La batuta y la furia

Corría el año 1901 cuando Toscanini, convertido ya en una figura descollante de la dirección orquestal, llegó a nuestra tierra atraído por la potencia económica con que nuestro país emergía en esta parte del mundo. Era la segunda vez que Toscanini hacía la travesía hacia esta parte de América del Sur. La primera había sido en 1886, cuando llegó a Río de Janeiro en búsqueda de aventuras, formando parte de la orquesta de una compañía de ópera, en un viaje que cambiaría su vida para siempre: el violonchelista de fila pasaría a transformarse en una de las grandes batutas de todos los tiempos.

Toscanini quedó impresionado por Buenos Aires desde el primer momento. La Argentina de aquel entonces tenía el envión que le había dado la superación de la crisis del 90. Gobernaba Julio Argentino Roca, el patrón de la política nacional de ese entonces. Era una Argentina rica y con profundas desigualdades sociales. La actividad musical en Buenos Aires era intensa. Se estaba construyendo el nuevo Teatro Colón y eran varios los teatros que ofrecían una cartelera de primer nivel. Entre ellos, el de la Ópera, que estaba situado en la entonces calle Corrientes entre Suipacha y Esmeralda.

La temporada, que duró tres meses, comenzó el 19 de mayo con Tosca . El salario de Toscanini fue de 10.000 liras al mes, ampliamente superior al que recibía en la Scala (12.000 liras por año) A Tosca la siguieron Tannhäuser , Sansón y Dalila , La reina de Sheba , Aída , Rigoletto , Israel , El elixir de amor , Otello , Lohengrin , Iris , La traviata , Tristán e Isolda (estreno en la Argentina), Colón y Medioevo latino , del compositor ítaloargentino Héctor Panizza. Una de las notas salientes de la temporada fue la función especial en honor del jubileo del general Bartolomé Mitre, el 26 de junio, cuando se cantó Rigoletto con un elenco de cantantes encabezado por el gran Enrico Carusso.

La segunda vez que Toscanini actuó en Buenos Aires fue en 1903. Nuevamente lo acompañaron grandes cantantes, entre ellos, Caruso, De Luca, Darclée y Zenatello. La temporada empezó, otra vez, el 19 de mayo con Tosca y siguió con Germania , La Gioconda , La condenación de Fausto , El elixir de amor , Hänsel y Gretel , Iris , Rigoletto , Mefistofele , Adriana Lecouvreur , Aída , Griselda , Manon Lescaut , La traviata y Los maestros cantores .

En 1904 la temporada incluyó Lohengrin, Fausto , Linda de Chamounix , Siberia , Madama Butterfly , La Bohème , La Wally y El francotirador (única vez que el maestro dirigió esta obra). Con Madama Butterfly se dio una circunstancia muy especial. El rol protagónico fue asignado a Rosina Storchio, una de las estrellas del canto de aquellos años, con quien Toscanini mantenía una ardorosa relación sentimental en el que sería uno de sus más resonantes affaires extramatrimoniales, producto del cual nacería un hijo. Storchio había estado a cargo del desastroso estreno de la ópera de Puccini en la Scala de Milán. La crónicas recuerdan que en el transcurso de esa función, en el momento en el que la protagonista debió quitarse el kimono alguien en la audiencia gritó: È incinta. Il bambino de Toscanini” .

Toscanini volvió a Buenos Aires en 1906. Fue ese un año trágico en su vida. En enero había muerto su padre, con quien nunca había tenido una buena relación. El maestro llegó a nuestra ciudad con toda su familia. El repertorio incluyó Rigoletto , La Wally , Don Pasquale , La Gioconda , Madama Butterfly , La Walkiria, Manon Lescaut , Mefistofele, La traviata , Colón , Tosca , El barbero de Sevilla , Tristán e Isolda , Don Giovanni , Loreley y la Figlia di Iorio de Franchetti.

