La batalla de Malvinas
Durante la Primera Guerra Mundial se produjeron algunos enfrentamientos entre las flotas británica y alemana fuera de las aguas circundantes a Europa que marcaron la supremacía de la Royal Navy (Marina Real británica) respecto de la Kaiserliche Marine (Marina Imperial del Kaiser) en las aguas del hemisferio sur. La batalla que tuvo lugar en las inmediaciones de las islas Malvinas fue decisiva en ese sentido, ya que en ese combate la escuadra alemana fue diezmada.
La mañana del 8 de diciembre de 1914 la escuadra de Von Spee arribó a las islas Malvinas con el objetivo de destruir la estación radiotelegráfica, aprovisionarse de carbón y golpear el orgullo de los británicos. Los alemanes venían de obtener una importante victoria en la batalla de Coronel, en las costas de Chile, donde habían hundido dos cruceros acorazados británicos, el HMS Good Hope y el HMS Monmouth, sin haber lamentado más que un puñado de heridos. Sin embargo, en las Malvinas les esperaba una trampa que había sido preparada rápidamente por la Royal Navy. Una escuadra al mando del almirante Sturdee (el mismo que había negado refuerzos a Cradock en Coronel, condenándole a muerte junto a centenares de marinos británicos), que superaba en tonelaje y potencia de fuego a la alemana se había reunido en Puerto Stanley/Argentino.
Ese martes, al arribar a Malvinas, el almirante Von Spee envió en primer lugar al crucero acorazado SMS Gneisenau y crucero liviano SMS Núrnberg para entrar al puerto y destruir la estación de radio. Los recibió el vetusto acorazado HMS Canopus, que disparó sus piezas de grueso calibre desde el interior del puerto, obligando a los cruceros alemanes a mantenerse a distancia. Los cruceros alemanes se acercaron al crucero HMS Kent, que estaba fuera del puerto, pero en ese momento avistaron al resto de la flota inglesa, que se ponía en marcha. En ese momento Von Spee tomó la decisión de retirarse, lo que posiblemente lo haya condenado a él y toda su flota. Al verse perseguido por la flota de Sturdee, intentó lo más heroico posible: enfrentar a los cruceros principales de los británicos con el SMS Scharnhorst y el SMS Gneisenau, mientras les daba la orden de escapar a los cruceros más pequeños. Sin embargo Sturdee no cayó en la trampa, y dividió sus barcos para interceptar a todas las unidades de la flota alemana. Entre las 12:50 y las 19:27 se representó una tragedia en varios actos, en la cual fueron hundidos casi todos los barcos alemanes: el SMS Scharnhorst, SMS Gneisenau, el SMS Nürnberg, el SMS Leipzig y los carboneros Badén y Santa Isabel. La escuadra de Von Spee había sido destruida casi completamente, con 2040 hombres muertos, contra apenas una decena de bajas en las unidades británicas. Entre las bajas alemanas se encuentran el mismísimo von Spee y sus dos hijos, que iban a bordo del SMS Gneisenau y el SMS Nürnberg. De los barcos británicos el más castigado fue el HMS Invincible, que fue llevado posteriormente a reparar a Gibraltar. De los barcos alemanes apenas se salvaron el crucero ligero SMS Dresden y el vapor auxiliar Seydlitz, cada uno de los cuales protagonizaría su propia odisea.
