La Masacre de Ezeiza

La manifestación más colosal en la Argentina terminó en tragedia: 13 muertos y 365 heridos son el saldo oficial. Sin embargo, los números enmascaran el horror que azotó a los bosques de Ezeiza ese día, cuando la minoría comprendida por la facción de los sindicalistas (la derecha) disparó sus armas contra la facción de los libertarios (la llamada Tendencia o izquierda), que también disparó, y el peronismo se ametralló. Pero todo día tiene un día que lo antecede, y este espectáculo bélico sucedido hace 46 años nada tenía de fortuito. Sus actores sabían a la perfección el guión a seguir.

Cuando corrían las fechas del año 1943, el gobierno argentino atravesaba un proceso de transición producto de la Revolución del 43, un golpe de estado impulsado por los líderes militares Arturo Rawson, Pedro Ramírez y Edelmiro Farrell. Este último nombraría a Perón (participante activo del levantamiento) como Ministro de Guerra, ambos integrantes del Grupo de Oficiales Unidos (GOU), un grupo sectario creado en el seno del Ejército, engranado por el ideario nacionalista e incentivado por las orientaciones socialistas de Mussolini, personaje político que influiría significativamente en Perón. El Departamento Nacional de Trabajo fundaría la Secretaria de Trabajo y Previsión; la lucha obrera por fin tenía un interventor con poder político y voluntad de reglamentar sus derechos.

En esta repartición estatal hizo las veces de Secretario, comenzó a ganar una viva afición popular y pisar cada vez más fuerte en las canchas políticas, en virtud de la cadena de triunfos legislativos en merced del sector obrero: convenios colectivos, aguinaldo, estatuto del peón rural, jubilación. El Coronel estaba afilado, materializando su amplio conocimiento del aparato socioeconómico e intermediando sagazmente entre la burguesía industrial y los obreros, que cargaban sobre sus hombros décadas enteras de lucha y muerte (recordar la Semana Trágica y Patagonia Rebelde). Alguien estaba mojando las orejas de los grandes empresarios, ajustando el orden equitativo de las clases y posicionando al trabajador en un lugar históricamente aspirado.

Como candidato del Partido Laborista, arrasó en las urnas y dio punta pie inicial a su periplo presidencial. Cuando el coronel metió mano en la Constitución, dando posibilidad de reelección, sumado a la fuerte censura de voces opositoras, los militares y la Iglesia entendían que había que detener a la bestia peronista henchida de poder y cada vez más autoritaria. La Revolución Libertadora impulsada por el general Lonardi derrocó a Perón en 1955, lo proscribió y prohibió estrictamente la militancia de su partido en el país. Es necesario señalar los intentos de golpistas ocurridos poco tiempo atrás, el 16 de Junio, cuando aviones de la Armada Argentina bombardearon la Plaza de Mayo provocando el deceso de 308 personas, en su mayoría civiles.

A pesar de su destitución, Perón tenía las manos muy metidas en las masas. Los sindicatos estaban inyectados de peronismo. Las fuerzas militares en el gobierno intentaron contener lo que los años traduciría como la resistencia. Tras la Segunda Guerra Mundial, se respiraba en la atmósfera doctrinas disidentes, lo que infirió la ruptura del movimiento peronista en dos. Los que conformaban la izquierda era la denominada tendencia, una coalición vanguardista; aquí se ubican la Juventud Peronista, las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Ejército Revolucionario del Pueblo, los montoneros. La derecha representada en la Juventud Sindical, la Unión Obrera Metalúrgica, Concentración Nacional Universitaria, Sindicatos de Mecánicos; eran el peronismo viejo, el conservador y más burócrata, que encasillaban a la tendencia como subversiva y comandada por infiltrados comunistas.

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El asesinato de Augusto Vandor, dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica, fue afrontado públicamente por la izquierda peronista el 1 de Mayo de 1974, en un acto crucial donde Perón habló desde el balcón de la Casa Rosada.
El asesinato de Augusto Vandor, dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica, fue afrontado públicamente por la izquierda peronista el 1 de Mayo de 1974, en un acto crucial donde Perón habló desde el balcón de la Casa Rosada.