Esta fue la única vez que Toscanini dirigió Don Giovanni y las críticas no fueron buenas.Se dijo que Giuseppe De Luca no había estado acertado y que Toscanini había menospreciado al público por elegir a Adamo Didur en vez de Remo Ercolani para el rol de Leporello.

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Arturo Toscanini en 1908.

Arturo Toscanini en 1908.

Pero, junto con estos aspectos artísticos y, mientras continuaba su tórrido romance con Rosina Storchio, la tragedia se abatió sobre su familia. El 10 de junio, Giorgio, su hijo más pequeño, falleció de difteria. Fue un golpe terrible. En el momento de su muerte solo su madre, Carla, estaba a su lado. El rumor era que Toscanini estaba con su amante, la Storchio. Esto le dio a la tragedia un elemento más dramático aún. Su esposa estuvo a punto de abandonarlo y pedirle el divorcio. Giorgio, que tenía 5 años, había representado en esa temporada el papel del pequeño hijo de Madama Butterfly . Las exequias, en el cementerio de La Recoleta, dieron lugar a una conmovedora manifestación de afecto de parte de la compañía y de sus amigos de Buenos Aires. La misma noche del entierro había función y Toscanini, un adicto al trabajo, no faltó. Fue un hecho impresionante el que se produjo cuando en la escena en que debía aparecer Giorgio otro niño estuvo en su lugar. En ese momento el maestro comenzó a llorar desconsoladamente al tiempo que continuaba dirigiendo con su impecable técnica.

Su siguiente visita, en 1912, ya lo tuvo en el escenario del nuevo Teatro Colón, en el cual dirigió todas las obras de la temporada con la excepción de Werther y Romeo y Julieta . El programa incluyó Tristán e Isolda , Aída , Mefistofele , Manon Lescaut , Don Pasquale , La Bohème , Germania , Tosca , Ariana y Barba Azul , Madama Butterfly , Rigoletto , Falstaff , El ocaso de los dioses y Königskinde r. Esa estadía fue tormentosa. Fue célebre el incidente con el tenor Giuseppe Anselmi, con quien tuvo una violenta discusión durante el ensayo con piano de Manon . Toscanini quería que Anselmi cantara cada cosa tal como estaba escrita en la partitura y el tenor pedía un poco de elasticidad. La tensión llegó a tal punto que Anselmi se rebeló, trató al maestro de déspota y le dijo además que él había cantado esa ópera con directores como Toscanini y aun mejores y que, por lo tanto, no estaba dispuesto a cantar más bajo sus órdenes. “Discúlpenme por lo que ha pasado y les deseo lo mejor a todos, excepto a usted (por Toscanini), dijo al retirarse lleno de furia. En consecuencia, la ópera fue dirigida por el maestro Bernardino Molinari, a quien Toscanini había hecho contratar como asistente por 6.000 liras al mes.

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En otra ocasión, durante una de las funciones, luego de un aria que había conmovido al auditorio, éste ovacionó al cantante y pidió un bis. Esto molestaba profundamente a Toscanini. Al ver que no podía continuar la representación, se dio media vuelta y expresó su disgusto haciéndole un corte de manga al público. Luego tiró la batuta y se retiró del podio. Un asistente debió reemplazarlo. La molestia de Toscanini fue tal que hay quienes creen que ese fue el motivo por el cual se juró no venir nunca más a dirigir a la Argentina. Otros, en cambio, atribuyen esa decisión a un enojo que le produjo el hecho de que el intendente municipal, Joaquín Anchorena, hubiera otorgado la concesión de la explotación del Colón al empresario César Ciacchi. Lo cierto es que este enojo duró 28 años. Durante todo ese tiempo, se le enviaba el correspondiente contrato con el cachet, el repertorio y la fecha en blanco. La respuesta siempre era negativa.

1940 marcó el regreso de Toscanini. Vino a Buenos Aires en el transcurso de la única gira sudamericana de la orquesta sinfónica de la NBC (Nacional Broadcasting Company), organismo sinfónico que había sido creado por la cadena de radio y TV estadounidense para el maestro. Su nivel era excelente. La gira incluyó, además, las ciudades de San Pablo, Montevideo y Río de Janeiro, a la que no había regresado desde 1886.