Una huida desesperada
Mientras Von Spee enfrentaba a los cruceros acorazados británicos, los cruceros ligeros se dividían en tres direcciones diferentes, cada uno de ellos perseguido por un crucero de la Royal Navy. El SMS Dresden era perseguido por el crucero acorazado HMS Cornwall, que lo superaba ampliamente en potencia de fuego. Sin embargo, el SMS Dresden era un crucero más moderno y su planta motriz le permitía desarrollar una velocidad máxima de casi 27 nudos, lo que le permitió ganar distancia respecto del crucero inglés, un navío más antiguo que no superaba los 23 nudos. Finalmente el HMS Cornwall se unió al HMS Glasgow, para acabar hundiendo al SMS Leipzig. El SMS Dresden escapó de la tragedia dirigiéndose hacia el sur, para rodear las Malvinas y enfilar hacia la Patagonia. El dilema que enfrentaba era adónde ir. Si se acercaba a algún puerto chileno o argentino no iba a poder quedarse más que unas pocas horas, ya que ambas naciones eran neutrales en la guerra y no podían asistir a ninguno de los beligerantes. Eventualmente podían optar por quedar internados en un puerto neutral, sea en Argentina o en Chile, pero eso significaría el final de la guerra para los 362 marinos y oficiales que navegaban en el crucero. Salvarían sus vidas, pero a costa de ver como su patria se desangraba a distancia sin poder participar. Podían intentar volver a Alemania, pero con el océano Atlántico intensamente vigilado por la Royal Navy iba a ser casi imposible. Dirigirse al Pacífico, para tratar de sabotear el tráfico mercante británico parecía una opción más atractiva, pero no estaba exenta de peligros. Pero lo inmediato era sacarse de encima a la flota de Sturdee, que iría tras él una vez destruido el resto de la flota del Von Spee. Las reservas de carbón eran escasas y alcanzarían para solo un par de días. Los barcos de apoyo alemanes que operaban en la zona habían desaparecido, ya sea porque silenciaron sus radios o porque habían sido apresados por los británicos. Fritz Lüdecke, el capitán del SMS Dresden, decidió jugar una carta arriesgada, pero la opción era enfrentarse con la flota británica y sufrir la misma suerte que los otros cruceros. Se dirigió a Punta Arenas, en Chile, para cargar el carbón y los víveres necesarios para poder escapar. Los británicos habían previsto esta jugada y habían bloqueado el estrecho de Magallanes por el este y el oeste, pero Lüdecke no pensaba entrar por la puerta principal. En lugar de eso, pasó por el Cabo de Hornos en dirección oeste y se metió en el intrincado laberinto de islas fueguinas, hasta dar con el canal Cockburn, a través del cual llegó a otro canal igualmente tortuoso, llamado Magdalena, que le permitió acceder al estrecho de Magallanes al sur de Punta Arenas. Fue una sorpresa inesperada ver aparecer al crucero alemán en Punta Arenas en la tarde del sábado 12 de diciembre. Mientras cargaba carbón, agua y víveres del carguero SS Turpin, de la Roland Line, se libraba una batalla diplomática en paralelo, donde alemanes y británicos presionaban a las autoridades chilenas por la presencia del crucero en puerto neutral. Las leyes internacionales decían que no podía estar más de 48 horas en un puerto neutral, so pena de quedar internado o de poner en un aprieto al gobierno chileno. Pero eso no era lo peor. La Royal Navy, que había sido tomada por sorpresa, estaba moviendo sus fichas e iba a bloquear al canal Cockburn, condenando al SMS Dresden a rendirse o a librar una batalla desigual. Pero Lüdecke tenía una inesperada carta en la manga que desvelaría a los británicos durante varias semanas: Albert Pagels.
¿Dónde está el SMS Dresden?
Albert Pagels era un marino alemán, nacido en una isla de Pomerania en 1878, que residía en Punta Arenas desde 1903. Era un eximio navegante que conocía en profundidad el laberinto de islas, canales y fondeaderos del archipiélago fueguino. Desde su llegada a Punta Arenas, más de una década antes del estallido de la guerra, exploraba la zona, levantando mapas y rutas que conservaba para su uso exclusivo. Pagels conocía fondeaderos inviolables que no figuraban en las cartas náuticas, pasajes angostos y peligrosos que en los mapas del Almirantazgo británico aparecían como montañas o porciones de tierra. Impulsado por el sentimiento patriótico, viendo a sus compatriotas atrapados en una trampa de la que no podrían salir, se embarcó en el SMS Dresden y desde el puente de mando los guío a través de una ruta de escape en la cual solo había navegado él y quizás los yaganes y alacalufes del pasado. El lugar elegido para esconderse se encontraba entre dos islas inexploradas, la isla Santa Inés y la isla Guardián Brito, un estrecho canal de nombre González, que desemboca en la bahía Stokes. La bahía era una pesadilla de bancos rocosos e islotes sin nombre, al cual se llegaba navegando a través del canal Bárbara, un corredor cercado de montañas donde pocos barcos se atrevían a navegar. En ese solitario rincón de la Patagonia más austral se escondió el SMS Dresden durante casi tres meses, mientras el HMS Carnavon, HMS Glasgow, HMS Kent y HMS Bristol recorrían los intrincados canales fueguinos tratando de hallarlo. Albert Pagels retornó a Punta Arenas en su propia embarcación y dejó filtrar rumores en los bares de marineros de la ciudad, señalando que el SMS Dresden se hallaba en la zona de Última Esperanza, un callejón sin salida de glaciares y canales laberínticos. El HMS Bristol perdió su timón en esa búsqueda infructuosa.
