El nazi Klaus Barbie (1913-1991), conocido como el Carnicero de Lyon, jefe de la Gestapo en esta ciudad francesa, es detenido en Bolivia en 1983.
Barbie burló a la justicia durante años. La tenacidad del matrimonio Klasfeld y la astucia del reportero Ladislas de Hoyos consiguieron desenmascararle. Juzgado por torturar y asesinar a miles de judíos y a miembros de la resistencia francesa, fue condenado a cadena perpetua por crímenes contra la Humanidad.
‘Yo no soy Barbie’, declaraba Klaus Altman durante una entrevista retransmitida por el primer canal de la televisión francesa el 9 de febrero de 1972. Negaba así el Carnicero de Lyon su verdadera identidad, confirmada por las autoridades alemanas y el juez de Múnich. ‘Yo nunca he estado en Lyon’. ‘No, no he pertenecido nunca a la Gestapo’. El entrevistado se mostraba rotundo y veraz, impasible incluso ante la visión de Jean Moulin, jefe de la resistencia francesa al que había torturado y dado muerte con sus propias manos en 1942: ‘No conozco a este hombre, no lo he visto nunca’… ‘ Yo tengo mi conciencia tranquila’ . Al ser interpelado por el entrevistador sobre la posibilidad de contestar en francés, el presunto nazi afirma en alemán desconocer dicha lengua; pero Barbie dominaba el idioma, que hablaba sin apenas acento.
Durante su cargo como jefe de la Gestapo durante la ocupación alemana en Lyon, Barbie fue responsable de más de 4.000 asesinatos, de la tortura de 14.300 franceses y del envío a campos de concentración de 7.500 personas. Entre las atrocidades cometidas por este integrante de las SS laureado por Himmler destacaban la deportación de 44 niños judíos, exterminados en Auschwitz, y la tortura y asesinato con sus propias manos del principal jefe de la resistencia francesa, Jean Moulin.
El entrevistador que ponía sobre la cuerda floja a Barbie era Ladislao de Hoyos, un abanderado del periodismo de investigación. El reportero visionario le tendió unas fotos y Altman las cogió, dejando allí sus huellas dactilares. El dirigente nazi, huido en 1948, había sido identificado al fin. Todo había empezado un año antes cuando Hoyos, políglota y buen conocedor del terreno, acompañó al matrimonio Klasfeld, Beata y Serge, el más célebre dúo de cazadores nazis, a Sudamérica a la búsqueda y captura de Barbie. Allí dieron con Altman en una prisión de La Paz. Al ser increpado en francés contestó en esta lengua, que antes había negado desconocer, defendiéndose con un ‘je ne suis pas un saint’.
La tenacidad del matrimonio cazanazis había dado sus frutos. Los Klasfeld informaron a las autoridades alemanas del paradero de Barbie, que finalizada la Segunda Guerra Mundial salvado por los servicios estadounidenses, había trabajado para la antecesora de la CIA que conocía perfectamente su pasado y las ratlines, se hallab a en Bolivia desde donde animaba a grupos nazis y colaboraba estrechamente con sus gobiernos militares en golpes de Estado e interrogatorios con torturas.
El reportaje televisado relanzó las investigaciones oficiales, destapando que Barbie había sido agente anticomunista de la CIA, traficante de armas y de drogas para distintas dictaduras sudamericanas y participante del acoso y muerte del Che Guevara en Bolivia en 1967.
Un día después el Comité Internacional de la Cruz Roja desenmascara definitivamente a Barbie. Klaus Altman y Klaus Barbie son una misma persona. Uno de sus portavoces asegura que Barbie viajó a Sudamérica en 1951 provisto de un salvoconducto y otra documentación que le fue facilitada por dicho organismo. En sus archivos se guarda un duplicado de todo ello que lo prueba.
El 25 de enero de 1983, ‘el carnicero’ es extraditado a Francia que presionaba desde hacía años para conseguir su extradición. El presidente boliviano Hernán Siles Zuazo gestiona su entrega . El proceso se realiza en el más absoluto secreto, aunque a mediados de octubre la prensa lo había hecho público.
Juzgado en 1987, el sanguinario criminal de guerra nazi contrata al prestigioso abogado Jacques Vergés para su defensa.
El juicio, celebrado en Lyon acapara la atención internacional. Barbie es c ondenado a cadena perpetua, pese a los esfuerzos de su brillante abogado, por crímenes contra la Humanidad. Le salva de la pena capital únicamente que ésta ya había sido derogada en Francia.
Muere 8 años después a los 78 años, víctima de la leucemia.
El Carnicero de Lyon pasaba a engrosar la lista de los esbirros de Hitler fallecidos tras recibir un justo, aunque tardío, castigo.