Los conciertos de la orquesta sinfónica de la NBC en Buenos Aires (ocho en total) fueron memorables. Toscanini desplegó un programa impresionante, con obras de Mozart, Brahms, Franck, Respighi, Wagner, Beethoven, Strauss, Berlioz, Debussy, Rossini, Paganini, Schubert, Weber, Barber, Tchaikovski, Ravel, Cherubini, Mussorgski y Smetana. Como nota distintiva, hay que destacar la inclusión de dos obras de compositores argentinos: Huella y Gato , de Julián Aguirre, y los dos últimos movimientos de la Séptima Sinfonía de Alberto Williams. Los memoriosos recuerdan que Williams, que tenía entonces 79 años, exclamó al terminar el ensayo de su sinfonía: “Maestro, qué hermosa suena mi obra en sus manos”.

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Toscanini.
Toscanini.

Durante una de las noches en que la orquesta de la NBC no actuaba, Toscanini, en su hotel, escuchó por radio Municipal la transmisión de Il trovatore de Verdi desde el Colón. Dirigía otra de las grandes batutas del siglo, Fritz Busch. La impresión que le produjo al maestro la calidad de la Orquesta Estable fue tal que, a la mañana siguiente, llamó a primera hora a Cirilo Grassi Díaz, administrador general del Colón, y al maestro Floro Melitón Ugarte, director general, para decirles que aceptaba dirigir la Orquesta Estable en la temporada siguiente. Esa misma tarde se firmó el contrato.

Así fue como, después de 29 años, Toscanini volvió a dirigir la Orquesta del Teatro Colón. Los preparativos fueron muchos y en ellos mucho tuvo que ver el maestro Ferruccio Calussio que había sido asistente de Toscanini en Europa y quien debió arreglar la contratación de seis refuerzos provenientes de la NBC (dos cornos, dos trombones, un fagot y una trompeta). Toscanini, además, hizo contratar a Fridelind Wagner, nieta del compositor, para integrar el Coro Estable. De esta manera, en uno de sus tantos gestos humanitarios, consiguió el salvoconducto para que Fridelind pudiera salir de la Alemania nazi en búsqueda de la libertad.

El maestro llegó a Buenos Aires el 9 de junio de 1941. La expectativa era enorme. El programa, exigente: dos sinfonías de Beethoven (la Primera y la Novena), el Requiem de Verdi y fragmentos orquestales de Wagner. El éxito fue rotundo. Las críticas de esos días hablan de la calidad de las interpretaciones, del nivel de la Orquesta Estable, de la impresionante presencia del director y de las ovaciones que cada ejecución generaba.

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Arturo Toscanini, dirigiendo en el Teatro Colón de Buenos Aires, 1941.
Arturo Toscanini, dirigiendo en el Teatro Colón de Buenos Aires, 1941.

Las anécdotas fueron muchas. Entre ellas, el caso del corno solista de la NBC que, bajo los efectos de una borrachera, no pudo llegar al concierto inaugural y debió ser reemplazado por el maestro Iervolino, cuarto corno de la Estable que estaba en la sala por casualidad. Este tuvo una performance de alto nivel y Toscanini le pidió que fuera el solista durante el resto de los conciertos. Las seis semanas que pasó en Buenos Aires fueron inolvidables. Cuando partió, todos guardaban la esperanza de un pronto retorno. Sin embargo, esa iba a ser su última estadía en su querida Buenos Aires, a la que nunca más habría de volver.

Fuentes: Toscanini, de Harvey Sachs; revista ARS: “Homenaje a Toscanini”; Teatro Colón.Historias y anécdotas, de Osvaldo Barrios y Edmundo Piccioni. Archivos del diario La Prensa. Archivo de LA NACION. Archivo personal de Claudio Von Foërster

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