 

En la última etapa del gobierno de facto autodenominada Revolución Argentina (1966-73), el General Lanusse impulsa el Gran Acuerdo Nacional, reabriendo la democracia y legalizando el peronismo, proscripto hasta ese entonces. Esta política permitió que el odontólogo Héctor Cámpora lanzara su candidatura y asumiera como primer mandatario, el 25 de Mayo de 1973. El festejo fue masivo y el retorno de Perón, inminente. El presidente se inclinaba a las aspiraciones de la Juventud Peronista, causa que produjo un distanciamiento con el líder que avecinaba su repatriación.

Perón se resistía al frenesí libertario de la tendencia, más cuando los disturbios se sucedían. Para el 14 de Junio los trabajadores tomaron 180 instituciones, entre escuelas, hospitales, Ministerios. El General tenía que poner paños fríos y por eso encomendó la organización del acto de bienvenida al sector más alineado, es decir, a los sindicalistas.

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Cuando Cámpora asumió, concedió la amnistía a los militantes de la resistencia peronista; el periódico anarquista El Descamisado dirigido por Dardo Cabo se lo agradece.
Cuando Cámpora asumió, concedió la amnistía a los militantes de la resistencia peronista; el periódico anarquista El Descamisado dirigido por Dardo Cabo se lo agradece.

 

La comisión de los 5, integrada por el director de la CGT Jose Rucci y Lorenzo Miguel de los metalúrgicos, ambos dirigentes sindicales, la neofascista Norma Kennedy, Juan Abal Medina representando los intereses de la tendencia y el Secretario de Deportes y Turismo, Jorge Osinde, ex militar. Éste último dictaminaba las primeras líneas organizativas. Rivalizado con Cámpora por haber sido elegido por el lider justicialista como su delegado político y no a él, comenzó a tejer el operativo parapolicial para refrenar el ímpetu de la tendencia. Ya sabía por un informe de la Fuerza Aérea, que la Juventud Peronista planeaba copar el acto.

El comando de organización toma el Hogar Escuela Santa Teresa como centro de operaciones, establece contacto con el ACA (Automóvil Club Argentino) que suministra los vehículos para coordinar las comunicaciones del aparato de seguridad, compuesto por 3 mil efectivos armados con escopetas, fusiles, metralletas, pistolas, etc. El armamento se transportó en las ambulancias del Ministerio de Bienestar Social, a cargo de José López Rega, el brujo, secretario privado del General Perón. Osinde, en sus directivas de seguridad, buscó a oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas, a ex policías federales, gente de su mayor confianza para que custodiaran el palco de honor. El objetivo: no permitir que la tendencia desplace a la CGT del lugar central de cara al palco.

La conmoción general de la multitud se congregaba en los bosques de Ezeiza, mientras que Osinde y el resto de los miembros de la comisión estaban instalados en el Hotel Internacional, cuyas habitaciones estaban reservadas a las intenciones de tortura que los sindicalistas ya estaban saboreando. La manifestación era descomunal y no sólo conglomeraba a los sesgados ideológicos, sino también a los simples trabajadores, a las agrupaciones barriales, que inevitablemente se plegaban a las cascadas humanas, que a los ojos de los hombres de Osinde, todos configuraban el blanco enemigo. La coalición de los montoneros, la FAR, la ERP, la JP, se mueven implacables por la columna sur y el comando de organización planta barricadas: el primer tiro sonó como un estruendo y el acto de bienvenida del General colapsó. El vuelo del lider de las masas finalmente aterrizó en Morón, donde las Fuerzas Armadas lo escoltaron.

Presionado por los sindicatos, Cámpora cedió el mando presidencial, promoviendo la rápida asunción de Perón al gobierno. El 1 de Mayo de 1974 el presidente convoca al pueblo a la Casa Rosada donde, por las frecuenten interrupciones de los grupos de izquierda peronista, el presidente se impacientó y los tildó de imberbes, estúpidos, pretensiosos del mérito que las organizaciones sindicales cosecharon durante su exilio; los rechazó enérgicamente ya que pocos días antes había sido asesinado José Ignacio Rucci. “Me cortaron las patas”, confesó el general. Esta jornada fue la continuación de la manifestación más masiva que alguna vez Argentina haya presenciado, fue la profundización de los contrastes del movimiento peronista, fue la fecundación de los grupos de derecha (seguidores de López Rega) que no descansaron hasta erradicar el accionar de los sectores de izquierda, repercutiendo en la vida civil. Ese día la tendencia se marchó y el pueblo de Perón se redujo a un tercio de la concurrencia, al cántico de: ¡Qué pasa, qué pasa, qué pasa, general, está lleno de gorilas el gobierno popular!

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