan, todo el mundo llorará”. Y el rey murió el 24 de junio de 1886, el día de San Juan.

Así terminó misteriosamente la vida de este rey acusado de locura que fue un enamorado del arte pero murió signado por las diferencias políticas.

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