El escondite del SMS Dresden no era un lugar idílico, sino más bien desolado. Unas pocas playas minúsculas, sembradas de algas y peñascos cubiertos de musgo, un bosque espeso y con una pendiente muy elevada, cumbres nevadas y una humedad permanente que todo oxidaba y todo mojaba. La moral y salud de la tripulación del SMS Dresden se resintió. La inevitable pasividad de aquel que se esconde afectaba a todos en el barco, que solo bajaban a tierra por necesidad, y que gastaban su tiempo en entretenimientos para evitar pensar en la soledad y el desamparo en que se hallaban. ¿Acaso habían huido de la masacre de las islas Malvinas en vano, para esconderse como delincuentes fugitivos? Si bien su refugio no era el lugar soñado para pasar una temporada, la desaparición del SMS Dresden era un quebradero de cabeza para la Royal Navy, y desde su escondite mantenía ocupados al menos a cuatro cruceros británicos y numeroso personal de inteligencia. Contribuía así al esfuerzo bélico alemán, retirando unidades navales británicas de otras tareas.
Final del juego del gato y el ratón
A fines de febrero de 1915 Lüdecke dio la orden de zarpar y el SMS Dresden emergió de las brumas de la Terra Incognita fueguina y volvió a navegar por mar abierto. Albert Pagels había informado al capitán Lüdecke de la presencia de un carguero nodriza alemán, camuflado como navío neutral, que se dirigía a la isla Juan Fernández. El 7 de marzo se cruzan con un velero inglés, el Conway Castle, al cual detienen e inspeccionan. Mala suerte, no transportaba carbón sino grano. Lo hunden luego de bajar a toda la tripulación y continúan el viaje al archipiélago de Juan Fernández. El carguero camuflado no aparece y la situación se torna desesperada, con la reservas de carbón exhaustas. El domingo 14 de marzo divisan tres columnas de humo en el horizonte: son los cruceros HMS Kent y HMS Glasgow, más el mercante armado HMS Orama, que vienen a rematar el trabajo inconcluso de Malvinas. Intercambiaron algunos disparos, pero Lüdecke sabía que estaba perdido, no tenía potencia de fuego para combatir a los británicos y el combustible se había terminado. El capitán Lüdecke ordena desembarcar a la tripulación para luego hacer estallar el polvorín de proa, dejando las tomas de agua completamente abiertas. A las 11:34 del 14 de marzo de 1915 el SMS Dresden se hunde por la proa con la bandera de la Kaiserliche Marine al tope. La audaz huida del crucero alemán había llegado a su fin luego de tres meses. En este último acto habían fallecido 8 marineros, y el resto de los sobrevivientes fue internado en Chile hasta el final del conflicto. Algunos se instalarían definitivamente en ese país, mientras que la mayoría volvería a Alemania al finalizar la guerra. Se cerraba así el capítulo de la guerra naval en Sudamérica durante la Primera Guerra Mundial.
La historia del SMS Dresden, desde la batalla de Malvinas hasta su hundimiento en el archipiélago Juan Fernández, tiene muchas lagunas que no han sido debidamente aclaradas. Se habla de un tesoro transportado desde México que nunca llegó a Alemania debido a que la guerra cambió la hoja de ruta del crucero. También se habla de una escala técnica en el fiordo Quintupeu, en la zona de Chiloé, que no figura en ningún documento pero que la avalan algunos testimonios orales. Hay discrepancias con las fechas en las que el crucero alemán se movió de un lugar a otro. Fragmentos de historias que forman parte de una cacería sin tregua que tuvo lugar en la Patagonia austral en las primeras fases de la guerra europea y de la osada desaparición del SMS Dresden.
Increíble huida la del Dresden. El detalle de todo el periplo hasta el hundimiento está narrado en la novela “Señales del Dresden”, de Uqbar Editores.
Es impresionante darse cuenta de que las acciones bélicas marinas más importante de la Primera Guerra Mundial se dieron en costas argentinas y chilenas.