Nació en Buenos Aires, en 1813. Comenzó a servir al gobierno de Rosas en 1832, en el que trabajó como empleado con el doctor Manuel V. Maza, y después con el coronel Garretón y Pedro Rosas y Belgrano, que fueron sus jefes inmediatos. Acompañó a Rosas en la expedición al Desierto en 1833. El gobernador de Buenos Aires en 1835, le extendió los despachos de capitán de milicias de caballería. Desde el 1º de mayo de 1836, fue incorporado a la secretaría de Rosas, cargo que mantuvo hasta su caída. En 1838, se le confirió el grado de sargento mayor. A partir de 1840, fue jefe de la secretaría establecida en Santos Lugares, al mismo tiempo que edecán de Rosas, con quien estuvo en la víspera de la batalla de Caseros, y combatió a su lado valerosamente. Persona de entera confianza, mantuvo su lealtad hasta el último momento de su dictadura. Nombrado juez de paz de San Fernando en 1840, ejerció el cargo simultáneamente con los citados más arriba. Urquiza le dio de baja de su grado militar el 3 de febrero de 1852, pero volvió a reincorporarlo, promoviéndolo a teniente coronel el 1º de agosto de ese año. Al día siguiente, lo designó oficial mayor del Ministerio de Guerra y Marina. Después del 11 de noviembre emigró a Montevideo, y regresó durante el Sitio de Buenos Aires por Hilario Lagos, de cuya oficina militar fue encargado hasta la disolución del ejército sitiador, el 13 de julio de 1853. Fue defensor del coronel Pedro Rosas y Belgrano en el proceso que se siguió después de la batalla de San Gregorio. Al levantarse el Sitio fue detenido en Luján por orden del Ministro de Gobierno Dr. Lorenzo Torres acusado por los excesos cometidos durante la época de Rosas. Se le señaló culpable de los crímenes de 1810 a 1812, considerándoselo “criminal famoso”. Sometido a proceso, le fueron embargados los bienes, siendo defendido por el Dr. Miguel Esteves Saguí, y luego por el Dr. Manuel María Escalada. Contra Reyes recayó la sentencia de muerte el 4 de mayo de 1854. Venancio Flores, presidente del Estado Oriental, pidió al gobernador Obligado que se le conmutase la pena y se le permitiera salir del país. Obligado solicitó informe a la Cámara de Justicia, quien desaprobó la tramitación del proceso (V.: Defensa ante el Juzgado de primera instancia en la causa seguida de oficio contra Antonino Reyes, Buenos Aires, 1854).
Mientras tenían lugar las gestiones para que no se hiciese efectiva la sentencia, logró fugarse de la cárcel el 6 de junio de 1854. Refugiado en Montevideo esperó el desenlace del juicio que se le siguió en rebeldía. El 30 de junio de 1855, la Cámara de Apelaciones dictó su absolución y el levantamiento del embargo de sus bienes. Cuarenta años después, volvió a Buenos Aires, en 1895, y por entonces era un eficaz colaborador de Adolfo Saldías con quien había anudado una fuerte amistad, aportándole datos y documentos para que los utilizara en su Historia de la Confederación Argentina. En la señorial casa de Saldías, donde le brindó una comida, Leandro N. Alem lo conoció, y tuvo oportunidad de escuchar de los labios de Reyes el fusilamiento de su padre. Las palabras de Reyes constituían un testimonio irrefutable. Falleció en Montevideo, el 6 de febrero de 1897, a los 84 años. Casó con doña Carmen Olivera, con la que tuvo varios hijos. El diario “La Prensa” al dar noticia de su muerte, señaló que no era “esa la oportunidad de formular un juicio sobre su personalidad, la que, a pesar de la importancia de su figuración pública, fue materia de acalorados debates en pro y en contra. En sus últimos años, admiraba su fortaleza física e intelectual: era una tradición andante de la época de la tiranía”. Según lo recuerda Manuel Bilbao era “de fisonomía simpática, ágil, de regular estatura, formas hercúleas, revelando en sus maneras cultas y delicadas una persona bien educada”. Escribió su Vindicación y Memorias… (1883), publicadas por Manuel Bilbao, donde se realizan aportaciones que iluminan los años anteriores a 1852. Como todo expediente de justicia política comporta una completa reconstrucción histórica de la defensa que presentó en la causa que se le siguió como colaborador de Rosas. En este libro Reyes trató de justificar su intervención en numerosos actos discutidos, especialmente en el de Camila O´Gorman. En 1943, se publicó una reedición de la obra con el título de Memorias del edecán de Rosas, que trae las refutaciones de Reyes a los Apuntes de otro tiempo, de Vicente F. López. Este último es un importante y raro folleto compuesto a través de una serie de artículos publicados por Reyes en “El Argentino”, de Buenos Aires, y reproducidos por el coronel Prudencio Arnold (Rosario, 1895). Como testigo presencial de los hechos que desfiguraba el doctor López tuvo oportunidad de refutarlo adecuadamente en ese folleto escrito sobre la base de documentos inéditos en el que condensa algunos sucesos descollantes en la política argentina desde 1829 a 1852. Parte de esa documentación fue aprovechada por el doctor Adolfo Saldías en su Historia de la Confederación Argentina, que también desautoriza al historiador Vicente F. López. En el Archivo General de la Nación se conservan sus Apuntes y autobiografías, en la Colección del Dr. Juan Ángel Fariní (S. VIII-3-25).