Aunque podía definirse como la quintaesencia del porteño por su Geografía y Nueva Geografía de Buenos Aires, y también con los tangos en los que hablaba de sus espacios en “La ciudad que conocí” y “¿En qué esquina te encuentro, Buenos Aires?”, Florencio había nacido en Mendoza. Como su abuelo materno, siguió la carrera de medicina, destacándose en la pediatría, que revolucionó con medidas como permitir la permanencia de las madres durante las internaciones de los enfermitos. Esto, que hoy nos parece natural, fue fuente de cruentos debates científicos y públicos. “Es lo único de los que estoy orgulloso en la vida”, exclamó cuando logró imponerse.
Durante 45 años ejerció la pediatría en el Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez. Curiosamente, como el fundador de dicho nosocomio, Escardó cultivó al mismo tiempo la práctica asistencial y la poesía, que plasmó en libros y canciones.
Florencio Escardó fue director del Hospital de Niños, además de Decano de la Facultad de Medicina y Vicerrector de la Universidad de Buenos Aires.
Versátil e inquieto, tenía intereses que iban desde la bacteriología a los radioisótopos, pasando por la educación de los padres, a la psicología clínica.
A pesar de su idoneidad profesional y científica, la medicina le quedó chica y volcó su exaltación intelectual en una vorágine de escritos, reunidos en la columna ¡Oh! que por años firmó como Piolín de Macramé, hablando de “Cosas de argentinos” y “Cosas de porteños”.
Además de llevar adelante su carrera médica, Escardó fue el guionista de la película “La cuna vacía” de 1949.
El 31 de agosto de 1992, un infarto puso fin a las inquietudes de este hombre que cultivó las ciencias y dejó versos y escritos donde vuelca sus ideas sobre la naturaleza humana.
Cualquiera puede brindarle un homenaje a Florencio Escardó leyendo a Piolín de Macramé, en Paraguay y Sánchez de Bustamante, la plaza que lleva su nombre, donde una pequeña placa recuerda al doctor, al escritor y al poeta.